23 Oct Sexo, alcohol, literatura: una noche con Bukowski
Por Verónica Abdala
“Mi infancia fue absolutamente siniestra, una historia de horror. ¿Te han pegado alguna vez con una faja para afilar cuchillos, tres veces a la semana, de los 6 a los 11. Fue una muy buena instrucción literaria”. La voz en el documental es la del escritor Charles Bukowski (Alemania, 1920). Se lo cuenta en una larga noche a una periodista italiana, Silvia Bizio. Bukowski murió en 1994 pero el documental acaba de estrenarse. La historia es más larga, y arranca en 1981.
“Cuando empezaba mi carrera como corresponsal extranjera en Los Ángeles me encargaron que hiciera una entrevista filmada con Charles Bukowski, en su casa de San Pedro, California. Fue el inicio de largos años de amistad, de largas noches bebiendo vino tinto, fumando, en su cómodo sofá. Pasaron 35 años y casi no recordaba esas cintas, pero un día revolviendo cajas en mi garage, las encontré, viejas y polvorosas. Pensé que estarían arruinadas pero tuve suerte, y la memoria de esa noche sigue viva.” Silvia Bizio, que aún vive en Los Angeles, logró recuperar el material y su hijo, Matteo Borgardt, se hizo cargo de la dirección de un documental You Never Had it (Nunca la has tenido). Una noche con Bukowski-, que juntos presentaron unos días atrás, en el Festival de Cine de Venecia. Clarín tuvo acceso al material en el que el escritor habla de literatura, de sexo, de los escritores, del amor, de su infancia y del alcohol.
“El 75% de lo que escribo es bueno, el 40% muy bueno, y el 20% sublime. El otro 10% es mierda. ¿Encajan las cuentas? No”, se ríe Charles Bukowski, en pantalla. Lleva puesta una camisa verde, fuma y toma vino tinto en casi todas las escenas. “Así es como se hacen los amigos y se crean los problemas”, dice. Esa noche, la del 10 de enero de 1981, la dedicó a conversar. Lo acompañaban, además de Bizio, unos pocos amigos y su novia y futura esposa, Linda Lee Behigle (“mi enfermera”, la presenta él).
Autor de novelas, poemas y cuentos que revelan el costado más oscuro del Sueño Americano y dueño de una vida de disipaciones y excesos, Bukowski ya era entonces un notable poeta e influyente escritor. Ajeno a cualquier capilla literaria, tenía lectores devotos tanto en Europa como en América. Al momento de la entrevista tenía 60 años y llevaba diez publicando. Hasta que en 1970 comenzó a hacerlo, por iniciativa de su editor, John Martin –que en 1969 le propuso 100 dólares semanales de por vida a cambio de que publicara toda su obra en su editorial, Black Sparrow-, se había ganado la vida como lavaplatos, supervisor de ascensores y conductor de camiones, y había pasado doce años como empleado en la Oficina de Correos. Además, había bebido cantidades industriales de alcohol y se había acostado con incontables mujeres. “El sexo está sobrevalorado no es tan importante para mí”, dice, sorpresivamente, en el documental. “Que haya tenido mucho de eso no significa que se trate de algo fundamental. Descubrí que no tiene tanta importancia y te trae más problemas que placer.”
También le dedica unas palabras a su padre, que le prodigaba palizas feroces. Es uno de los pasajes más duros. “Esa faja me enseñó algo: a mecanografiar. Cuando te golpean tanto durante tanto tiempo desarrollás la tendencia a decir lo que en realidad querés decir.”
¿Aquí es donde escribes?, pregunta Bizio, en uno de los tramos en que recorren la casa. “Aquí es donde jodo mi alma” responde él, que se hacía llamar Hank y había bautizado como Henry Chinaski a su alter ego literario. Entonces se acerca al balcón: “De aquí podré saltar cuando ya no pueda escribir. Ahora mismo, quizás.”
Antes de 1971, cuando publicó Cartero, su primera novela, había sido un poeta “de culto” en el ambiente del underground. Luego empezó a volverse conocido y ganar dinero. Sus prioridades eran su hija Marina (fruto de su relación con una admiradora), la escritura, el alcohol, las mujeres, las carreras. Entendía que era necesario rebelarse contra la uniformidad, la humillación y el complejo sistema de control social que rige las sociedades modernas.
“Cuando bajo de un avión y me presentan, la gente se sorprende. Esperan a un tipo vociferando: “Dónde está el burdel más cercano?!”, o alguien que romperá el techo del taxi con el puño. Eso puede ocurrir pero varias horas más tarde”, dice riendo.
¿Qué otros escritores que escriben de sexo lo estimulan?, pregunta la periodista. “No conozco a ningún escritor que escriba bien de sexo”, dice él. “Hay algunos textos sexuales divertidos: Boccaccio, pero sólo te hace reír.” ¿Henry Miller?, pregunta ella. “No puedo leerlo. Empieza a escribir de la realidad y luego se pone esotérico. Te da un par de páginas buenas y después empieza a decir idioteces. Yo sólo escribo sobre cosas, no intento de explicarlas. (…) Tampoco intentoalterar a los demás. Y pienso que si te aceptan demasiado rápido no estás haciendo las cosas bien; uno debe estar cien años adelantado a su época.”
Se dice que Sartre quiso conocerlo, en París. “Eso me dijeron pero no lo creo, de todos modos dije que no. Demasiado sofisticado para mi culo. No me gusta conversar con otros escritores. Es como tomar agua en la bañera. No hay nada que decir, sólo cosas por hacer. Los escritores son abominables”, define. “No me gusta como visten ni su modo de voz. Sólo hablan de sonetos y de que darán un taller en Nueva York. Les sacás su máquina de escribir y no son nada. Céline, Dostoievski, D.H. Lawrence y John Fante es todo lo que se necesita.” “La raza humana no es gran cosa”, dice también. “Hay una línea en uno de mis poemas que dice ‘Humanidad. Nunca la has tenido (You never had it). Desde el principio’. No veo la razón de cambiar esa línea por el momento.”
CLARIN