La Argentina, en el ojo del Cambio Climático

La Argentina, en el ojo del Cambio Climático

Por Alieto Guadagni
Inundaciones en la zona central del país, sequías más prolongadas en Cuyo, lluvias intensas y tornados más frecuentes en el Norte y el Litoral, epidemias de dengue y zika en los principales centros urbanos, retroceso de los glaciares patagónicos, acidificación y aumento del nivel de los océanos, pérdida de zonas costeras en la provincia de Buenos Aires… son algunas de las consecuencias visibles del Cambio Climático en el país. Si bien es un fenómeno global, sus impactos son locales, así como las estrategias de mitigación y adaptación para hacerle frente.
Por su situación geográfica y estructura productiva, la Argentina es uno de los países más afectados por el calentamiento global. De acuerdo al informe “Modelos Climáticos” desarrollado por el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA-Conicet), en los últimos 50 años el aumento promedio de las temperaturas en el país alcanzó medio grado, pero en la Patagonia superó 1°C.
Según datos del Banco Mundial, las inundaciones son el principal riesgo climático argentino, ya que afectan a la pampa húmeda, la zona con mayor concentración poblacional y de actividades productivas. En años de lluvias intensas, como el 2012 y el 2015, los anegamientos se llevan hasta un punto del PBI.
La emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI, de los cuales el dióxido de carbono CO2 es el más común, pero no el único) es la principal responsable de este desequilibrio. El nivel actual de GEI en la atmósfera es de 400 ppm (partes por millón), cuando antes de la revolución industrial era de 280 ppm, según datos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC).
La Argentina aporta menos del 1% de las emisiones totales de gases de invernadero. Sin embargo, al contabilizarlas per cápita, su contribución es similar a la de Suecia. Los sectores que mayores emisiones generan son Energía y Transporte (43%) y Agricultura, Ganadería y cambios de uso del suelo (49%), según datos del ministerio de Ambiente.
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Efectos visibles
“Las tendencias de cambio climático en los últimos 50 años muestran una mayor frecuencia de olas de calor en el Norte y Este del país, y una disminución de las heladas en la Patagonia”, destaca Carolina Vera, investigadora del CIMA y miembro del IPCC. “También hubo un aumento de las precipitaciones intensas en la zona Centro y Este, y mayor sequía en el Noroeste y la Patagonia”, apunta.
“En el Cono Sur, el calentamiento global se combina con el debilitamiento de la capa de ozono, lo que exacerba los fenómenos climáticos”, apunta Pablo Canziani, investigador principal del Conicet en la Facultad Regional Buenos Aires de la UTN. La suba del nivel del mar es uno de los efectos más preocupantes. En la Bahía de Samborombón, donde confluye el Río de la Plata con el océano Atlántico, el mar se elevó 25 centímetros y se estima subirá casi un metro para finales de este siglo. “La costa está retrocediendo, especialmente en la zona de General Lavalle, San Clemente y hasta Quequén”, describe.
Al mismo tiempo, los océanos, que hoy son considerados “bosques azules” por su cualidad de absorber gases de invernadero, están perdiendo esta capacidad al calentarse y volverse más ácidos. Según el informe del Banco Mundial “Desarrollo con menos carbono: respuestas Latinoamericanas”, el cambio climático provocará un menor rendimiento de cultivos tradicionales como trigo y maíz, y un aumento del rinde de variedades genéticamente modificadas de soja.
“La clave está en la adaptación”, sostiene Canziani, que es autor de un estudio sobre nuevos escenarios para el cultivo de vid y olivares en la Patagonia. “En un escenario moderado, el cambio climático puede ser una oportunidad de expandir la frontera vitícola, diversificando varietales”, asegura.

Un falso dilema
De acuerdo al informe Stern sobre la Economía del cambio climático, publicado en 2007, por cada dólar invertido en mitigación y adaptación, se ahorran entre u$s 5 y 20 de pérdidas. Los países considerados “de ingresos medios”, como la Argentina y la mayoría de los de América latina, son los que mayor riesgo enfrentan, ya que tienen más infraestructura expuesta y menor previsión en la mitigación de su impacto.
“Hay un falso dilema entre desarrollo con aumento de las emisiones o menos desarrollo para bajar las emisiones”, destaca Alieto Guadagni, economista y miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente.
“Es posible, mediante innovaciones tecnológicas y reformas institucionales, aspirar a un planeta con crecimiento (esencial para bajar la pobreza) y menos emisiones contaminantes”, asegura. El actual modelo económico, basado en combustibles fósiles,”deberá ser sustituido por otro con nuevas energías limpias y mayor eficiencia energética”, apunta el ex secretario de Energía. “No ha concluido aún la era de los combustibles fósiles nacida a fines del siglo XVIII, nunca hubo tanto petróleo y gas como hoy. Sin embargo, los flujos de inversiones ya comienzan a orientarse hacia las nuevas tecnologías y la eficiencia energética. Esto impulsará nuevos sectores productivos”, afirma Guadagni.
Entre las propuestas que enumera el ex funcionario se cuentan: inversiones en energías renovables, modernización del transporte público y priorización de la vía ferroviaria y fluvial para el transporte de cargas, impulsar la eficiencia energética en la industria, nuevos códigos de edificación que aseguren la aislación térmica y el etiquetado para artefactos energéticamente eficientes.
También señala que “en el mundo se está debatiendo un impuesto al CO2, que ya ha sido implementado por alrededor de 40 naciones. Creo que es un tema que debería debatirse en breve en el país”, sostiene Guadagni.

Un acuerdo bisagra
El acuerdo climático de París, firmado en diciembre del año pasado por 195 países, “significó un enorme avance en las negociaciones internacionales tendientes a frenar el aumento de la temperatura media global”, evalúa Carolina Vera, del CIMA. Por primera vez, luego del fracaso del Protocolo de Kioto, todos los países firmantes (y no sólo los industrializados) se comprometieron a reducir sus emisiones de gases GEI, según metas voluntarias llamadas “contribuciones nacionales determinadas”, o INDC por sus siglas en Inglés.
El compromiso firmado en la capital francesa estipula que se mantendrá el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los 2°C respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento a 1.5° C -algo que piden los países insulares, que están en riesgo de desaparecer por la suba del nivel del mar-.
“La meta es exigente, ya que requiere que dentro de 20 años estemos emitiendo un 30% menos de CO2 que hoy”, dice Guadagni.” Como para entonces tendremos 1400 millones más de habitantes y el PBI será el doble del actual, se trata de reducir las emisiones contaminantes por unidad de PBI en más de un 65%”.
En la cumbre de París, la Argentina se comprometió a reducir sus emisiones un 15% hasta el 2030 en base a recursos propios, y otro 15% si accede a financiamiento. Este compromiso fue calificado como “poco ambicioso” por varios especialistas -entre ellos Guadagni-, destacando que “si todos los países hubiesen presentado una oferta similar, la temperatura mundial subiría 4°C”.
“Lo que se firmó en París fue un acuerdo marco -destaca Carlos Gentile, subsecretario de Cambio Climático del ministerio de Ambiente-. En la próxima cumbre de Marruecos se discutirá la “letra chica”, y llevaremos un compromiso más proactivo”, adelanta.
Por lo pronto, la cartera comandada por el rabino Sergio Bergman está trabajando junto a otros 11 ministerios que conforman el “gabinete climático”, en una propuesta superadora que incluya además un “plan nacional de respuesta” a la crisis ambiental.
EL CRONISTA