Experiencia femenina

Experiencia femenina

Por Carola Sainz
Con transcribir parte de su trayectoria se podrían completar todas las líneas de este reportaje. Gigantes en sus disciplinas, María Luisa Femenías, Clara Coria y Dora Barrancos se reunieron con Clarín Mujer para hablar de las conquistas femeninas, los avances y las asignaturas pendientes, a partir de sus estudios y experiencias en cuestiones de género. Junto a Eva Giberti y Diana Maffía, este martes, las tres recibieron Diplomas al Mérito, que otorga la Fundación Konex, en la categoría Estudios de Género. Aquí, sus reflexiones:
Por primera vez, en 37 años de historia, la Fundación Konex entrega una mención especial a Estudios de Género, dentro de la categoría Humanidades. ¿Qué significa este premio para ustedes?
Dora: Es un reconocimiento a los estudios, a la condición femenina, a las condiciones de género que existen, que son asimétricas, jerarquizadas. También es un reconocimiento a nuestras preocupaciones, en mi caso, tanto académicas como civiles en torno a los derechos de las personas en la enorme diáspora de la sexualidad. Reconoce a todas esas dignidades.
Clara: Para mí también es muy importante porque hace más de 30 años que los estudios de género se han instalado en la Argentina. No es solo una tarea: se trata de sacarle el antifaz al modelo patriarcal, un modelo jerárquico que genera privilegios que atentan contra cualquier grado de solidaridad entre los géneros. Es muy importante para no quedarnos en la superficie e ir al fondo, porque el fondo tiene que ver con un modelo de poder. Sea quien sea quien lo ejerza, si es un modelo jerárquico y patriarcal, es un modelo antisolidario.
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María Luisa: A nivel personal es una manera de legitimar públicamente un espacio que, en general, siempre se minimiza. Que haya un reconocimiento público de un lugar prestigioso, prestigia la tarea que se ha hecho sistemáticamente hace 30 años. Y más porque lo hemos hecho nosotras y muchas otras mujeres que han dejado sus vidas en esto: que salga a la superficie es un alivio, un aliciente para las que siguen en la lucha. Adhiero con Clara en no quedarnos en la superficie, que con esto ya alcanzamos todo. Las leyes son un piso. Hay que desarmar un entramado social muy prejuicioso. La ley tiene un valor simbólico importantísimo pero lleva tiempo hasta que su valor simbólico es asimilado por el señor y la señora común.
Hay muchos temas para tratar. Entre los primordiales, se encuentra la violencia de género. Contamos con leyes, pero cada 32 horas una mujer es agredida
Clara: Se habla de las mujeres como víctimas pero tampoco se hacen campañas para los hombres, que son los victimarios. Es muy llamativo que en los programas de TV o el cine no se haga una publicidad y un análisis de lo que es un hombre golpeador y por qué golpea. Tiene que golpear porque se siente tan frágil, débil e impotente. En la medida en que la sociedad solo piense que el hombre es potente porque paga todo, paga la olla, paga sexualmente, el modelo patriarcal persistirá. Hay que ir al fondo, hacer campañas para los hombres. Para mostrarles que no tienen que hacerlo y vean por qué lo hacen.
Dora: Yo agregaría algo más: la noción de la violencia contra la mujer tiene 50 años. Demoró mucho en ser incorporada por nuestras antecesoras, las feministas. En nombre del “honor” masculino, los códigos penales prácticamente autorizaban hasta la muerte de la mujer en casos de infidelidad. Después de la Segunda Guerra Mundial, se cambia la agenda y aparece fuertemente la noción de violencia contra las mujeres. Creo que el primer orden de esta violencia fue la sexual, la más omitida, la más maquillada, la más permitida, porque el orden patriarcal tiene doble racero. Es un orden simbólicamente violento. Sacarle las bridas va más allá de la construcción de un nuevo orden jurídico, que de hecho estamos teniendo.
María Luisa: No creo que la violencia contra las mujeres tenga una sola causa. Estoy de acuerdo con que hay una causa psicológica. Es decir, que el hombre puede sentir siempre puesta a prueba su virilidad. Y esa es una carga muy pesada: no terminan de reconocer el costo que tiene. Pero también hay violencias estructurales y legales que poco a poco se van revirtiendo. Todo esto confluye en un lugar exculpador, que es: “acá esta la víctima”. Por eso no se ve al victimario. Una vez que localicé a la víctima, la puse en un lugar del que es difícil salir, no solo psicológicamente sino socialmente.
Asocio ese lugar con el espacio secundario que a veces ocupa la mujer a nivel familiar, social, laboral, político. ¿Cómo nos ven hoy, tomando como punto de partida sus largas investigaciones y trabajos?
Clara: En este momento que la violencia de género está tan a la vista, la dificultad de la subordinación femenina parecería estar puesta ahí. Y ése es un aspecto, nada más. Hay algo de lo cual no se habla, que es la naturalización del lugar de la mujer. Es “natural” que si estamos sentados a la mesa y alguien pregunta “¿hay sal?”, seguramente sea la mujer la que se pare a buscarla. Tal vez el otro no se la pide directamente. Pero la mujer asumió, por siglos y siglos, que la sal le corresponde: hay una naturalización tanto del hombre como de la mujer. Ambos naturalizaron que lo que le correspondía a la mujer era la subordinación y el privilegio, al varón.
Ese conflicto continúa en las mujeres jóvenes. Aunque las parejas “ayudan”, “colaboran”, ellas suelen hacerse cargo de las tareas del hogar…
Clara: Continúa porque no han aprendido a negociar. No es que las mujeres son machistas o repiten actitudes machistas: la cultura es patriarcal. Tanto hombres como mujeres hemos nacido en una cultura patriarcal, que tiene determinados privilegios y cosas establecidas. Y a ese tema no se va, no se va al tema del poder porque se insiste en colocar el poder solamente en los lugares públicos. Y el poder está en la casa, en la cama, en la mesa, en el subterráneo, en todos lados.
María Luisa: Estoy de acuerdo. Veinte años atrás, el ejercicio de poder del varón era legítimo, y la ley lo amparaba. Si la mujer protestaba, la ley no la amparaba. Ahí parece interesante lo que dijo Dora sobre violencia sexual. Si analizamos los contratos sexuales o matrimoniales que concebían el cuerpo de la mujer como patrimonio del varón, era imposible que la mujer alegara que la habían violentado porque esa figura no existía en la década del 60. ¿Y en este país hace cuánto que existe la violación matrimonial? No hay una causa ni un foco único, hay una pluralidad de causas que convergen en privilegios. Y ahí sí, los privilegios han sido históricamente de los varones, indistintamente incluso de las opciones sexuales, hasta hace poco.
¿Qué opinan sobre el avance de la mujer en el país?
Dora: Yo soy una optimista irredenta, hemos recorrido un largo camino. Para las que hacemos historia, eso es inexorable. Hasta 1926 teníamos un Código Civil que inferiorizaba jurídicamente a la mujer. En 1968 obtuvimos la plenitud jurídica. Desde entonces, hemos tenido un panorama de cambios notables: la ley de violencia doméstica, la Argentina está dentro de los países que ha incorporado penalmente la noción de femicidio. Hemos cambiado mucho, aunque eso no signifique necesariamente reconocimiento. Pienso en el CONICET: hay casi 53% de mujeres. En la cúspide del CONICET hay solo 25%, pero sí hay mayor conciencia. Si el feminismo fuera casi de automatismo inminente, tendríamos el mundo patas para arriba hace mucho: el problema es darse cuenta, visibilizar. Y eso es difícil. Por ejemplo, si a las científicas se les pregunta si han sido discriminadas, van a decir que jamás lo han sido. Eso es fundamental para dar otros pasos…
¿Qué es fundamental, reconocer la discriminación?
Dora: Que se den cuenta de la subversión de sí mismas. Y también necesitamos la conciencia de los varones. En el pasado, el feminismo contó con la compañía de varones de buena voluntad. El feminismo ha aprendido mucho a lo largo de este siglo. Soy optimista. Habrá grandes cambios, que la generación de mis nietas va a disfrutar.
María Luisa: Pensar que participamos en las marchas por el divorcio, que llegó recién con la Democracia.
Para las generaciones más jóvenes, el divorcio ya es un hecho. Ellas pertenecen a la generación del matrimonio igualitario.
María Luisa: Que tengamos continuidad democrática ha evitado cortes tajantes donde los retrocesos fueron terribles. También el feminismo es una forma de democratización de la estructura social porque coarta privilegios, da derechos, visibiliza.
La mujer se debilita cuando el país retrocede. En tiempos de crisis y desempleo, la maternidad y el embarazo pueden ser vistos como una contrariedad a la hora de buscar trabajo, por ejemplo.
Clara: Totalmente, pero por un sistema que las coloca allí. Las mujeres son las que primero van a sufrir o morir en una guerra. Pero todo eso está basado en un modelo de relación. Y acá hay una idea importante: el gatopardismo. Me preocupa muchísimo que, a pesar de todos los avances producidos en los últimos 30, 40 años, muchas crean o sean mostradas en los medios como mujeres “independientes”, que ya han ganado todo porque ocupan los mismos lugares que los varones, cuando en realidad están subordinadas a un modelo, que las hacen seguir siendo objeto y no sujeto. Lo vemos a diario en TV. Eso es gatopardismo.
Algunas mujeres llegan a cargos muy importantes utilizando recursos masculinos. No son generosas con las nuevas generaciones, no comparten espacios…
Clara: Esos son recursos del patriarcado.
María Luisa: En esa línea yo veo un bombardeo de dobles discursos. Los modelos con los cuales las chicas se identifican siguen siendo Barbie o Violetta, que cumplen con todos los mandatos de feminidad y de masculinidad, si incluyo al novio Ken. Uno de los mandatos que veo con “trampa” es el de la maternidad, no por la maternidad misma, sino por el reconocimiento que encuentran las adolescentes muy jóvenes, de 13/14 años, de que el único lugar de visibilidad e importancia en muchos de sus contextos es ser madres. Entonces tenemos un problema muy serio de maternidad adolescente. Conocen todos los modos para cuidarse y nos los usan porque hay un mandato muy subterráneo de que tienen que mostrar la virilidad y obviamente esto se muestra en un embarazo. Las chicas asimilan ese mandato de ser madres como su proyecto de vida, cuando no saben ni siquiera lo que es un proyecto de vida.
Dora: Hay un doble discurso, pero también tenemos una feminización de la matrícula universitaria extraordinaria. Hace 60 años, Filosofía no era un lugar para mujeres. Sí Letras o Historia. Hemos cambiado mucho el panorama. Pero aún en países como el nuestro -donde las mujeres están muy bien posicionadas en la Ciencia por la enorme cantidad presente en el Conicet y fuera de él- subyace la idea de que las ciencias “al dente” no son para las mujeres. Todavía esa contradicción tremenda subsiste, el mandato familiar. Y ahí es muy difícil que entre el Estado. Mi preocupación es que todos los avances que tuvimos son contrariados por la falta de intervención atinada respecto de esta desestructuración de los poderes jerarquizados, como la escuela. Como se dictan Ciencias Naturales, deberían darse nociones elementales de género. Esto deshabilitaría los modelos patriarcales y además sería una contribución fundamental desde el punto de vista preventivo de la violencia.
Concretamente, incorporar cuestiones de género a la escuela.
Clara: Lo de Dora es interesante. Una de las cosas que sucede es que el feminismo sigue teniendo mala prensa. En los 80, cuando empezamos con el Centro de Estudios de la Mujer, trabajamos estos temas. El feminismo se estudió fuertemente durante una o dos décadas. Pero ahora prácticamente ha desaparecido. No se trabaja, no se lo estudia, no se lo entiende. Y además se lo asocia con los extremos, con querer “reventar” al hombre u ocupar su lugar. Sigue siendo un tema tabú.
Dora: Nosotras éramos muy excluyentes también, al principio. Hoy veo que hay una gran diáspora: hay feminismos de muchos más colores que antes y formas, expresiones y solidaridades nuevas. Me parece que hoy tenemos una diáspora en el feminismo. Hay muchos feminismos que tienen que ver con reivindicaciones de sexualidades, por ejemplo, y eso hay que atenderlo también. A las académicas nos vino muy bien el atajo de “género” porque asustaba y era muy arrollador el término “feminismo”, elemento de subjetivación que aparecía sobre la objetividad de la Ciencia. Fue muy estratégico el cambio. Aquí me parece que todas vamos a coincidir: lo que menos nos preocupa es rotular a la gente de feminista o no feminista. Lo que nos interesa es cómo nuestras congéneres se animan a dar saltos, a salirse de sus cárceles, a quebrantar esos mandatos, que nos han tiranizado.
¿Y qué ocurre con la participación política?
Dora: El problema es que el ejercicio del poder tiene un fermento contradictorio: a la mujer no se le perdona lo mismo que a un varón. La carrera política de una mujer todavía es inmensamente difícil. Para los varones, perder tiempo en política es ganar tiempo. El tiempo es un elemento fundamental en la acumulación de poder y una mujer no tiene tiempo muerto porque es poligerente. Una mujer sigue gerenciando su casa esté en el laboratorio o en el parlamento. Todavía está en agenda el tema del aborto. Ahora parece que podríamos tener la sanción de la Ley de Paridad, que incluye la igualdad: 50% en las listas.
Contamos con Ley de Cupo, ex Presidentas, Vice, gobernadoras. ¿Es necesaria una ley para alcanzar la paridad?
Dora: ¡Ahhh! Suspendela dos días y vas a ver cómo queda todo (risas).
María Luisa: En esto voy a ser optimista (risas). Yo creo que la presencia femenina en puestos de poder ayuda a que las chicas puedan identificarse con una figura femenina, aunque sea para criticar. Alguien llegó. Y demuestra que ese espacio existe. Eso forma parte del proceso identificatorio.
Clara: Las mujeres tendríamos que tener las mismas oportunidades que el varón simplemente porque somos seres humanos, no por ser mujeres. Eso es lo que se va tergiversando y desdibujando cuando no se ve a fondo lo que significa el modelo patriarcal.
¿Cómo ven el futuro?
Dora: Seguramente dentro de 200 años, estos temas van a fulgurar como cosas muy arcaicas. Espero. Sigo apostando a que hagamos pactos de convivencia para vidas equitativas y dignas.
Clara: El mundo está cambiando. Es un proceso.
María Luisa: No veo una historia lineal, sino con quebraduras y altibajos y muchas comillas imponderables, como la contaminación del planeta y el auge de los fundamentalismos. Ninguno son favorables para las mujeres y tampoco para los varones.
CLARIN