01 Oct Cita con Cándido López, el pintor que perdió una mano en la guerra
Por Diego Erlan
¿Y si Teodosio fue el encargado de cortar la mano con la que pintaba Cándido López?
Empecemos desde el principio. Debajo de su cama, en Rosario, la joven artista María Luque (1983) guardaba un daguerrotipo de su tatarabuelo, Teodosio, presencia que le causó terror en su infancia por el gesto adusto de un hombre que parecía tener mil años pero no llegaba a los treinta. Esa imagen la inquietaba. Con el tiempo y las historias que su padre no se cansaba de contar, María supo que Teodosio cursaba el último año de medicina cuando fue convocado por el ejército para ir a la Guerra del Paraguay como uno de los médicos del Batallón de San Nicolás. Un diploma, en el consultorio del padre de María reconoce su labor durante la Batalla de Curupaytí. Teodosio inició una dinastía de médicos en la familia Luque, que llegó hasta María y sus hermanos. Ella nunca quiso estudiar medicina: lo suyo era el dibujo. Y uno de sus maestros –reconoce– fue Cándido López, el pintor que retrató aquella guerra brutal de una manera extraordinaria.
Cuando descubrió que Teodosio y Cándido habían formado parte del mismo batallón; cuando supo que Cándido había sido fotógrafo bajo el seudónimo de Zepol y fue el autor del daguerrotipo de Teodosio; cuando supo que esos médicos jóvenes, para salvar la vida del soldado López tuvieron que cortarle la mano derecha, la misma con la que hacía sus dibujos, entonces María comprendió que no había traicionado su destino: estaba señalado desde el principio.
Esa es la historia real detrás de La mano del pintor, la primera novela gráfica de María Luque, que en estos momentos lleva una campaña en la plataforma Ideame para conseguir fondos que ayuden a publicarla a través de la editorial Sigilo. Aspiran a 128.000 pesos y hasta ayer tenían 79.300.
“Dibujo la guerra, doctor. Me propuse servirle a mi patria como soldado voluntario y también como historiador en el pincel. Estos son los bocetos, cuando la guerra termine y vuelva a Buenos Aires van a ser pinturas al óleo”, le dice Cándido López al jefe de los médicos que lo recibe en su carpa, durante la campaña, por una molestia en la mano. Es una de las primeras escenas de la novela para la que María Luque investigó, se documentó y pasó días enteros en las salas del Museo Nacional de Bellas Artes.
Cándido López, después de quedar manco y regresar a su casa, pintó al óleo esas escenas de las que había sido testigo, pero lo hizo, desde luego, con la mano izquierda. Tuvo que reeducarla. Ese es uno de los relatos más fascinantes de la historia del arte. Entender que esos campos de batalla donde se detallan cuerpos desangrándose y paisajes exuberantes fueron pintados por un hombre que había perdido la mano con la que pintaba. No sólo eso. Pintó esos lienzos apaisados como miniaturas, en la tradición de la cartografía militar europea, con la pobreza zumbando alrededor de sus doce hijos. “Una de las cosas que más me sorprendió de Cándido era el nivel de detalle de sus bocetos en carbonilla y sus anotaciones: cómo se detenía en observaciones poéticas sobre el paisaje. En medio de la muerte y el hambre, Cándido tenía la fortaleza para deslumbrarse por esas cosas y eso se refleja luego en sus pinturas”, dice Luque.
CULTURA María Luque es ilustradora Hizo una novela grafica inedita que cruza una historia familiar con Candido Lopez y la guerra del Paraguay (19.08.2016) NESTOR GARCIA buenos aires maria luque creadora novela grafica inedita ilustradora nota entrevista reportaje
El gesto ingenuo en el trazo de la artista rosarina se conjuga con el tono del relato y podría parecer fuera de lugar junto a la brutalidad de esta historia. Sin embargo, es en esa combinación donde Luque encuentra la potencia de su trabajo. No sólo en el ambicioso desafío de sumergirse en una guerra como la de la Triple Alianza sino también en tratar de contarla desde el punto de vista de los soldados para reflejar sus dudas, temores e idealismo sin olvidarse del capricho de quienes la dirigieron.
El trabajo de María Luque fue ambicioso y el resultado, conmovedor. “Nunca había dibujado soldados ni armas y por lo general me generan bastante rechazo”, admite. “Al momento de empezar a imaginar el libro, fue difícil resolver esas cuestiones. Sabía que en algún momento iba a llegar la batalla y que tendría que dibujarla. Me parecía, sí, que esa contradicción (no es el tipo de lenguaje visual que uno espera al imaginarse algo bélico) jugaba a favor de la historia. No busco representar la guerra con detalles escabrosos. No me interesaba generar repulsión por la sangre sino centrarme en los personajes. En la obra de Cándido también pasa eso: los soldados son miniaturas. Se puede ver la sangre y escenas terribles pero no genera sensación de rechazo. Esas escenas están rodeadas de naturaleza, de árboles gigantes.”
María Luque se detiene y se ríe: “Me parece que, hasta cierto punto, este libro era una forma de redimirme de haber cortado la tradición de médicos en mi familia.” Al imaginar este proyecto de 190 páginas llegó a obsesionarse con Cándido. “Incluso cada vez que vuelvo al Bellas Artes veo sus pinturas y le guiño un ojo”, dice. “Siento que somos amigos en serio.”
CLARIN