¿Recrudece el choque de civilizaciones?

¿Recrudece el choque de civilizaciones?

¿Es válida aún la idea que inauguró dos décadas atrás el historiador Samuel Huntington? La aparición del ISIS parece confirmar que hay dos mundos en pugna, que se miran mutuamente con anteojeras y estereotipos cada vez más peligrosos e inútiles.

Occidente no puede exportar la democracia liberal
Por Mariano Caucino
Amediados de 2014, aparece en la escena global el ISIS (Estado islámico de Irák y el Levante), cuya vocación de ejercer el control territorial lo distingue de las clásicas organizaciones terroristas. La toma de Mosul, la segunda ciudad de importancia de Irak, despertó alarmas en Occidente. Pocas horas más tarde, ISIS proclamó la creación de un “califato” en los territorios que habían caído bajo su control operacional. Las salvajes decapitaciones transmitidas en vivo mostraron hasta qué punto el desprecio por la vida mueve a la peligrosa organización.
En tanto, la guerra civil siria logró la atención mundial cuando, a fines del último verano europeo, miles de refugiados intentaron ingresar a la Unión Europea. Sin embargo, el drama humanitario en Siria tiene un alcance infinitamente más importante que el de las cien o ciento cincuenta mil personas que pujaron por llegar a Alemania: el conflicto, que lleva ya casi cinco años, se ha cobrado la vida de doscientos cincuenta mil hombres y casi la mitad de los veinte millones de habitantes del país fueron desplazados o están refugiados. El conflicto sirio, además, sirvió para poner de manifiesto las divergentes posturas que frente al inestable tablero mundial mantienen Estados Unidos y Rusia. Las autoridades norteamericanas acusaron a Rusia de abastecer militarmente al régimen de Bashar Al Assad mientras que el Kremlin sostuvo que al desestabilizar a Damasco las fuerzas occidentales solo habían conseguido complicar la situación con el consiguiente surgimiento de ISIS a gran escala. Inicialmente, la gravedad de la crisis interna en Siria y el drama de millones de refugiados parecieron acercar a Rusia y los EEUU. Después de todo, ambos países compartían un enemigo: el extremismo islámico representado por el ISIS.
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La última Asamblea General de las NacionesUnidas, a fines de septiembre, ofreció el escenario en el que quedaron de manifiesto ambas posiciones: el presidente Vladimir Putin explicó que su país “no tiene una política expansionista pero no tolera el uso del terror”. El líder ruso criticó la “exportación de las llamadas revoluciones
democráticas a escala global”. Citó las revoluciones en Medio Oriente y se preguntó: “¿Qué vino después?” Putin remarcó que “en lugar de democracia, tenemos violencia y desastre social” y le preguntó a la Asamblea, “¿Son conscientes de lo que hicieron?”. Pocas horas más tarde, Rusia inició una ofensiva contra objetivos militares de ISIS en Siria a través del uso de la fuerza aérea rusa, pero con aviones piloteados por sirios.
En las últimas semanas, el extremismo volvió a atacar: un avión comercial ruso que había partido de Sharm al Sheik (Egipto) explotó en el aire cuando volaba hacia San Petersburgo semanas más tarde. Más de doscientas personas
perdieron la vida.
Los atentados en París terminaron salvajemente con la vida de más de 120 inocentes. ISIS se atribuyó la autoría.
El convulsionado tablero de la política mundial obliga a los líderes a buscar fórmulas de cooperación en la lucha contra
un terrorismo de alcance global que solo puede ser atacado a través de una ofensiva
también global. La situación también amerita la reconsideración del realismo como
punto de partida a la hora de ejecutar políticas. Alguna lección debemos aprender de las debacles de Irak y el fracaso estrepitoso de la “Primavera árabe”.
Occidente debe abandonar las ilusiones. La realidad impone tener en cuenta la idea sencilla pero inexcusable de que las nociones de geografía, historia y cultura no pueden ser soslayadas. La creencia voluntarista de que el modelo de democracia liberal era posible de ser exportado a todo el mundo se desvanece. En 2010-11 esas ensoñaciones llevaron a imaginar una ola
democratizadora en Medio Oriente. La ilusión de creer que Occidente podía imponer sus reglas de la noche a la mañana chocó una vez más contra la realidad.
Es tan sencillo como inexcusable: las nociones de geografía, historia y cultura no pueden ser soslayadas.

El horror de lanzar religión y política a la batalla final
Por Horacio Esteban Correa
El Papa Francisco declaró ante los atentados terroristas en París que usar el nombre de Dios para matar es una blasfemia. Está reafirmando lo que señaló su antecesor en Ratisbona, Benedicto XVI, cuando destacó el encuentro entre el emperador bizantino y un ilustrado musulmán. El bizantino, teniendo en cuenta que Constantinopla estaba rodeada por los ejércitos musulmanes, señaló: “religión que mata en nombre de Dios no es verdadera religión”.
Y aquí, el problema de cómo comprender valores y tradiciones vigentes que están más ligadas a una suerte de caballeros jedi o secta sith, que a ejércitos modernos regulares. Que posee conceptos donde la yihad (palabra derivada del verbo yahada que quiere decir esfuerzo, en principio esfuerzo espiritual para ser mejor) puede convertirse por un límite tenue en la justificación para el combate militar, pero más aún, en tácticas de terror que muestran signos de barbarie, que en ciertas acepciones de la lengua árabe, tawwasuf, significa virtud rústica y original.
Que morir tiene una connotación de cumplir una deuda, derivada del verbo wafay, que quiere decir “completarse”, “pagar deuda con la vida que Dios nos dio”. En pasado tawafay significa cumplió, pagó, saldó la deuda. El ISIS ha recortado y sesgado infinidad de conceptos teológicos del islam, que es una gran tradición cultural y filosófica de la humanidad, ya que al decir del arabista Maíllo Salgado, el islam tuvo una vocación de religión de síntesis desde las palabras e inferencias de Mahoma, y luego con su fulminante expansión en sus primeros años.
Esos conceptos han sido resignificados, para configurar una estrategia que nutra las operaciones de táctica terrorista. En términos junguianos, el ISIS ha recortado el arquetipo en un estereotipo funcional a su estrategia.
Los ataques en Francia, país que posee una gran población musulmana, tienen como objeto polarizar el mundo entre cristianos y musulmanes, aumentar la islamofobia y definir la batalla final.
La polarización llevará a definir los contendientes y lograr terminar con la fitna (la división primigenia de los musulmanes entre sunnitas y chiítas, provocada por shaitan, satanás) y así bajo un solo liderazgo, recobrar la fitrah (esencia de las cosas y su unidad) primigenia.
Existe una profecía islámica, que es utilizada por el ISIS; la batalla final de Dabiq, donde los musulmanes enfrentarán a una horda de infieles con sus ochenta banderas. Dabiq queda en Siria, el ejército islámico es el ISIS y la posible coalición internacional, la horda de infieles. Sobrevendrá una derrota para el ejército islámico, pero luego la victoria emergerá por obra de Dios.
Quizá haciendo cumplir las palabras de Gadafi, sobre que la demografía musulmana supere rápidamente a la europea y que en pocas décadas Europa será musulmana sin necesidad de armas, secuestros o ataques terroristas.
El presidente de Francia ha dicho que el país está en guerra. Aquí, Jung señalaba que en la guerra la “sombra inconsciente” emerge y todo nuestro odio, bajezas y defectos se proyectan en el otro ya convertido en enemigo objetivo. Todas nuestras miserias encuentran un campo fértil en la guerra para hacer lo que nunca hemos hecho, lo inconfesable de nuestras miserias. Parafraseando a la saga de Star Wars, entramos en el lado oscuro y de él es muy difícil salir.
El componente de alta estrategia del ISIS, además, incorpora valores extraídos de una gran tradición religiosa. Esto agrega otro tópico, una convicción moral, ligada con la idea tribal arquetípica, que da una cohesión de la que pocos ejércitos pueden ufanarse.
De esta manera, el ISIS aprovecha los múltiples estereotipos que existen sobre el islam y los usa a su favor. Así, la polarización y la guerra aparecen irrefrenables. “Cuando política y religión van de la mano una tormenta asoma en el mundo” señaló Frank Herbert, autor del libro “Dunas”.
CLARIN