Hillary y Trump se atacaron sin sutilezas en el primer debate

Hillary y Trump se atacaron sin sutilezas en el primer debate

Por Rafael Mathus Ruiz
HeMPSTEAD, Nueva York.- En sintonía con la retórica ácida que ha distinguido la campaña presidencial de Estados Unidos, Hillary Clinton y Donald Trump se atacaron sin sutilezas en el primero de los tres debates presidenciales, en un intento de quebrar la paridad que las encuestas muestran cuando falta poco más de un mes para las elecciones.
Fue el choque que todos anticipaban: tenso por momentos, agresivo y sustancial, y, en otros instantes, entretenido y superficial, con dos estilos antagónicos en escena.
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Les tomó apenas unos minutos a Trump y Clinton dejar las sonrisas y la cordialidad de su saludo inicial de lado y atacarse con chicanas, ironías e interrupciones. Ante la duda de que Trump aparecería en escena, en pocos minutos no hubo duda: fue el Trump de siempre, no la versión “presidenciable” por la que abogan algunos miembros de su equipo.
Clinton, vestida con un traje sastre rojo, el color distintivo de los republicanos, optó por reírse de los ataques de Trump e ignorar sus interrupciones, e intentó casi siempre mantenerse incólume asestando dardos ocasionales. “Donald, sabemos que vivís en tu propia realidad”, lo atizó en un momento. Sobre su declaración impositiva, dijo: “Hay algo que está escondiendo”.
Trump, quien lució una corbata azul, color de los demócratas, cargó contra Clinton y la interrumpió cada vez que pudo. Optó por un estilo muy agresivo: la atacó con la economía, con su respaldo a acuerdos de libre comercio, con su trayectoria en Washington y, sobre todo, con el uso de su servidor privado para manejar su correo electrónico cuando era canciller. Al inicio del debate, Trump volvió a acusar a México y China de “robar” trabajos a Estados Unidos, uno de los pilares de su mensaje.
“Típico político, pura habladuría, nada de acción”, fustigó Trump, luego de que Clinton describió, con el detalle que la caracteriza, sus políticas para la economía. “No tenés plan”, retrucó la demócrata.
El primer debate ha llegado justo cuando la carrera se ha cerrado hasta dejar a los dos candidatos casi empatados. Hillary Clinton aún logra mantener la ventaja que abrió tras las convenciones partidarias, pero, tras casi dos meses en los que Trump moderó su tono y repuntó en las encuestas, la diferencia es mínima.
El promedio del sitio RealClearPolitics le otorgaba ayer a la demócrata una ventaja de tan sólo 2,3 puntos en los sondeos que miden el voto popular. El sitio FiveThirtyEight le otorgaba ayer un 55,2% de probabilidades a Clinton de lograr la mayoría en el colegio electoral, lejos ya del pico del 89,2% de mediados de agosto.
El mensaje de la catarata de encuestas que caracteriza la contienda por la Casa Blanca es unívoco: la elección está abierta. Clinton parece ya resignada a perder Carolina del Norte y Ohio, el estado que ha elegido al presidente en cada elección desde 1964, y se aferra a Pensilvania, que podría resultar crucial para sus aspiraciones.
Clinton y Trump habían llegado a Hofstra, que ayer quedó blindada bajo un fuerte operativo de seguridad, con objetivos y desafíos muy distintos. Trump gozaba de una ventaja natural: era el outsider, la cara fresca, que les ganó a todos y se ganó un lugar en lo más alto de la política norteamericana para debatir cara a cara al lado de un ícono del establishment, Hillary Clinton. Ya el solo hecho de estar allí lo hacía ver más presidenciable, algo en lo que sus asesores han hecho mucho hincapié.
Trump, además, se mueve en televisión mejor que cualquier otro político. Clinton es la contracara: tiende a dar respuestas demasiado sesudas para una audiencia que responde mejor al golpe de efecto. Por eso, su desafío era intentar descolocar al candidato para mostrar que no tiene el temperamento que demanda la presidencia de Estados Unidos.
Hubo figuras para todos los paladares. Hasta Don King se dio el lujo de pasearse por la sala de los periodistas aferrado a una bandera de Israel, luciendo un enorme botón con la imagen de Trump en su campera de jean.
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