01 Sep El cáncer hace estragos en un pueblo alemán y todos miran al fracking
Por Pablo Sanguinetti
Los habitantes de Bothel llevan años forzados a convivir con un vecino inquietante y temido: el cáncer. La enfermedad parece haberse acomodado en la apacible comarca del noroeste de Alemania y se ensaña con su población a tasas que duplican lo normal. Muchos lo atribuyen a la explotación de gas en la zona, pero nadie tiene una respuesta segura para la pregunta clave: ¿qué ocurre en Bothel?
“El tema salió a la luz cuando una vecina se dio cuenta de que muchos de sus conocidos habían muerto de cáncer o tenían la enfermedad”, explica a LA NACION Dirk Eberle, alcalde de la comunidad.
Era algo más que una percepción subjetiva: los registros sanitarios confirmaron una incidencia inusualmente alta de dos tipos concretos de cáncer en Bothel y otras regiones vecinas. “Los expertos dijeron que una tasa tan alta ya no podía ser casualidad”, revela Eberle.
Entre 2003 y 2012, un total de 41 hombres residentes en Bothel enfermaron de leucemia y linfoma, más del doble de lo que correspondería estadísticamente a sus 8500 habitantes. Más dramático es el caso de Bellen, un pequeño pueblo de la comunidad: 12 de los 52 vecinos tienen al parecer cáncer y cuatro murieron por la enfermedad desde 2005, según la prensa local.
Para aclarar las causas, el gobierno del estado federado de Baja Sajonia organizó una consulta entre miles de habitantes de la región y luego realizó entrevistas exhaustivas a quienes padecían cáncer o tenían conocidos con la enfermedad. El objetivo: encontrar patrones comunes o pistas que permitieran vislumbrar una explicación.
El resultado de la investigación debería presentarse los próximos meses, pero muchos sospechan ya de un posible culpable: la industria del gas. El paisaje de la zona está salpicado por decenas de torres de perforación de un gigante petrolero norteamericano que explota hidrocarburos en gran parte mediante fracking o perforación hidráulica.
El polémico método -que tiene en el yacimiento argentino de Vaca Muerta una de las explotaciones más grandes del mundo- consiste en fracturar formaciones rocosas profundas inyectando un cóctel de agua, arena y químicos. Mientras sus defensores lo ven tan seguro como cualquier otra técnica, grupos ecologistas creen que contamina el agua y el suelo, con los consiguientes riesgos para la salud.
Entre quienes vinculan directamente el fracking con la alta tasa de cáncer en Bothel se encuentra Matthias Bantz. Este médico impulsó a fines de 2015 una carta al gobierno de Baja Sajonia que alertaba sobre la situación y exigía aclaraciones. Otros 200 médicos firmaron la misiva. “Hay investigaciones en Canadá y Estados Unidos que demuestran el vínculo entre el fracking y el cáncer”, explica Bantz a LA NACION. Experto en medicina y medio ambiente, tiene pocas dudas sobre la relación entre la explotación de gas y los casos de Bothel: “Desde un punto de vista científico, siempre puede haber otras causas, pero personalmente creo que es así”. El médico lamenta los “lobbies muy poderosos” de la industria, que a fin de cuentas da trabajo a varios miles de personas en la zona. “La legislación es muy antigua y permite que sean las propias empresas quienes midan la contaminación que producen. No se las puede controlar si no quieren.”
Después de meses de debate, el gobierno alemán aprobó en junio una moratoria que prohíbe el llamado fracking no convencional hasta 2021, cuando el Parlamento revisará la decisión. Los partidos de la oposición y plataformas ecologistas consideraron insuficiente ese paso y pidieron que se vete el controvertido método de forma definitiva y absoluta.
El debate político se sigue desde lejos y con cierto escepticismo en las tranquilas calles de Bothel. A los vecinos les importa sobre todo una cosa: saber cómo defenderse de una amenaza con la que conviven día a día. “Muchos se preguntan: ¿cuándo me tocará a mí?”, cuenta Bantz sobre las consultas que recibe.
El alcalde Eberle apoya el trabajo “correcto y transparente” realizado hasta ahora por las autoridades regionales, pero admite que no todo el pueblo comparte su optimismo.
“El ánimo en Bothel es cambiante”, describe. “Por un lado hay miedo, claro. Por el otro, desconfianza en que la investigación aclare la causa real de lo que ocurre.” La respuesta llegará este año, pero el alcalde sabe que cada día de espera pone a prueba los nervios de su comunidad: “Para nosotros, son momentos difíciles”.
LA NACION