08 Sep Diez (nuevos) conflictos en la pareja moderna
Por Sebastián Ríos
“¿Estás cenando conmigo o con tu teléfono?”, o el clásico: “¡La vamos cortando con el celular!”. Fernanda Schnorr recuerda haber dicho más de una vez estas frases que se han convertido en un lugar común en la vida de las parejas atravesadas por la ubicua tecnología: “Luciano, mi marido, tiene dos celulares: el del trabajo y el personal. Cuando está fuera del trabajo tiene que mirar el celular laboral, pero además usa el teléfono personal para todo, incluido Facebook y WhatsApp -cuenta esta abogada de 36 años-. Si bien tratamos de no usar celular cuando comemos en familia o cuando estamos con amigos, es inevitable que en algún momento mire el teléfono y aparezca el reclamo: «¿No habíamos quedado en que en la mesa no chequeábamos WhatsApp? »”.
La mirada perdida en el celular (y en las pantallas en general) se ha convertido en uno de los nuevos y frecuentes motivos de discordia en las parejas que en esta segunda década del siglo XXI se enfrentan a desafíos completamente distintos a los que debieron afrontar sus padres. La intrusión de la tecnología es sólo uno. La consolidada presencia de la mujer en el mundo laboral, y el nuevo papel de los padres en la crianza provocó nuevas competencias dentro de la pareja. Al mismo tiempo, las nuevas configuraciones familiares -familias ensambladas, matrimonio igualitario- también suponen desafíos nuevos, y, como es de esperar, otros motivos de cortocicuito que hace 30 años eran impensados.
“A lo largo de la historia, las parejas prosperaron, o no, inmersas en los mandatos de la cultura de cada época -señala el médico psiquiatra y psicoanalista Pedro Horvat-. En nuestros días, existe una clara conciencia de la importancia del desarrollo de la vida afectiva, la comunicación y la sexualidad, ítems que representan aspiraciones ideales de toda pareja. Sin embargo, la inmediatez, la necesidad de soluciones rápidas y cierta tendencia al individualismo y al hedonismo conspiran contra estos logros”.
Miguel Espeche, psicólogo especialista en vínculos, advierte la presencia de ciertos factores comunes en las parejas actuales: “Actualmente ha mermado la tolerancia a la frustración entre los padres y hay una pedagogía de la polémica como método de abordaje de los temas, lo que pone en pie de guerra a los miembros de la pareja hasta en temas irrisorios. Existen casos en los que se discute… ¡hasta estando de acuerdo! También la confusión acerca de los significados de la palabra «igualdad» genera problemas. Por eso, es más funcional la palabra equidad, que no obliga a una simetría, sino a una manera de hacer las cosas justa y eficaz para ambos miembros de la pareja”.
Pero, ¿cuáles son hoy los diez nuevos motivos de conflicto en la pareja? A continuación, una lista que surge del consenso de distintos especialistas consultados por Sábado.
Tecnología
Celulares on, parejas off
“Que mis hijas usen el celular cuando comemos me pone furiosa y por eso a veces acepto que coman en sus habitaciones, pero lo que no tolero es cuando mi marido les dice apaguen eso ¡y él usa el de él!”, afirma Cinthia Peláez, de 42 años, para quien el omnipresente teléfono celular se ha convertido en un tercero en discordia. Incluso sospecha que a veces el celular es sólo una excusa: “Cuando viene mi mamá a comer, mi marido no se siente a gusto y aprovecha el celular para autoexcluirse y cada tanto aportar un monosílabo. Es complicado porque me quejo, siempre hay un mensaje al cual tiene que responder con urgencia”.
El psicoterapeuta Pedro Horvat advierte: “Aplicaciones como Facebook, Instagram o Twitter generan un tipo de actividad que resulta adictiva; a su vez, los grupos de WhatsApp atrapan con sus cataratas de mensajes que demandan atención y respuesta. Frente a estas situaciones, la pareja es un tercero excluido forzado a preguntarse cuándo fue que conversar juntos dejó de ser lo más importante, generándose un sentimiento de desinterés y aislamiento”.
Sexo
Distintas formas de ir a la cama
Como muestra Tinder -en el país hay más de 2,5 millones de matches por mes-, hoy a nadie le duele la cabeza. Pero que haya ganas no significa que haya conflictos en torno del sexo, donde los tiempos y las formas de unos no siempre son los del otro. “Un clásico de las discusiones es la frecuencia de las relaciones -dice Ezequiel Cenog, de 41 años-. Para mí son pocas, para ella pido mucho. Para mí sobran las oportunidades, para ella, faltan. A los varones nos alcanza con que estén todos durmiendo y con cerrar la puerta. A ellas, no; necesitan otro ámbito, una preparación especial, un cortejo determinado…”
“Pasado cierto tiempo de la pareja es habitual que el encuentro sexual pierda ese pulso más espontáneo del inicio y los ritmos del deseo no estén tan sincronizados como antes”, advierte Miguel Espeche, que recomienda “ser previsor y sintonizar la planificación con el disfrute, saliendo de ese mito que dice que en el sexo todo debe dejarse librado a la espontaneidad, y tener en cuenta la manera de ser de cada uno, y no regirse por pautas generales, generalmente falsas y basadas en parámetros dictados por la pornografía”.
Economía
Tu sueldo, el mío y las cuentas
Perimida está la tradicional división entre hombre proveedor y mujer a cargo del hogar y los niños. Con ambos integrantes de la pareja inmersos en el mundo laboral, la organización de las cuentas y los gastos compartidos causa más de un dolor de cabeza. “Existen distintas opiniones, siendo las más populares las de aportar 50/50 o la del proporcional a lo que gana cada uno -dice Nicolás Litvinoff, director de Estudinero.net-. La primera funciona si ambos perciben aproximadamente lo mismo, pero cuando uno gana menos que el otro puede sentir injusto tener que aportar lo mismo. En ese caso, la segunda opción se presenta como más equitativa. El esquema de las 3 cuentas (cada uno ahorra por su lado y hay una tercera cuenta para los gastos de la casa) no resuelve el problema porque el conflicto sobre el porcentaje a aportar en la cuenta en común persiste.”
“Si uno de los dos siente como injusto tener que aportar más que el otro porque gana más dinero, podría cometer infidelidades económicas que tienen que ver con esconder parte de sus ingresos o gastos. Esas infidelidades son mucho más comunes de lo que se piensa”, agrega.
Alimentación
La comida, un lugar de batalla
“Veganos que se niegan a tener relaciones sexuales con personas que consuman carne.” Así describieron los investigadores de la Universidad de Canterbury a los vegasexuales, individuos que -según el mismo trabajo científico- son cada vez más numerosos. Pero para las parejas ya consolidadas, que uno de sus integrantes adopte una alimentación restrictiva en algún punto puede convertirse en algo más que la excusa para no tener sexo.
“Muchas personas hoy se alimentan siguiendo criterios u objetivos que no siempre se comparten o respetan -dice Pedro Horvat-. No sólo no es fácil organizar la vida doméstica con criterios de alimentación muy distintos, sino que, además, se agrega el trasfondo emocional que suele acompañar este tipo de regímenes. Para muchas personas, estos criterios de nutrición cuidadosa son parte de una filosofía general de vida con lo que se enriquecen. Pero para otros no son más que un sistema de permisos y prohibiciones con algo de arbitrariedad, dogmatismo casi religioso y mucho de fantasía. Cuanto más rígido sea el método, mayor será la dificultad para integrarlo en la convivencia.”
Los ex
El pasado acecha en Facebook
“Las distancias de tiempo y espacio en las redes se trastocaron. Historias y personajes del pasado pueden irrumpir hoy con mucha más facilidad, y eso potencia los celos dentro de las parejas.” La introducción de este apartado, a cargo de Susana Mauer, hace referencia a ese aciago momento en el que él o ella descubren que ese “like” que rápidamente aparece en la nueva foto de perfil de su media naranja proviene de una media naranja de antaño. Puede ser Facebook, pero también Twitter, Instagram o cualquier otra red social en la que el pasado llama a la puerta para generar una discusión capaz de sobrevivir incluso a la pareja.
“Muchas veces un mismo mensaje puede ser interpretado en varios sentidos -trata de calmar las aguas Pedro Horvat-. A esto se agrega la ambigüedad del lenguaje no escrito de las redes sociales, que hace que un simple «me gusta» pueda ser tomado como una cortesía o como un gesto de seducción. Como se ve, se trata de un terreno resbaladizo en el que el malentendido acecha permanentemente. Una verdadera pesadilla para los celosos.”
Tareas del hogar
Tareas no tan compartidas
El ya consolidado ingreso de la mujer en el mundo laboral obligó a repartir la responsabilidad de las tareas hogareñas. A veces hay roles fijos -“yo tiendo la ropa, vos planchás”-, otras veces no tanto, pero cuando el tiempo es escaso y las obligaciones se multiplican, las discusiones están a la orden del día. “Uno de los principales disparadores de mis discusiones de pareja suele ser el reparto de las tareas de la casa”, afirma Lucas Blanco, de 40 años: “Basta con que me pida que haga algo que ella suele hacer y que yo le diga que no puedo… Ahí nomás llega el conocido «claro, porque yo no hago nada, ¿no?» O «quién te creés que se ocupa de…», y empieza el listado de ocupaciones de cada uno”.
“La vida familiar, los compromisos laborales y algún resto que queda para ocuparse de uno mismo resultan excesivos cuando no hay en la vida de pareja una distribución equilibrada de las responsabilidades del hogar”, advierte la psicoanalista Susana Mauer. Ningún esquema de organización de las tareas hogareñas ofrece garantías de éxito, pero sí está demostrado que una buena cuota de flexibilidad ayuda, ¡y mucho!
Ocio
Viudas y viudos del running
“Amo el golf, un deporte que descubrí de grande, pero que decidí abandonar rápidamente. Era el golf o mi familia, me sugirió mi mujer cuando me preguntó si se anotaba en el grupo de las viudas del golf del barrio”, cuenta Marcelo Terrada, de 59 años. En esa disyuntiva se encuentra hoy Ramiro Barreda, de 45, que entrena diariamente para participar de un triatlón: “Creo que es mi última competencia. No creo que mi mujer aguante mi ritmo de entrenamiento y todo el tiempo que me tiene fuera de casa muchos más…”
La falta de tiempo de ocio en pareja. Ese es, en definitiva, el resultado de la pasión que hoy muchas personas ponen en la práctica de actividades deportivas que no son compartidas con la respectiva media naranja, como el golf, el running o el tenis, entre otros. Claro que, agrega Pedro Horvat, “el deporte se suma a una larga lista de actividades -el estudio, los amigos, los cuidados estéticos, la familia propia, el gimnasio, la terapia, etcétera,- que se llevan una buena parte del tiempo de una generación que creció en el hábito de no posponer necesidades personales”.
Consumo
La maldición de las cuotas
“La gran discusión ocurre cuando llega la tarjeta de crédito y se despliegan mis cuotas por la pantalla”, dice Elena Fernández, de 45 años. “Si bien ahí aparecen las compras del súper y de muchos ítems familiares, luego, ¡ups!, aparece mi ropita, zapatitos, carteritas, peluquería, detalles decorativos para la casa (que según mi marido no son necesarios) y todo en cuotas. ¡O sea que figuran eternamente!”
Pueden ser “carteritas”, pero también “vinitos”, “palitos de golf” o “el viajecito a ver a los Pumas”, ya que hace rato que los varones sumaron a las filas del integrante de la pareja que esconde los cupones de pago.
Como sea, advierte Pedro Horvat, “la asimetría en este punto genera fuertes enojos y frustraciones. Hay que recordar que las parejas vienen de familias con culturas muy diferentes entre sí, en las cuales conceptos como lo necesario o lo superfluo se definen de modo muy distinto. Cada uno trae al vínculo su propia historia de ideales y expectativas familiares, y según ellos organizará prioridades de consumo. Las relaciones más sanas son siempre las más plásticas en estas cuestiones”.
Familias ensambladas
¿No se puede ocupar tu ex?
Los planes del fin de semana incluían salida en pareja al cine con cena y ammenities incluidos. “Mi hijo aceptó mi propuesta de ir a dormir a la casa de un amigo; el hijo de mi pareja no, no hubo caso, quería quedarse a jugar a la Play, así que nos quedamos nosotros también”, mastica entre dientes Laura Rivas, de 39 años, que reconoce que en algún momento de la noche se escuchó decir: “¿No se puede ocupar tu ex de su hijo aunque sea un sábado?”
“Cuando se forma una nueva familia, cada uno sabe que los hijos con los que llega son uno de los puntos más delicados a cuidar para una convivencia saludable. Pero cuando alguno pierde el equilibrio aparece en escena un tercer personaje, el ex o la ex, como aquel hacia quien podría derivarse la discusión -afirma Susana Mauer-. En las nuevas configuraciones familiares en las cuales los hijos vienen de una pareja anterior se escenifican conflictos que expresan los hijos, pero que despiertan desacuerdos dentro de la nueva pareja respecto de cómo son manejados. Estas discrepancias suelen ser motivo de tensión dentro de la nueva pareja en un terreno muy delicado.”
Hijos
El problema de (poner) los límites
Así como el mundo laboral dejó de ser territorio exclusivo de los varones, la crianza ya no es patrimonio de las mujeres. Y en ese ayudar a crecer a los hijos, las discusiones en torno de los límites son un número fijo. “Es habitual que uno de los padres ponga límites y el otro se dedique a diluir esos límites con la palabra pobrecito”, dice Miguel Espeche, que sostiene que “se ha polarizado el territorio de la crianza entre los rígidos y los laxos, sin lograr muchas veces entender que la cuestión pasa por complementar las dos posturas, que son válidas siempre que estén «en equipo»”.
“Cada vez que hay que retar a alguno de los chicos, probablemente terminemos discutiendo entre nosotros -confirma Daniel Juarez, de 35 años-. Yo tengo el rol de autoridad en casa, soy el rígido, el severo. Ella es la permisiva, la compinche. Si buscamos que un reto haga efecto es probable que lo tenga que poner yo. Y no está bueno ser siempre el malo. No sólo por el efecto en los chicos, sino porque también deriva en una discusión entre nosotros: «¿Le podés decir a tu hijo que se ponga a estudiar?», y yo contesto: «¿Por qué no se lo decís vos, no entiende tu tono de voz?»”
LA NACION