21 Sep Alan Faena: el hombre de blanco está de regreso y vuelve a invertir en el país
Por José del Río
Alan Faena está descalzo. Un cuadro de Andy Warhol le da el marco a su imponente living en el que el sol invade todos los espacios. Se lo nota relajado y de buen humor. “Estoy contento. Hace mucho que no venía a casa y cada vez que lo hago lo disfruto doblemente”, se sincera desde su piso en El Aleph, uno de los desarrollos inmobiliarios que gestó en Puerto Madero a escasos metros del Faena Hotel y del Art District, que también lleva su firma.
La vista da a una imponente manzana que aún queda sin construir y que -según admite- es la “joya que se guardó para el final”. Se trata de un terreno sobre la avenida Juana Manso al 1400 entre Petrona Eyle y Martha Salotti, justo enfrente del edificio El Porteño. Su viaje desde Miami, la ciudad en la que hoy está asentado, no fue casual. “Estábamos esperando un tiempo como éste, de esperanza, para volver a desarrollar”, anticipa.
La idea es volver a construir en la Argentina con un proyecto que cierre la transformación que encaró en Puerto Madero, en donde lleva invertidos, junto a sus socios, US$ 450 millones. “Nos queda la última pieza”, agrega. La iniciativa demandará unos US$ 100 millones para un desarrollo residencial que lo vuelve a poner en foco local tras un impasse de tres años.
“Por eso estoy acá y le estamos dando forma al proyecto con el que estaremos por batir un nuevo récord, pero no por ser campeones del mundo, sino por tener un buen producto que la gente consume, le gusta y lo paga. Las ideas realmente interesantes no son baratas”, se sincera. Para el emprendimiento contará con su socio, Len Blavatnik. Blavatnik es un empresario ruso-norteamericano, que controla al holding Access Industries, con inversiones en Estados Unidos, Europa y América del Sur, y es dueño de una fortuna que la revista Forbes valuó en US$ 15.700 millones.
“Tuve la suerte de que mi amigo sea mi socio. Todo está entremezclado; el camino no son dos caminos. En mi vida se entremezclan, y cada creación genera relaciones de amor. Son como pequeños grados de affaire. Son relaciones de amor, no sexual, pero sí de entrega, de escucha, de aprender, de cuidar, de crecer con el otro. Y yo aprendo de todo”, relata respecto del hombre con el que colabora desde 2000. Fue desde ese punto de inflexión cuando comenzó su costado desarrollador buscando zonas abandonadas como por entonces eran los muelles de Puerto Madero, para transformarlas en el barrio más caro del país. “Recuerdo que nadie nos creía que se iban a construir las calles y mirá la transformación que se produjo”, revela mostrando una foto en blanco y negro de los orígenes del proyecto.
Si bien evita hablar de política deja en claro su posición sobre los últimos años de la Argentina en los que la “grieta crecía”. “Te voy a contar desde mi punto de vista, que es el de la creación. Se necesitan determinadas variables que anden bien, porque crear estos lugares cuesta mucho esfuerzo. No era el momento indicado para invertir”, admite.
En su regreso al país no ahorra definiciones respecto del presidente Mauricio Macri. “Creo que está haciendo las cosas muy bien. Veo mucho interés de los inversores, de volver a la Argentina. Esperemos que la situación mejore, porque no es fácil. Las cosas que hay que arreglar son complejas, pero se está en el camino correcto y próximamente vamos a sentir el cambio”, concluye quien como inversor también apuesta por iniciativas de terceros.
De los años del kirchnerismo, Faena plantea que no se puede hablar de una continuidad durante los doce años. “Entre 2004 y 2006 había apetito por crear, el mercado estaba en ebullición. Tener el hotel permitía hacer negocios, llegaban los inversores?, era genial. En ese momento podíamos disputarle a San Pablo la capital de América latina. Eso no siguió”, comenta.
“En ese tiempo llegué a estresarme bastante, abriendo el hotel, la residencia, comprar gran parte de Puerto Madero. Ese gap lo traté de aprovechar al máximo, en beneficio de nosotros y de la ciudad, y quedó algo muy interesante en el barrio”, suma el hombre de blanco.
Ahora gran parte de su tiempo se le lleva la nueva etapa del complejo de US$ 1100 millones en Miami Beach que incluye un centro de arte, dos hoteles, dos edificios de viviendas y un complejo comercial. La ciudad norteamericana designó oficialmente a ese sector como Faena District en lo que constituye una excepción a la regla.
Los siete edificios que conforman el proyecto en Miami, del Faena Forum (el centro de las artes) al Faena Park (el garaje), llevan también el apellido del empresario. El primer edificio, Faena Hotel Miami Beach, se inauguró en diciembre y es un hotel de 169 habitaciones con un teatro de casi 278 m2 y dos esculturas de Damien Hirst (un préstamo de una colección privada) en los jardines. El precio de las habitaciones arranca en US$ 750 la noche.
“Pude desarrollar lo que tenía en mente. En general, los que elijo son lugares en los que la gente apuesta poco. Esto tiene un nivel de riesgo y a mí me gusta hacer esta suerte de «patriadas». No sólo se trata de ponerle la mente y la creación, sino también darle la vida a algo que nunca la tuvo, como ocurrió en Puerto Madero y ahora en Miami”, agrega.
Desde su punto de vista se trata de generar una especie de “alquimia urbana” en la que interactúen el diseño, la arquitectura, el arte y la música. “Siempre estoy pensando en nuevos destinos en los que desarrollar proyectos. Me encantaría hacerlo en Buenos Aires, pero también en Estados Unidos adonde estamos pensando cosas y, por qué no, en otras ciudades de la Argentina”, resume enigmático. Hoy batió todos los récords de Miami al vender un departamento en US$ 60 millones. “Me pedían hacer un edificio convencional. Pero corrimos muchos riesgos y logramos llevar allá un proyecto de Norman Foster que fue premiado por su arquitectura y que rompió el récord por el valor del metro cuadrado”, se entusiasma.
También sincera cuestiones que antes guardaba bajo siete llaves. “Para el hotel en la Argentina fueron años complicados, porque el dólar estaba muy bajo. Además, muchos turistas dejaron de venir. En 2004 o 2005, con tantos periodistas del mundo, nunca me voy a olvidar que decían que la Argentina era el mejor lugar para comprar por calidad y precio. Todo el mundo venía a comprar. Y esa fue una gran reactivación. Después, quizá las mercaderías subieron mucho y el dólar se quedó, y nosotros lo sufrimos”, añade.
Cambio permanente
La historia de Alan Faena no es la de un empresario tradicional. A los 18 años lanzó su propia marca de moda, Via Vai, que comenzó vendiendo camisetas de colores cuando lo monocromático era la orden del día. Al año de su lanzamiento, Via Vai tenía cobertura nacional y en diez años generaba unos US$ 35 millones por año en tiempos del 1 a 1. En 1995, en pleno efecto tequila, decidió que era momento de cambiar, vendió la empresa y se fue a la etapa que denomina de “jardinero”. “Lo dejé todo y me fui a mi casa de la playa -recuerda-. Hoy no me gustaría volver a la moda. Son cosas que voy dejando atrás. Fue un momento muy revolucionario y se convirtió en una gran empresa, de dos chicos de 20 años. Era difícil crecer en esa época. Fue un momento épico, lindo, pero ya pasó.”
Para Faena la clave del disfrute está en la creación. “Para mí esto no es un negocio, tiene que ver con mi convicción, con mi corazón”, asume quien asegura que “los nuevos empresarios le van a dar sangre nueva al país. El mundo de los negocios está abierto a nuevos proyectos que son impagables. Abren tendencia, y aparecen lugares todo el tiempo, con compañías que quiebran y otras que surgen de la nada como Uber y marcan un cambio”.
A esta altura, los 60 minutos previstos de entrevista concluyeron. Su escala en Buenos Aires también. Junto a su mujer y a su hijo Noah regresa a Miami, pero no por mucho tiempo. El hombre de blanco está de vuelta.
LA NACION