A una estrella de distancia, un planeta que podría ser otra Tierra

A una estrella de distancia, un planeta que podría ser otra Tierra

Por Kenneg Chang
Otra Tierra podría estar orbitando alrededor de la estrella más cercana a nosotros. Ayer los astrónomos anunciaron el descubrimiento de un planeta que orbita alrededor de Próxima Centauri, la estrella más cercana a nuestro sistema solar. Curiosamente, el planeta se encuentra en la “zona de habitabilidad” de la estrella, donde no hace ni demasiado frío ni demasiado calor. Eso implica que en su superficie podría existir agua en estado líquido, lo que aumenta sus posibilidades de albergar vida.
Aunque las observaciones de los últimos años, en especial a través de la misión de búsqueda de planetas Kepler, de la NASA, ha descubierto gran cantidad de mundos del tamaño de la Tierra desperdigados por la galaxia, el nuevo hallazgo es prometedor, ya que se encuentra a 4,2 años luz de distancia, unos 40 billones de kilómetros, o sea, extremadamente cerca en términos cósmicos, lo que permitiría algún día, dentro de varias décadas, alcanzarlo.
R. Paul Butler, astrónomo del Instituto Carnegie para las Ciencias y miembro del equipo responsable del hallazgo, lo comparó con un cartel de neón intermitente que proclama: “Soy la estrella más cercana y tengo un planeta potencialmente habitable”.
Guillem Anglada-Escudé, astrónomo de la universidad londinense Queen Mary y líder del equipo que hizo el descubrimiento informado por la revista Nature, dijo: “Sabemos que existen planetas terrestres orbitando muchas estrellas, y también esperábamos que los hubiera en las estrellas cercanas. Lo excitante no es eso, es que se trata de la estrella más cercana a nosotros después del Sol”.
Más allá del tamaño del planeta y de la distancia que lo separa de su estrella madre, todo lo demás sigue siendo un misterio. Los científicos están trabajando en modelos computarizados que revelen más pistas sobre sus posibilidades: las condiciones podrían ser similares a las de la Tierra, pero el planeta también podría ser un infierno como Venus, o frío y seco como Marte.
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No hay fotos del planeta, que hasta ahora ha sido designado como Próxima b. El equipo comandado por Anglada-Escudé lo detectó indirectamente, al estudiar por telescopio la luz de su estrella madre. Analizando las oscilaciones de la luz, los astrónomos determinaron que Próxima b tiene al menos 1,3 veces la masa de la Tierra, aunque podría ser hasta varias veces más grande. En Próxima b, el año dura apenas 11,2 días, el tiempo que tarda en cumplir su órbita alrededor de Próxima Centauri.
Aunque la imagen del planeta se pierde en el resplandor de su estrella y no puede ser visto con los telescopios actuales, los astrónomos esperan poder observarlo dentro de unos 10 años, cuando llegue la nueva generación de telescopios.
Y la proximidad del planeta con la Tierra alienta la esperanza de que en un futuro no lejano puedan enviarse sondas robóticas que pasen cerca suyo para estudiarlo. Un equipo de eminencias de la ciencia y tecnología que tiene financiamiento privado y liderado por el emprendedor ruso Yuri Milner y el genial físico Stephen Hawking ya anunció la Iniciativa Breakthrough Starshot, para desarrollar y lanzar una flota de naves espaciales del tamaño de un celular en el lapso de las próximas tres décadas. Como destino se propusieron el sistema solar de Alfa Centauri, que además de Próxima Centauri incluye un par de estrellas más grandes, parecidas al Sol.

Agua, una especulación
“Vamos a apuntar a Próxima”, dice Avi Loeb, astrónomo de Harvard y presidente del comité de asesores del proyecto Breakthrough Starshot. “Es como encontrar un terreno de lujo y disponible en nuestro propio vecindario”, añadió
El nuevo planeta está mucho más cerca de su estrella (ocho millones de km) de lo que la Tierra lo está del Sol (150 millones de km). Hasta Mercurio, el planeta más cercano al Sol de nuestro sistema solar, está más lejos (58 millones de km). Si bien Próxima b podría ser similar a la Tierra, su estrella madre, Próxima Centauri, es muy distinta de nuestro Sol. Es pequeña y pertenece a las estrellas conocidas como enanas rojas. Tiene apenas un 12% por ciento de la masa del Sol y alrededor de 1/600 parte de su luminosidad, tan débil que no puede verse desde la Tierra a simple vista.
Así que Próxima b, a pesar de su cercanía con su estrella, recibe menos calor que la Tierra, pero suficiente como para que el agua fluya por su superficie. Pero a esta altura, como dijo en conferencia de prensa Anglada-Escudé, “que el planeta tenga atmósfera o agua en estado líquido es pura especulación”.
Si el planeta se formó cerca de su estrella, podría ser seco y sin aire, pero también podría haberse formado más lejos y migrado hacia el interior de su sistema solar hasta alcanzar su órbita actual. También es posible que el planeta haya sido seco en su formación y que más tarde hace recibido el impacto de cometas o esteroides con hielo. “Hay modelos y relatos factibles que apuntan a la viabilidad de un planeta similar a la Tierra”, sostuvo Anglada-Escudé.
Aunque Próxima b sea habitable, no todos los científicos que estudian la posibilidad de vida en otros lugares del universo creen que los planetas que orbitan enanas rojas sean el mejor lugar para buscar. Las estrellas de poco tamaño son más erráticas, especialmente en su juventud, y las erupciones de la superficie de la estrella pueden barrer con la atmósfera de los planetas que la orbitan. Los niveles de radiación que bombardean el planeta podrían ser 100 veces mayores que en la Tierra, según esos científicos.
La órbita tan cercana de Próxima b sugiere que la rotación del planeta estaría atada gravitacionalmente a la atracción de la estrella. Así como la Luna siempre muestra la misma cara hacia la Tierra, es probable que la misma cara de Próxima b esté eternamente iluminada, de cara a su sol, y la otra siempre en sombra.
Este descubrimiento llevó más de una década. Michael Endl, astrónomo de la Universidad de Texas y uno de los autores del artículo aparecido en Nature, empezó a escudriñar Próxima Centauri en busca de indicios de planetas en 2000, búsqueda que duró ocho años. “En aquel entonces, no veíamos nada verdaderamente significativo”, dijo Endl. “Así que publicamos nuestros hallazgos y pasamos a otra cosa.”
Tiempo más tarde, mientras analizaba los datos obtenidos a través de otros telescopios, Anglada-Escudé encontró indicios concluyentes de planetas, reanalizó los datos previos de Endl y lanzó el proyecto Pale Red Dot, para observar diariamente Próxima Centauri durante dos meses, a principios de este año.
Esas nuevas observaciones revelaron claramente la órbita de 11,2 días del nuevo planeta. También encontraron indicios de otro planeta, o tal vez más, pero según los científicos, aún se trata de datos no concluyentes.
El descubrimiento podría dar impulso al desarrollo de telescopios. Ruslan Belikov, del Centro de Investigaciones Ames, de la NASA en California, ha propuesto un pequeño telescopio espacial que costaría menos de 175 millones de dólares dedicado a la búsqueda de planetas en el sistema Alfa Centauri.
“Todo esto implica un verdadero cambio de paradigma en la mente de las personas”, afirmó Belikov. “Ahora sabemos que hay un nuevo mundo a la vuelta de la esquina.”
LA NACION