17 Aug Usain Bolt: un rayo de oro que sueña con ser leyenda
Por Walter Brown
Con una sonrisa, lentes oscuros, auriculares y enfundado en la ropa de Puma, su principal patrocinante, asomó por el hall del aeropuerto internacional de Río de Janeiro y todos respiraron aliviados. Desde la gente que lo esperaba para expresarle su idolatría y soñaba con verlo volar por la pista del estadio Engenhao, hasta Thomas Bach, el titular del Comité Olímpico Internacional que comenzó a tener pesadillas cuando el 2 julio pasado, durante el torneo clasificatorio de Jamaica, vio como un desgarro en el isquiotibial izquierdo amenazaba con dejar a la figura más convocante de los Juegos Olímpicos fuera de Río 2016.
Pero tan rápido como corre en la pista, Usain Bolt se recuperó de la lesión y para alivio de los organizadores, las compañías que lo acompañan y las cadenas de televisión que alcanzan sus picos de rating durante los JJ.OO. cuando él sale a competir, el hombre más veloz del mundo llegó antes que nadie a tierra carioca.
Luego de que su federación le otorgara una plaza olímpica, pasó por las manos de un médico alemán y decidió probarse veinte días después de producirse la lesión, en una competencia realizada en Londres, donde cuatro años atrás ganó, por segunda vez consecutiva, las medallas de oro en los 100 y 200 metros llanos, junto a la posta 4×100 metros. El resultado fue una victoria en los 200 metros llanos y Bolt supo que estaba en condiciones de retomar el desafío que lo hizo llegar a Río de Janeiro 17 días antes de las pruebas. En cinco días, cuando se esté llevando a cabo la ceremonia de clausura, celebrará su 30° cumpleaños y para entonces espera ya haber recibido su regalo: la conquista del “triple-triple”, ganar los 100 y 200 metros llanos y la posta 4×100 metros en tres Juegos Olímpicos consecutivos. Por lo pronto, el domingo cumplió con la primera fase: ganar el oro en el hectómetro de Río con una marca de 9.81 segundos.
Su ambición es la que lo hizo destacar desde muy chico en Sherwood Content, la pequeña ciudad donde nació y en dónde su entrenador de cricket le recomendó dedicarse de lleno al atletismo. La misma que mostró en Kingston, la capital de Jamaica hasta donde se mudó para desarrollar su carrera y ganar relieve a nivel nacional. Una ambición que lo hizo trascender al mundo entero, fundamentalmente tras su explosión en Beijing 2008, que provocó el desvelo de las marcas por patrocinarlo. Y no es para menos. Su nombre es hoy sinónimo de atletismo, una disciplina en la que se ha cansado de pulverizar marcas (posee los récords en las tres pruebas donde conquistó el oro olímpico) y sumar medallas doradas (6) hasta convertirse en un ícono mundial, como el propio Lionel Messi o el norteamericano Lebron James.
Manejado por la agencia Pace Sports, Bolt posee 10 patrocinantes a nivel global encabezados por Puma, la marca con la que firmó contrato en el campeón mundial juvenil de 2002 y que, tras la renovación alcanzada a fines de 2013, le deja en su cuenta u$s 10 millones anuales. Su relación con la marca es tan fuerte que bromea sobre la posibilidad de su retiro y de que estos sean sus últimos Juegos. “Eso de ‘mis últimos’ lo decidirá mi jefe, tengo un contrato”, sostuvo en una reciente entrevista ante medios internacionales con Bjorn Gulden, CEO de compañía deportiva, sentado a su lado. Al menos, ese contrato estipula que tiene otros u$s 10 millones esperando su participación en el Mundial de Londres, que disputará el año próximo, y u$s 4 millones más por año para convertirse en embajador de la marca una vez que haya “colgado las zapatillas” definitivamente.
En su portfolio se anotan, entre otros, Gatorade, Virgin, Hublot y RockLive, empresa con la lanzó un videojuego para celulares que llegó a ser uno de los más vendidos en el Reino Unido. También la automotriz Nissan, que lo nombró “Director de la Pasión” tras su éxito en la capital británica y en marzo del año siguiente subastó un modelo GT-R dorado por u$s 187.100 que fueron donados a la fundación con la que Bolt ayuda a los niños de su país.
Además suma siete auspiciantes a nivel regional que redondean ingresos anuales por u$s 30 millones a los que añade otros u$s 2,5 millones por salarios y premios.
Amante del fútbol -se confesó hincha fanático del Manchester United y de la Selección Argentina-, el baile y la buena música, principalmente del reggae, considera un gurú a su entrenador Glen Mills, con quien dio el gran salto de calidad en su carrera y con el que espera ponerle un broche de oro. “Quiero ser recordado como uno de los más grandes deportistas de la historia”, dice, enfundado en la autoestima que alimentó a fuerza de victorias. “Cuando la gente habla de leyendas en deporte habla de gente como Alí, Owens, Michael Jordan o Pelé. Que mi nombre figure en esa lista es un honor. Trabajo para ser un ícono”, agrega sin equivocarse. Su figura está asociada en el mundo a la imagen de la velocidad, el primer precepto del lema que el Barón Pierre de Coubertin propuso en 1894 para la creación del COI: “Más rápido, más alto, más fuerte”. Y está decidido a no perder ese sitio. “Nadie discute quién es el hombre más rápido del mundo. Pasará mucho tiempo antes de que nazca alguien con tanto talento como para batir mis récords”, sostiene el hombre que llegó a correr a casi 45 kilómetros por hora cuando estableció el récord mundial de los 100 metros llanos en 9,58 segundos y se ganó el apodo de “El rayo”. Sabe que pese a su reciente lesión, ya ganó los 100 metros con comodidad y tiene la mejor marca del año en los 200 metros, la prueba en la que competirá hoy y en la que espera establecer un nuevo récord mundial.
“Sé que el deporte necesita que que yo gane, que siga siendo el mejor”, dice y promete no perder ninguna carrera en Río para continuar reforzando su legado.
Nadie había ganado en tres Juegos consecutivos los 100 metros llanos, la distancia que elige al hombre más rápido sobre la tierra. Él lo es y ya lo consiguió.
EL CRONISTA