12 Aug Usain Bolt: En el lugar donde soñó la realidad de hoy
Por Damián Cáceres
Son poco más de las 15 y desde un colosal vehículo deportivo color negro desciende Usain Bolt. Minutos atrás, el silencio era total y apenas una tenue brisa evitaba que el calor se intensificara en esta pequeña isla caribeña de las Grandes Antillas. Rápidamente esboza una enorme sonrisa que deja relucir su dentadura perfectamente blanca. Nadie lo acosa, pero todos se le arriman. Su esbelta presencia de 1,96 metros se transforma en un imán inconfundible. Saluda cordialmente, con ironía señala a un grupo de periodistas y les dice: “¿Ustedes vinieron por mí? Bueno, aquí estoy”. Se ríe, como lo hará durante toda la tarde, y avanza con celeridad hasta llegar al límite del estacionamiento con la famosa pista azul del campus de la Universidad de Indias Occidentales (UWI, en sus siglas en inglés). El solado sintético luce inmaculado en cada uno de los rincones que componen los ocho andariveles. Como si fuera un jugador de fútbol, el jamaiquino se agacha, lo toca con la mano derecha y mira al cielo, que regala un celeste furioso con unas pocas nubes que se mueven lentamente. Da unos pasos, le hace un chiste a Nugent Walker, su asistente personal y uno de sus mejores amigos, se sienta en el medio de la pista e invita a imitarlo.
Durante poco más de una hora y media hablará con claridad y precisión, sin dejar de sacarse fotos para subir a sus frondosas redes sociales. En ese óvalo de 400 metros, tarde a tarde y durante 11 meses al año, se entrena el hombre más rápido del planeta. Lejos de los flashes y bajo la atenta mirada de Glen Mills, el entrenador que lo cinceló a mano tras dejar definitivamente la tutela de Pablo McNeil. El mismo que insiste y trabaja con Yohan Blake, el sucesor elegido por Bolt, “siempre y cuando logre recuperarse de las lesiones que ha tenido en el último tiempo”. El mismo que lo convenció de dedicarse de lleno al atletismo, cuando a ese inquieto niño con dientes torcidos sólo le importaba jugar al fútbol y al criquet. Ese mismo que corría, en realidad ya volaba (hacía los 200 metros en menos de 21 segundos), sin saber que su vida empezaría a cambiar a unos pocos kilómetros de allí, en el estadio Nacional de Kingston, donde esa misma tarde se celebraban los Jamaica Champs que, desde 1910, aportan los mejores velocistas a Jamaica.
En rigor, los torneos interescolares que lo vieron nacer, en 2001, cuando Bolt consiguió su primera medalla de plata en los 200 metros y un año después, en ese mismo lugar, se coronó campeón mundial junior. Pasaron 15 años desde aquel segundo puesto en los 200 metros, su distancia predilecta, vistiendo la pechera del William Knibb Memorial High School, un humilde colegio del pequeño poblado rural de Falmouth, en Trelawny. Y pasaron 14 desde que su nombre fue vitoreado por primera vez por un estadio repleto con 35.000 almas que asistían al nacimiento de una leyenda que en los Juegos Olímpicos de Río 2016 intentará llegar más allá del límite de lo posible en su misión por obtener por tercer Juego consecutivo el oro en 100, 200 y la posta 4×100 metros. “Ese día (por la final del Mundial junior) fue uno de los momentos que me definió y que hizo que hoy, al presentarme ante una multitud, pueda manejarme sin problemas”, reflexiona. Y continúa: “Nunca estuve tan nervioso en toda mi vida. Al salir, recuerdo que estaban vitoreando mi nombre y pensé: ‘Bueno, realmente quieren que gane’. De ahí en adelante supe que si podía ganar frente a mi propia gente, estando tan nervioso, entonces iba a poder hacerlo donde quisiera”.
Para Bolt no se trata de pensar en ganar o perder. “Se trata de entrenar duro, día a día, para lograr cosas nuevas y no quedarse anclado en lo que conseguí. Para eso estoy aquí”, explica. Y añade: “Es difícil pensar en qué es lo que quiero lograr. Voy construyendo mis metas en base a lo que voy sintiendo en cada momento. Siempre quiero seguir logrando cosas nuevas”. Da toda la sensación de que si no tiene un objetivo se aburre. Pero rápidamente destruye esa hipótesis. “No me refiero a aburrirme sino a construir nuevas metas y objetivos para rendir al máximo. Soy un competidor nato y, como todos, corro para ganar”, precisa y pide un instante para tomar otra foto que pronto tendrá varios miles de likes en Instagram y se retuiteará incontables veces en la red del pajarito anunciando el lanzamiento de una nueva zapatilla de la marca deportiva que lo viste desde los 16 años y a la que, según la revista Forbes, lo une un contrato por 10 millones de dólares anuales.
Bolt se sabe un showman. Dentro y fuera de la pista. Pero, en ningún caso, actúa. Lo siente, lo deja fluir como su gusto por el dancehall, el género musical que nació en las calles jamaiquinas en la década de 1970 que interpela a la pobreza de la región. Pero Bolt no pierde de vista la ascendencia perpetua de Bob Marley y el reggae en toda la isla a través del movimiento rastafari. Una u otra, combinadas con algo electrónico, conforman las melodías que que aprovecha para escuchar en Tracks & Records, el moderno restaurante de 2000 metros cuadrados y capacidad para 200 cubiertos que abrió en el centro de Kingston y al que asiste con frecuencia para despuntar el vicio de pasar música en modo DJ. Son noches en las que su emprendimiento gastronómico se llena para ver al ídolo que salió de la pobreza y llegó a lo más alto de una sociedad históricamente fragmentada.
-¿Qué sentís al ver tus logros y medallas de cuando eras más joven?
-Para mí son solamente una muestra de mi pasado.
-¿Cambiarías algo de tu carrera?
-¡No! Todas las cosas malas que pasaron, los malos momentos y los buenos, me forjaron y me convirtieron en quien soy hoy. Todo eso cambió mi carácter para bien.
-¿Por qué siguen saliendo tantos atletas de Jamaica?
-No sé si tuvieron la oportunidad de ver los Jamaica Champs. Allí van a entender por qué siguen saliendo cada vez más atletas de Jamaica. Es pasado, es presente y es futuro. Sin dudas, en los Champs se ve a las futuras generaciones. Los entrenadores preparan a sus alumnos para que sean los mejores, más allá de los Juegos Olímpicos.
-Hoy los chicos persiguen tu sueño, ¿a quién perseguías de chico cuando mezclabas el criquet con el atletismo?
-Asafa Powell y Don Quarrie (cuádruple medallista olímpico en los ´70). Creo que los sueños hay que seguirlos, perseguirlos y buscarlos por uno mismo.
-Los chicos en los Champs muestran un desarrollo y un crecimiento deportivo en Jamaica…
-Creo que está mejorando la situación. Los Champs les están dando más tiempo a los jóvenes no solamente para correr sino para madurar y “sobrevivir” a la secundaria. Se necesita un programa médico para quienes se lastiman. Veo muchos atletas que se lastiman pero no reciben buenos tratamientos.
-¿Hay algún juvenil en los Champs que te recuerde a cómo eras vos en ese momento?
-Michael O’Hara, porque corre muy parecido a como solía hacerlo yo, con las mismas pausas y arranques.
LA NACION