La hinchada argentina, la debilidad de Julio Velasco

La hinchada argentina, la debilidad de Julio Velasco

Por Marcelo Gantman
Se lo conoce como un hombre duro, un riguroso jefe que no duda en ejercer la autoridad y marcar límites. Y no es una visión errada, Julio Velasco es así, un hombre que impone respeto y también respeta a los demás. Pero el “duro” Velasco tiene un talón de Aquiles, un punto débil, un agujero en la coraza: la hinchada argentina.
“En estos Juegos Olímpicos tuve que hacer un esfuerzo muy grande para controlar las emociones, sobre todo por la hinchada”, confesó con la voz por momentos quebrada tras la eliminación de la Argentina de voleibol de los Juegos Olímpicos, derrotada 3-1 por Brasil.
“Yo le digo siempre a los jugadores que cuando uno está concentrado en el partido no tiene que saber ni quién está en el gimnasio, ni la mujer, ni si hay una chica muy linda. Y a mí a veces me pasaba que me iba, escuchaba esa hinchada. Y no lo tendría que hacer. Tenía que estar concentrado, pero hace mucho que no escuchaba ese cantito, estaba desacostumbrado”.
Velasco, de 64 años, es un mito del voleibol, un entrenador que cualquier selección querría tener, lo que lo llevó a vivir décadas fuera de su país. En Italia, cuya selección dirigió, es un ídolo. En España todo el ambiente del voleibol lo recuerda, y de Irán, el último grupo que comandó antes de tomar la selección argentina, se fue dejando un equipo muy mejorado y que hoy desafía a las grandes potencias. Hasta el fútbol se vio atraido por su figura: Josep Guardiola se reunió con él para pedirle consejos y en su momento el Milan le propuso que manejara el equipo de fútbol.
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Por eso, ya en la madrugada de hoy jueves en el Maracanazinho, sorprendió la confesión de Velasco: pese a la derrota en cuartos -la Argentina terminó quinta en los Juegos-, su experiencia con la selección nacional fue inolvidable. Tanto, que no ve “ningún problema” para seguir al frente del equipo.
“Dirigir a la Argentina fue para mí, primero, un gran honor, y segundo, una grandísima emoción (.). Las banderas, es muy fuerte. Son muchos años afuera. La parte emotiva fue muy fuerte. Lamento no haber podido ayudar al equipo a que tenga una actuación mejor, porque se lo merecía, el país se lo merecía”.
“Si pude contribuir al crecimiento del voley, a eso vine. Yo no vine a colgarme la medalla, vine a tratar de devolverle al voley argentino y al país lo que me dieron cuando comencé a ser entrenador más o menos importante y me fui a Italia”.
A Velasco se le escapan de tanto en tanto palabras en italiano al hablar en castellano, algo lógico, porque él y su familia viven allí desde hace años. Pero en su emotiva descarga post-derrota dejó claro que para él no hay nada como la Argentina.
“Agradezco profundamente y fue un honor dirigir la selección de Italia durante muchos años, pero haberme jubilado y no dirigir a la selección argentina. Eso me faltaba. Estoy muy contento de entrenar en mi lengua, de pasar tiempo en Argentina, en Buenos Aires. Es bonito”.
El seleccionador se disculpó por no poder ir a Buenos Aires en los próximos días a tratar su continuidad al frente del equipo, que cree que debe seguir “madurando” para acercarse más al grupo de las potencias de este deporte.
“Hay un problema mío, yo lo que tendría que hacer es volver a Buenos Aires y quedarme un mes. No puedo. Este año ha sido muy, muy duro, porque he tenido un problema de salud en la familia muy, muy importante. Además de condicionarme y de que no pude descansar un día, ahora lo que voy a hacer es volver inmediatamente a Italia para estar con mi hija. Apenas pueda volveré a Buenos Aires para resolver todo”.
LA NACION