Kevin Durant: el crack que paga con oro el esfuerzo materno

Kevin Durant: el crack que paga con oro el esfuerzo materno

Por Walter Brown
o que la vida le quitó, el deporte se lo devolvió con creces. Atrás quedaron los tiempos de penuria familiar, cuando debía acudir a su entrenador y amigo Charles Craig para que lo cuidara y le prestara unos dólares mientras su madre trabajaba por las noches, cargando bolsas en el correo, para poner un plato de comida en la mesa a la que su padre había abandonado cuando apenas tenía un año y a la que sólo retornó cuando ya había cumplido 13. El domingo pasado, con la sonrisa en el rostro, Kevin Durant pensaba desde lo alto del podio en su antiguo coach y en Wanda Pratt, la madre que lo observaba desde los Estados Unidos, donde lo crió con esfuerzo en los suburbios de Washington D.C. junto a sus tres hermanos. La misma que hoy hasta goza de una película que relata su vida pero, sobre todo, de los millones de dólares y el oro que su hijo, el deportista con mayores ingresos de los que participaron en Río 2016, se encarga de llevar a la casa.
“Cuando algo bueno te pasa yo miro hacia atrás para recordar lo que me trajo hasta aquí. Nos hiciste creer, nos sacaste de las calles y nos llevaste comida a la mesa. Te sacrificaste por nosotros. Tú eres la verdadera MVP”, dijo Durant dos años atrás, cuando le dedicó a Wanda el premio al mejor jugador de la temporada de la NBA, la liga más poderosa del básquetbol mundial que ratificó su supremacía al retener la medalla dorada en los Juegos Olímpicos para EE.UU. y que, desde hace nueve años, lo tiene como una de sus máximas figuras.
La vida cambió para KD -tal como lo llama la prensa estadounidense-, cuando a los 8 años conoció a Craig, su entrenador en el Amateur Athletic Union, quien lo moldeó como basquetbolista y persona. Desde entonces, su carrera creció vertiginosamente, al punto que apenas una década después y con solo un año en el que descolló en el básquetbol universitario ya era elegido para jugar en la NBA por los Seattle Supersonics, equipo que luego se transformaría en los Oklahoma City Thunders, tras venderse la franquicia a la ciudad de los tornados. Para aquel momento, su mentor ya había sido asesinado a los 35 años de edad cuando intentaba detener una pelea callejera. Por ello, eligió el número 35 para jugar en su honor con el equipo al que condujo a pelear codo a codo con los grandes de la liga. “Cada vez que salgo a la cancha lo hago para ganar y para que se enorgullezca de mí en el cielo”, dice Durant, subrayando la ambición que le inculcó el hombre que le mostró el camino que lo llevó al estrellato.
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Con 2,11 metros de altura y una capacidad extraordinaria para anotar puntos, su popularidad se disparó de manera casi inmediata una vez que arribó a la NBA. Su salario creció hasta alcanzar los u$s 20 millones por temporada y las marcas pusieron rápidamente el ojo en él. Así, aparecieron en su camino Sprint, Gatorade, Panini, General Electric, el banco BBVA, la compañía de videojuegos 2K Sports, los auriculares Beats y Neff, la textil que lanzó su propia línea de ropa interior con Foot Locker. Pero sobre todo Nike, la compañía con la que en 2014 firmó un acuerdo por 10 años que le reportará u$s 300 millones a su cuenta. En total, solo el último año logró ingresos por u$s 56,2 millones, a los que les sumará en estos días un “vuelto” de u$s 25.000 que obtuvo por ganar, por segunda vez consecutiva en su carrera, la medalla de oro olímpica.
Con el dinero llegaron las inversiones, como el restaurante KD’s Southern Cuisine que abrió en Oklahoma, la posibilidad de divertirse y probarse como actor en la película infantil Thunderstruck, y las acciones benéficas, como la donación de u$s 1 millón que realizó en 2013 a la Cruz Roja para atender a las víctimas de un huracán.
Para este joven cristiano, que luce tatuajes religiosos en su cuerpo y el domingo se colgó la medalla dorada, la historia con la camiseta estadounidense se inició en 2007, cuando luego de ser invitado a entrenarse con la selección y realizar un trabajo que impresionó a los críticos, no fue elegido por el entrenador Mike Krzyzewski para el equipo que luego se coronó en los Juegos de Beijing 2008. Sin embargo, el técnico revirtió su decisión poco después y Durant no solo se convirtió en el mejor jugador del equipo que ganó el Mundial de 2010, sino que ganó la medalla dorada en Londres 2012 y hace dos días repitió el logro en Río 2016.
“Lo que me motiva es llevar el nombre de mi país en el pecho. No todo el mundo tiene esta oportunidad y los que estamos tenemos que sacar provecho de ello”, dice la superestrella que decidió no bajarse del barco al que otras figuras como Lebron James y su futuro compañero Stephen Curry decidieron no subirse.
El base de Golden State Warriors será el encargado de mantener activa su capacidad de marcar puntos cuando comiencen a recorrer juntos la cancha a partir de octubre próximo. Y es que Durant sacudió al mercado al firmar en julio pasado un contrato con el equipo de Oakland por el tope salarial de u$s 26,5 millones anuales. Hasta allí llevó sus pergaminos como el máximo anotador de la liga por cuatro temporadas consecutivas, el récord de haber sido el más joven en lograrlo (21 años y 197 días) y el de haber superado al mítico Michael Jordan como el jugador con más partidos consecutivos en los que anotó 25 o más puntos (41). Va en busca de lo que falta, un anillo de campeón de la NBA. Las medallas de oro ya las tiene colgadas en el pecho.
EL CRONISTA