Fotos + Facebook: ¿y si no quiere?

Fotos + Facebook: ¿y si no quiere?

Por Laura Reina
“Ni se te ocurra subir esa foto a Facebook.” La advertencia no es de un padre a un hijo. En realidad es justo al revés: de un niño de 8 años a su padre que acaba de sacarle una foto con el celular mientras hacía alguna de sus acostumbradas gracias. La razón de la “prohibición” de compartir la imagen está lejos de una cuestión de seguridad. Tiene que ver con algo tan personal como el pudor y la vergüenza, y con lo que esa imagen pueda generar ahora y tal vez en un futuro no muy lejano.
Un adulto que ha sido padre en los últimos 10 años, en coincidencia con el nacimiento de Facebook y las demás redes sociales, es probable que, a esta altura, haya compartido miles de fotos de sus hijos en situaciones tan cotidianas como diversas: viajes, actos escolares y festejos como cumpleaños, bautismos y Navidades. Esas postales de la intimidad que antes eran archivadas en cajas o álbumes de fotos y desempolvadas ante la visita de algún amigo o familiar, hoy forman parte del universo compartido al instante. Un estudio realizado por Knowthenet a cargo del portal británico The Parent Zone ha logrado poner un número a ese frenesí moderno por subir imágenes de los hijos en las redes sociales. Se calcula que antes de que un niño cumpla los 5 años, sus padres han colgado unas 973 imágenes de él en Facebook e Instagram, es decir, a razón de dos por día. El corte de edad no es casual: además de ser la etapa donde se suben más imágenes y videos -los flamantes padres son más propensos a compartir con otros imágenes de sus bebes e hijos pequeños- es la edad en la que los chicos todavía no manejan las nociones de vergüenza y pudor, y por lo tanto no son capaces de decir si algo que tiene que ver con ellos desean o no que se comparta con otros. Es decir, todavía no pueden manifestar su voluntad respecto de esa situación que, en cuestión de años, puede resultarle vergonzante.
Los ejemplos sobran y no hay que irse demasiado lejos en el tiempo: basta recordar los videos filmados y subidos por decenas de padres mostrando a sus hijos llorando desconsoladamente luego de que Lionel Messi anunciara que dejaba la selección después de otra frustrada final perdida frente a Chile. Muchos de esos videos se viralizaron y llegaron incluso a mostrarse en los programas de mayor audiencia como ShowMatch. ¿Hay un límite a la exposición de los chicos? ¿Cuál es?
“Parecería ser que cuando se trata de Internet no se tiene que pedir permiso, hay como un derecho adquirido, una impunidad que da el decir «tengo mi cuenta de Facebook y subo lo que quiero» -sostiene Ileana Berman, psicóloga especialista en crianza-. Existe un interés desmedido por la mirada del otro que hace que no nos preguntemos si eso que estamos subiendo a las redes puede llegar a dañar o no psíquicamente al niño. Como padres, cada vez que subimos algo de nuestros hijos debemos hacernos esa pregunta. ¿Le gustará verse en unos años en esta situación? De no hacerlo, estamos tomando a ese hijo como un objeto de mi propiedad.”
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El manejo de la imagen personal de los hijos es uno de los tantos desafíos de los padres de hoy. “Estos niños son la primera generación que crece con las redes sociales como una parte integrada de la vida cotidiana, por lo que es importante que nos detengamos a pensar en cómo se podrían sentir acerca del contenido que ahora se comparte cuando sean mayores”, reflexionó la fundadora de The Parent Zone, Vicki Shotbolt.
Berman, que trabaja con niños y adolescentes, asegura que en la consulta surgen este tipo de temas. “Muchos me dicen: «Me filman, me sacan fotos y no sé si quiero que todos me vean en determinada situación porque me da vergüenza». El pudor, la vergüenza y el asco son conceptos sociales y culturales que se desarrollan entre los 5 y los 6 años, y que tienen que ver con la represión. Para la constitución psíquica del niño es un momento importante que los padres no deberían subestimar. A esa edad los chicos ya empiezan a discernir si se sienten o no cómodos en determinadas situaciones y son capaces de manifestarlo. Es la franja de los más chiquitos, que no pueden decidir, donde hay que poner un alerta”, comenta la especialista en crianza.
La cuestión, como siempre, tiene que ver con el sentido común. Para evitar que los chicos queden expuestos en situaciones en las que pueden no sentirse cómodos, Berman sostiene que lo mejor, en estos casos, es pecar de precavidos. “Las redes sociales invaden mucho, están naturalizadas. No está mal tomarlas como algo natural porque para los niños lo son. Pero sí creo que hay que ser precavidos con la psiquis de los chicos. Hay que tomar en cuenta que con esa foto o ese video se van a volver a encontrar en un futuro. Algunos dicen abiertamente que no quieren que sus padres compartan esa imagen. Pero si los chicos no manifiestan estar a favor o en contra, los padres deben leer entre líneas si están habilitados o no a subir tal o cual cosa.”
Valeria Vicente es mamá de Octavio, de 8, y Rafaela, de 11. Desde que abrió su perfil en Facebook comparte con sus contactos las imágenes de sus dos hijos. Pero no sube cualquier cosa: antes hace una cuidada edición y selección de lo que cuelga en esa red social. “Obviamente me cuestiono lo de la privacidad, pero soy del interior; tengo familia ahí y también en el exterior, y para mí es una forma de comunicarme con ellos, que sigan el crecimiento y el día a día de mis hijos -sostiene-. Si ellos no quieren que suba algo, los respeto. Como mamá sé las situaciones en las que no se sienten cómodos y las evito. A veces te quedás con las ganas de compartir algo, pero lo más importante es respetar su voluntad. Ya en el momento noto cuando no están cómodos y obviamente no lo subo. Pero a ellos les gusta que comparta sus fotos y videos. De hecho están pendientes de los comentarios. Me preguntan si alguien ya escribió algo o le dio un like”, dice Valeria.
Leticia Márquez asegura que desde que Olivia, su hija de 6 años, empezó a manifestar cierta incomodidad con algunas imágenes y frases que publicaba de ella en Facebook, dejó de hacerlo. “Oli es muy tímida y hace un tiempo empecé a notar que estaba muy atenta cada vez que sacaba una foto con el celular. Ni bien lo hacía me preguntaba angustiada: «¿Ya la subiste a Facebook?» Ahí me di cuenta de que ella no disfrutaba de esa exposición. Tampoco le gustaba que compartiera algo que ella me había dicho y que yo, como me había parecido gracioso o una genialidad, lo había subido a Facebook. «¿Así que ahora te gusta tal cosa?», le decían, y ella se enojaba y me cuestionaba: «Si te lo dije a vos, ¿por qué lo compartís?» Había como un momento íntimo que yo había quebrado al hacerlo público. Sigo subiendo algunas fotos, pero no al ritmo de antes y siempre le pregunto primero. Creo que en las redes sociales hay una jactancia de parte de los padres que dicen «tengo un hijo divino e inteligente, pero no existe si no lo muestro» y eso no está bueno.”
En el caso de María Feraud y su pareja, Valerio, padres de Dragón, de un año y medio, el acuerdo es claro: no subir ninguna imagen de su bebe a ninguna red social. “Fue un tema hablado entre los dos, como todo lo que está relacionado con la crianza de Dragón -cuenta María, instructora de buceo que tiene un emprendimiento de medicinas naturales-. Por tratarse de un niño muy chiquito, me parece que abrir su intimidad sin que él lo pueda decidir no está bueno. Creemos que hay que preservarlo. Las redes sociales me dan algo de paranoia; es un espacio ciento por ciento público que no sabés adónde puede derivar. Abrir tu intimidad a las redes es un riesgo, preferimos tener nuestros recaudos.”
Claro que cerrar esa gran ventana al mundo trae consecuencias: desde peleas con amigos y familiares que no entienden esa intransigencia de no mostrar al hijo en una época donde todo es mostrable hasta manejar la tentación en la que suele caerse cuando el pequeño hace algo digno de ser compartido: “En ese caso lo comparto con mis contactos íntimos por WhatsApp -dice María-. Igual me ha pasado que cinco minutos después esa foto que había mandado estaba en el Instagram de esa persona sin mi consentimiento. Le he pedido a un familiar que bajara de su Facebook la foto típica que te sacan en el sanatorio con tu bebe. Tuve varias discusiones por esto. La gente te retruca: «Soy libre de subirlas porque es mi Facebook». Y no, no sos libre porque es mi hijo y yo decido por él y no quiero. La gente da por sentado que puede hacer lo que quiere en las redes sociales, por eso me cuesta que lo entiendan. Está acostumbrada a exponerse y dan por sentado que vos también lo hacés, pero que lo haga la mayoría no quiere decir que todos tengamos que hacerlo”.
Del otro lado, los padres hiperconectados y que comparten todo lo que sus hijos hacen y dicen en las redes sociales argumentan que así como los chicos cuando son pequeños no eligen qué creencias o religión van a tener o a qué colegio van a ir -algo que los adultos hacen por ellos-, también toman la decisión sobre qué, cómo y cuánto mostrarlos en sus perfiles sociales. “A mí me encanta subir fotos de mis hijos y que vean lo lindos que son -dice Mauro Gonzálvez-. Lo hago, lo hacen mis amigos y no tengo problema de que otros compartan una foto de mis hijos en su Facebook. Si no me gusta alguna imagen que hayan subido pido que la saquen, y fin del problema pero a mis hijos les gusta verse. Es más: me piden que les haga videítos para subirlos. Ellos, como todos los chicos de su generación, nacieron con esto y lo toman de forma natural y yo también.”

Del derecho y del revés

Los padres ejercen sobre los hijos menores el derecho a la imagen. “Nuestro código claramente protege el derecho a la imagen y exige el consentimiento del titular. ¿Por qué razón los padres querrían avasallar el derecho personalísimo de su hijo? -se pregunta el abogado Sebastián Gamen, autor y director del sitio Technolaw, especializado en derecho informático-. Los padres deberían siempre consultar a sus hijos y pedir el consentimiento antes de subir una foto o video de ellos, porque de ese modo le inculcan al menor la importancia de su imagen y le enseñan el valor de la protección de sus datos personales. Igual cuando hablamos de los niños tendríamos que diferenciar a los menores de los adolescentes, que tienen capacidad para tener su perfil en Facebook o Instagram, si no es que ya lo tienen, y denunciar las fotos o perfiles que consideramos que lo están afectando.”
Pero, ¿qué pasa cuando uno de los padres sube fotos de sus hijos y el otro no está de acuerdo? “Cuando están en pareja y para evitar discusiones uno u otro termina aceptando la situación -sostiene Gamen-. Si están separados, quedan mucho más expuestos los desacuerdos y esto es un problema más. Es habitual que los padres quieran competir y demostrar con quién de ellos los hijos son más felices o se divierten más, y una manera de hacerlo es subir fotos a las redes sin reparar en que los menores quedan muy expuestos.”
Un estudio realizado por la Universidad de Washington en colaboración con la Universidad de Michigan revela que los niños de entre 10 y 17 años están preocupados por cómo sus padres compartían su vida en redes sociales. El estudio buscó indagar acerca de las normas relacionadas con la tecnología que los chicos quisieran que siguiesen sus padres o adultos con los que se relacionnan en forma frecuente.
Según contó Alexis Hiniker, directora de la investigación a The New York Times, los niños expresaron mayor preocupación que los mayores ante el hecho de que algún miembro de la familia comparta demasiada información personal sobre ellos en las redes sociales sin su permiso. Incluso, muchos aseguraron que ese tipo de contenido les resultaba embarazoso y que se sentían frustrados cuando sus padres seguían compartiéndolo. “Varios jóvenes conocen a compañeros a los que les gustaría que algunas fotos no hubieran sido publicadas nunca, como una niña de la que se rieron sus compañeros en clase porque alguien descubrió que su madre había abierto hacía años un canal de YouTube en el que salía cantando -contó Hiniker-. Los padres no deberían compartir tanta información ni fotografías sobre sus hijos en las redes sociales sin su consentimiento explícito.”
En algunos países de Europa, donde la protección de datos personales es mucho más estricta, se habla hasta de la posibilidad de que, en un futuro no muy lejano, los niños de hoy -los jóvenes de mañana- demanden a sus padres por haber subido imágenes o información de su vida privada a las redes sociales sin su consentimiento. “En unos años, los niños podrán fácilmente llevar a sus padres a la Corte por publicar fotos de ellos cuando eran menores. En ciertas etapas, los niños no quieren ser fotografiados y mucho menos que esas imágenes se hagan públicas”, advirtió el experto en ética y leyes de Internet Eric Delcroix.
En la Argentina, donde no existe una ley específica como la francesa, es un escenario muy poco probable, aunque Gamen asegura que hay herramientas legales suficientes para que un menor pueda demandar a sus padres si se siente afectado.
Pero para el abogado, lo realmente importante es que los chicos puedan expresarse respecto del uso que los adultos hacen de su propia imagen en las redes sociales. “El enojo del niño es un buen síntoma y deberíamos alegrarnos de eso. -plantea-. Sin duda demuestra un cuidado del menor de su imagen y de su reputación.”

LA NACION