Esperanza: el japonés que aún busca bajo el agua a su esposa desaparecida en el tsunami

Esperanza: el japonés que aún busca bajo el agua a su esposa desaparecida en el tsunami

Por Jenifer Perey
El cuerpo de Yuko Takamatsu debía estar mar adentro, en algún lugar frente a las costas de Japón. Ya habían pasado dos años y medio desde el tsunami que asoló la costa este del país y nadie la había encontrado. En realidad, nadie la estaba buscando salvo quien más la quería, su esposo, Yasuo Takamatsu.
Yasuo empezó buscándola en tierra firme, en el banco donde estaba trabajando en el momento de la desaparición, luego en todas las playas de Onagawa y, finalmente, en los bosques y las montañas. En septiembre de 2013, después de dos años y medio de búsqueda infructuosa, Yasuo decidió empezar a buscarla en el mar.
Averiguó por clases de buceo en la proveeduría deportiva local, High Bridge. El instructor de buceo, Masayoshi Takahashi, dirigía un grupo de voluntarios que limpiaban las costas de los desechos dejados por el tsunami. Takahashi y su equipo habían encontrado cuerpos encerrados en autos o flotando en el agua. Yasuo supo de inmediato que Takahashi era el hombre que podía ayudarlo a encontrar a Yuko, y entonces le comentó su plan: “La verdadera razón por la que quiero aprender a bucear a los 56 años es para encontrar a mi esposa en el mar”.
Yasuo le dejó mapas y registros de sus búsquedas previas. El equipo de Takahashi a veces buscaba en una misma zona varias veces, porque los cuerpos y restos se desplazan con la corriente. Cada tanto Yasuo tenía la sensación de que su esposa podía estar en tal o cual parte del mar, y Takahashi trataba de ajustarse a esas expectativas. Pero en muchos sectores se trata de aguas restringidas, y debían coordinar previamente cada búsqueda con los guardacostas y los pescadores del lugar.
Un día, Yosuo fue de visita a la casa del gerente de una planta procesadora de pescado, Masaaki Narita, de 57 años, que había perdido a su hija de 26 en el tsunami. La joven había sido compañera de trabajo de Yuko en la sucursal de Onagawa del Banco 77, cuya sede está en Sendai.
Ambas mujeres se habían refugiado en el techo del edificio, pero fueron barridas por el embate del agua. Yasuo se condolió por la pérdida de Narita y se ofreció a buscarla también en el mar, pero Narita decidió que prefería zambullirse a buscar a su hija él mismo. En febrero de 2014, Yasuo presentó a Narita y Takahashi, y desde entonces las siguen buscando.
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Para enero de 2016, Yasuo ya había realizado 110 inmersiones, de entre 40 y 50 minutos cada una. No sólo en busca de un cuerpo, sino también de cualquier prenda de ropa o accesorio que le permitiera identificar a su mujer después de cinco años en el mar.
“Sabía que iba a ser difícil, y efectivamente está siendo muy difícil”, dijo Yasuo. “Pero no puedo hacer otra cosa, la tengo que seguir buscando. Cuando salgo al mar, la siento más cerca.”
El viernes 11 de marzo de 2011, el día del tsunami, Yasuo llevó en auto a Yuko hasta el banco, ubicado sobre la costanera, en el puerto de Onagawa. Más tarde, esa misma mañana, llevó a su suegra al hospital de Ishinomaki.
Nevaba ese día. Se suponía que las olas llegarían a la costa con una altura de tres metros, pero a las 15.20 (hora local), cuando el agua finalmente golpeó, las olas se alzaron por encima de los 13 metros. Pasada la oleada, a Onagawa llegó la Guardia Nacional japonesa, y a la mañana siguiente los soldados ya estaban buscando sobrevivientes y cuerpos entre los escombros. En total fueron identificados 613 cadáveres, muchos de ancianos, que quedaron atrapados en sus hogares.
Durante esos primeros días de búsqueda, a veces Yasuo caminaba cerca de los soldados para escucharlos hablar por radio. Si se enteraba del hallazgo de algún cuerpo, les preguntaba de inmediato qué ropa tenía puesta. En el momento de su desaparición, Yuko vestía pantalones negros y un abrigo color camello. Y aunque Yasuo nunca dejó de buscar a su mujer, siempre sentía una especie de alivio al saber que el cuerpo hallado no era el de ella.
Un mes después del tsunami, cuando el banco decidió limpiar sus oficinas, el celular de Yuko fue encontrado en el estacionamiento del edificio. En el teléfono, Yasuo encontró un mensaje de texto que nunca llegó a recibir, escrito a las 15.25. “Qué fuerte el tsunami”, decía. Yasuo intuye que para entonces, el agua ya le llegaba a los pies a su esposa.

Invitación
Un año después, Yasuo recibió una carta del banco: era una invitación formal a una ceremonia recordatoria. Para entonces, él y otros familiares de empleados del banco estaban considerando presentar una demanda contra la empresa. Nadie quería recurrir a la justicia, pero necesitaban saber qué había pasado en el edificio durante la catástrofe. El juicio empezó en febrero de 2014 en los tribunales de Sendai, y la Corte del distrito falló a favor del banco, tras considerar que sus planes de evacuación eran adecuados. En abril del año pasado, la apelación de las familias fue rechazada.
El edificio del banco estaba construido en un terreno inundable junto al océano, así antes del golpe de las olas, el agua ya había empezado a subir desde el suelo, abriendo grietas en el pavimento de las calles. La ola llegó poco después de las 15.30.
La primera oleada fue baja y pasó de largo, pero de pronto empezó a subir vertiginosamente de seis a casi 20 metros de altura. En cinco minutos, el océano había engullido el primer piso del edificio. El gerente mandó evacuar a todo el personal al punto más alto del edificio, un pequeño cuarto de máquinas al que se accedía por una escalera vertical de metal de tres metros. El gerente fue el último en subir, y cuando puso el último pie en el improvisado refugio, el edificio ya estaba completamente cubierto por el agua.
El 11 de enero de este año, por la tarde, Yasuo se acercó a la costa para observar una búsqueda de cuerpos conducida por la Guardia Costera japonesa, porque hacía tiempo que una familia insistía en que se realizara una búsqueda oficial en el lugar. Muy pocos curiosos se acercaron a observar: los periodistas de los medios de prensa japoneses eran más numerosos que los espectadores.
“No encontramos nada”, dijo el comandante del equipo de búsqueda. Yasuo se alejó velozmente del grupo, se trepó a un promontorio de rocas, se inclinó hacia adelante hasta apoyar sus manos en las rodillas y se quedó mirando fijamente la inmensidad del mar. Buscar el amor, lo que todos quieren, no es como buscar una aguja en un pajar o un pez en el mar. La búsqueda del amor es la búsqueda de una persona específica. Qué inabarcable se vuelve el mundo cuando alguien se ha perdido.
LA NACION