A 25 años del fallido golpe que precipitó la caída de la URSS

A 25 años del fallido golpe que precipitó la caída de la URSS

Si hay una imagen que perdura del derrumbe de la Unión Soviéticaes la fotografía que muestra a Boris Yeltsin subido a un tanquefrente al Parlamento ruso durante el frustrado golpe contra Mijail Gorbarchov, ocurrido hace 25 años, el 19 de agosto de 1991.
Cuatro meses después se extinguía la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Gorbachov renunciaba a la presidencia y Yeltsin asumía como mandatario de la naciente Federación Rusa.
Era el fin de la Guerra Fría, la lucha entre dos superpotencias -Estados Unidos y la URSS- que luego de la Segunda Guerra Mundial en 1945 quisieron implementar su modelo de gobierno en todo el planeta.
Gorbachov, el líder soviético que reconoció el absurdo de la carrera de armas atómicas entre Moscú y Estados Unidos, llevaba adelante una política de apertura (Glasnot) y de reformas (Perestroika) en la antigua URSS.
Cuando estalla la insurrección, el último de los presidentes soviéticos quedó detenido en un recreo de la costa del Mar Negro. Pero Yeltsin hizo frente a los golpistas en Moscú, con el apoyo de miles de personas y efectivos militares.
El golpe fue más bien simbólico, ya que los conspiradores, que querían la renuncia de Gorbachov, no estaban preparados para afrontar lo que serían las consecuencias de una eventual guerra civil.
Yeltsin, elegido el primer presidente de Federación Rusa en las elecciones del 12 de junio de 1991, cumplió un rol estelar para detener la sublevación, reconocido luego por el propio Gorbachov.
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En la mañana del 19 de agosto, Yeltsin transmitió por radio un mensaje en el que calificaba al golpe de “reaccionario”, y por lo tanto convocó a una huelga general en contra del denominado Comité Estatal de Emergencia.
Quizá el momento más crucial de la insurrección fue cuando los golpistas quisieron tomar el Parlamento ruso, durante la noche del 20 al 21 de agosto. Pero los defensores del Congreso bloquearon los accesos con colectivos, por lo que se registraron varios enfrentamientos que dejaron tres muertos.
Gorbachov regresó finalmente a Moscú el 22 de agosto, y los principales líderes del golpe fueron arrestados y sentenciados a dos años de prisión, aunque se les concedió una amnistía en 1994.
“Ahora uno tiene la magnitud exacta de lo que ocurrió en ese momento”, dijo a la agencia Télam el profesor de Historia de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Eduardo Jakubowicz.
“El proceso que se estaba desarrollando en los ochenta en el bloque soviético empieza en 1979 con la invasión de Afganistán, que fue para la URSS el equivalente de Vietnam para Estados Unidos”.
En cuanto a las reformas que se hacían en aquellos años, Jakubowicz señaló que “todas fueron emprendidas por dirigentes de la KGB, el servicio secreto soviético, entre ellos (Yuri) Andropov, Yeltsin y Gorbachov”.
Otros historiadores mencionan como una prueba del eventual derrumbe soviético la catástrofe nuclear de Chernobyl, ocurrida en Ucrania el 26 de abril de 1986, a raíz de un escape radiactivo 200 veces superior a las bombas atómicas que Estados Unidos arrojó en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
Por aquellos años hubo también un hecho significativo: sucedió el 2 de junio de 1988, cuando Gorbachov anunció que había comenzado la era del desarme nuclear, luego de intercambiar con el entonces presidente estadounidense, Ronald Reagan, los instrumentos de ratificación del tratado de eliminación de misiles atómico de alcance intermedio.
La verdad es que los golpistas, que rechazaban las reformas emprendidas por Gorbachov, no consiguieron el apoyo de los militares de alta graduación ni en Rusia ni en las repúblicas soviéticas.
En el alzamiento participaron varios funcionarios que eranpartidarios del regreso a la línea dura del Partido Comunista, entre ellos vicepresidente soviético, Gennady Yanayev, el jefe de la KGB, Vladimir Kriyuchkov, el primer ministro Valentin Paulov, entre otros funcionarios.
Los golpistas querían impedir que el 20 de agosto se ratificara el Tratado de la Unión Soviética, ya que consideraban que significaría el fin de este bloque comunista, debido a que incluía la independencia de Lituania, Estonia y Letonia.
Después del golpe la URSS desapareció en cuatro meses, y el presidente Yeltsin puso en marcha una serie de reformas de mercado que pusieron fin al antiguo poder burocrático soviético.
Pero ¿Gorbachov quería realmente terminar con la Unión Soviética?
Para Jakubowicz, el ex líder soviético buscaba hacer reformas, pero dentro del sistema socialista. “Gorbachov quería buscar alternativas democráticas. Yo no creo que haya sido un intento de destrucción consciente. Sus reformas no alcanzaron a resolver las condiciones de vida de los soviéticos. En aquellos años se vivía mejor en Alemania Occidental”.
Según este analista, ese es otro punto a tener en cuenta luego del fin de la Segunda Guerra Mundial. “Las reformas que se hacían en Europa son infinitamente superiores a las que se emprendían en los pueblos de Europa oriental”, afirmó dicho historiador.
El 25 de diciembre de 1991, Gorbachov renunció a la presidencia, y la bandera roja con la hoz y el martillo fue reemplazada en el Kremlin por la tricolor de la Federación Rusa. Un día después, el Soviet Supremo reconocía la extinción de la URSS.
En una encuesta del centro Levada, en Moscú, realizada el año pasado, el 41 por ciento de los rusos considera que el golpe fue un trágico acontecimiento para el país. Tan sólo uno de cada diez estima que fue una victoria para la democracia.
“Se tendrían que haber emprendido reformas mucho antes y constituir un Estado realmente federal”, señala ahora, con la distancia que dan los años, el político liberal Grigori Yavalinski.
El político reformista quiso ayudar a Gorbachov en 1990 a liberar la economía planificada con su programa de 500 días. Pero lo frenaron. ¿Y qué opina hoy del golpe? “Fue una secesión dentro de la élite de Gorbachov”, le dijo a la agencia dpa.
Para las repúblicas soviéticas, el golpe fallido fue la señal definitiva para separarse de Moscú. Ahora, un cuarto de siglo después apenas unos pocos han podido alcanzar aquellos anhelos de libertad y bienestar. Pero las naciones bálticas de Estonia, Letonia y Lituania han entrado en la Unión Europea y la OTAN.
Los países del Cáucaso y Asia Central, sin embargo, se han quedado por debajo de sus posibilidades debido a la corrupción, mandatarios autoritarios y las guerras.
Con Vladimir Putin al mando, Rusia ha intentado reconquistar la antigua influencia sobre sus vecinos ejerciendo presión y, si es preciso, utilizando la fuerza.
CLARIN