S.O.S: todos enfermos (en casa)

S.O.S: todos enfermos (en casa)

Por Laura Reina
La primera que se enfermó fue Paz, la mayor. Y casi inmediatamente, como si operara en el ambiente un potente efecto dominó de consecuencias devastadoras, le siguieron Mateo, de 5 años, y Pedro, de apenas uno. A pesar de las prevenciones y recomendaciones de “aislar a la mayor” de sus hermanos, que incluyó la mudanza de habitación, el contagio fue inevitable. “¿Cómo se hace? La tengo que mudar de casa. Es imposible”, se queja Sonia Mibelli, que de pronto cayó en la cuenta de que tenía a sus tres hijos enfermos, en cama, casi al mismo tiempo por primera vez. Los dos mayores con faringitis y antibióticos por diez días, y el bebe con un cuadro bronquial que implicaba la toma de corticoides y hacerle dos “paf” con la aerocámara cada seis horas.
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Remedios, termómetros, pañuelos descartables, nebulizadores, baños de vapor. Sin duda, por estos días, la casa de cualquier familia donde haya al menos algún niño puede transformarse en una improvisada salita de primeros auxilios donde tanto hijos como padres deambulan en medio de un mar de gérmenes, virus y bacterias. “Fue una semana terrible. Tener a los tres enfermos es estresante, porque además de que se sienten mal y no pueden ir al colegio y se aburren, vos no dormís bien y tenés que seguir con tu vida y tu trabajo como siempre. Cuando se enferman los más grandes trato de no faltar, se quedan al cuidado de la persona que trabaja en casa o de mi mamá. Pero aun así estoy online todo el tiempo, pendiente de ellos. Con el chiquito es distinto porque nació prematuro y si está enfermo, directamente no voy -comenta-. La verdad es que no falto nunca porque no me gusta que el trabajo recaiga en el resto del equipo, pero saben que con Pedro, cuando tiene algo, tengo que estar con él”, dice Sonia, que trabaja en una productora de entretenimientos.
A pesar de que cuenta con ayuda en su casa y con su mamá, que vive a dos cuadras, sabe que cuando los tres caen enfermos ella y Tomás, su marido, tienen que triplicar sus energías y esfuerzos. Y empezar a hacer malabares para, por ejemplo, que esté uno de los dos para administrarles los remedios. “Se los quiero dar yo o el papá, si no, no me quedo tranquila. No es chiste, algunos tienen corticoides y si les das de más generan palpitaciones. Es muy difícil trabajar y ser mamá de tres. Pero es casi imposible cuando los tres se enferman al mismo tiempo.”
Cada vez que asoma el frío -este año con una suerte de invierno anticipado incluido-, niños y padres se enfrentan al enemigo más temido: las enfermedades típicas de esta época, especialmente las agrupadas bajo el nombre de síndromes gripales. En ese extenso catálogo indeseado entran las neumonías, la bronquiolitis, las faringitis, las otitis y demás enfermedades de vías aéreas superiores que pueden tener un período de convalecencia de hasta 15 días. Y más allá de que los síntomas los padezcan los niños, es la familia entera la que se enferma porque implica que uno de los padres -o en su defecto los abuelos- se queden en casa a cuidarlos. “¿Podés faltar vos al trabajo que tengo una reunión importante?”
“¿Tu mamá podrá venir a cuidarlo?”, es parte de las negociaciones de pareja cada vez que un hijo está en cama.
“En nuestro caso nos turnamos y vamos decidiendo en función de las actividades que tenemos programadas para ese día. Pero casi siempre me quedo yo porque en el trabajo de mi marido no son muy receptivos con este tipo de cuestiones -dice Ana Repetto, abogada que trabaja en un estudio contable-. De todas maneras es un problema porque cuando no voy, el teléfono no para de sonar. Una vez hasta tuve que salir de la consulta con el pediatra porque no paraban de llamarme. No sabía cómo disculparme con el pediatra”, recuerda Ana, que este año ya tuvo que atravesar dos veces la situación de quedarse en casa por cuestiones de salud de su hijo, de 5 años. “Me llamó la atención que Benja empezara tan temprano con estos cuadros gripales. Pero sé por el chat de las madres que en el colegio están todos igual -cuenta-. Y encima, todavía, hay que pasar todo el invierno”, dice Ana entre preocupada y resignada.
Sin embargo, y para llevar algo de alivio a los padres agotados y estresados, los especialistas sostienen que el pico de las enfermedades está cayendo. “Lo esperábamos para junio, para la semana 23, que es cuando registramos siempre la mayor cantidad de casos de infecciones respiratorias. Pero este año ese pico se adelantó y lo tuvimos en la semana 18, lo que significa que por suerte ya estamos en la curva descendente”, asegura Silvio Aguilera, director médico de Vittal.
En lo que va del año, Aguilera cuenta que atendieron a unos 70 mil chicos hasta los 13 años inclusive, y que de ellos 30 mil, es decir algo más del 40%, fueron por enfermedades de vías aéreas superiores. “Cuando un hijo se enferma, sin duda impacta en toda la familia porque implica faltar al trabajo o pedir ayuda a un abuelo o a algún familiar que pueda cuidarlo -sostiene Aguilera-. Hoy los niños se escolarizan desde más chicos y están más expuestos a estos virus. Y como los padres trabajan y no pueden faltar, muchas veces los mandan al colegio de nuevo sin que estén del todo recuperados y ahí vienen las recaídas.”

Aulas vacías
Cuando Natalia Ordóñez le preguntó a su hija que está en segundo grado qué habían hecho en el colegio, la respuesta la sorprendió: “Vimos una peli y jugamos porque éramos poquitos”. Más allá de lo sorpresivo que parezca, la respuesta, que no satisfizo en absoluto a Natalia, no está fuera de la lógica de la época. Aulas semivacías impiden avanzar con los contenidos y entonces la escuela se transforma por estos días más en una suerte de guardería que en un lugar de aprendizaje.
“El ausentismo mayor y muy evidente se está dando ahora en las salas de jardín y niveles iniciales. En estas edades, el promedio de ausencias en marzo y abril es de un 20%, mientras que desde fines de mayo hasta ahora hubo semanas de un promedio de ausentismo de un 50 por ciento. Estos porcentajes son aún mayores que en otros años”, describe Diana Capomagi, asesora pedagógica de los colegios Vaneduc y la UAI.
A pesar de los altos niveles de ausentismo, Capomagi asegura que por ningún motivo se cancelan las clases, salvo una razón de fuerza mayor. “Si viene el 30% de los chicos un día, las clases se adaptan al grupo. Si son pocos se hacen actividades más recreativas y en esos casos, no se comienza a dar un contenido nuevo, para evitar que los ausentes se queden atrás de los demás.”
En el último mes, Vito Sánchez pasó más días en cama que en el aula. Entre una severa faringitis y una rebelde otitis estuvo casi todo junio en casa para desesperación suya y de sus padres, que se turnaban para quedarse con él. “También vino a cuidarlo mi mamá hasta que ella también cayó enferma. Este año tengo la impresión de que Vito se la pasó más en la cama que en el colegio”, dice Lila, que esta última vez se aseguró de que su hijo no se reincorpore al colegio hasta estar ciento por ciento curado para que no vuelva a recaer. Además, como precaución, tomó la decisión de no llevarlo cuando hace mucho frío para preservar su salud (y la de toda la familia). “También pedí que no haga gimnasia si ven que está tosiendo. Él es propenso a hacer broncoespasmos y es mejor no exigir sus pulmones”, dice, precavida, Lila.
Miriam Pellegrino, mamá de Milagros y Luca Casullo, de 3 y 7 años, también apuesta al camino de la prevención y en su caso lo hace de varias maneras posibles: “Tomo varias precauciones para evitar que los chicos se enfermen -relata-. En principio, todos los años desde que empezaron a ir al jardín les doy la vacuna antigripal por recomendación de mi pediatra. Además los abrigo mucho cuando salen, si transpiran la ropa cuando están jugando se las cambio, a la noche para dormir les pongo un pañuelo en el cuello o una polera, y duermen abrigados porque se destapan. Por otra parte, Luca come kiwi muchas veces en la semana, ya que tiene el triple de vitamina C que la naranja y es muy nutritivo. Por último, siempre hago que se laven las manos antes de comer y cuando vuelven de jugar, y en general trato de cuidarlos de los cambios bruscos de temperatura. Por suerte los dos aceptan todos estos cuidados sin ningún problema.”
Más relajado, Axel Escudero, papá de dos chicos, asegura que está ajeno a la psicosis de las enfermedades típicas del invierno. “Procuro que estén abrigados, bien alimentados y descansados. En estos meses busco reforzar su alimentación con jugos de naranja exprimidos, barras de cereales y al mediodía hago que coman en el comedor para que tengan comida caliente. Es decir, nos organizamos para que estén bien alimentados, creo que ésa es la base para prevenir enfermedades”, asegura Axel, dueño de la agencia de prensa Pulpo PR. En lo que va del año, por ahora, no atravesaron cuadros complicados. “Algún dolor de cabeza y no mucho más.”
Lo que Axel menciona acerca de la importancia de reforzar en estos meses la alimentación, para los especialistas tiene un nombre: la inmunonutrición, uno de los componentes clave para evitar las enfermedades. “En esta época es frecuente que los padres pregunten especialmente en relación al aumento de las enfermedades respiratorias y el consumo de vitamina C, que es lo más conocido, pero hay muchos otros nutrientes implicados en el desarrollo de un sistema inmunitario normal. El hierro y el zinc son especialmente importantes para el desarrollo y mantenimiento de la función inmune, y su carencia está asociada con mayor frecuencia de enfermedades gastrointestinales y respiratorias comunes o severas. También el cobre y selenio son necesarios para la mejor organización de los sistemas de defensa, principalmente frente a infecciones virales”, destaca Miriam Tonietti, miembro del Comité de Pediatría de la Sociedad Argentina de Nutrición.
Claro que, una vez que los niños salen de sus enfermedades, llega el turno de los padres. Lila asegura que quedó tan cansada y debilitada después del mes que Vito pasó en casa, que ahora es ella la que empezó a sentirse mal. “Creo que es más por el estrés que me produjo toda la situación que por la gripe en sí. Igual yo no puedo faltar porque me atrasé bastante cuando me quedé para estar con mi hijo. A lo sumo, si tengo suerte, podré descansar algo el fin de semana para intentar recuperarme.” Pero, claro, con chicos en casa, los padres casi no tienen derecho a guardar reposo. Ya lo dice una publicidad que circula por estos días como el virus de la gripe. “Las mamás no se toman días, se toman…” (y el nombre de un remedio). Es así: hacer reposo es uno de los tantos derechos que los adultos devenidos padres han perdido hasta nuevo aviso.

Los datos invernales
Este año, el pico de las enfermedades invernales se adelantó. Desde Vittal aseguran que ya atendieron, en lo que va del año, a unos 70 mil chicos de hasta 13 años inclusive, de los cuales 30 mil, es decir, el 40%, fueron por enfermedades de vías aéreas superiores.
Según diversos establecimientos, el mayor ausentismo escolar se está dando en las salas de jardín y los niveles iniciales. En marzo y abril fue de un 20%, y desde fines de mayo hasta ahora hubo semanas donde el promedio de ausentismo llegó a ser de un 50 por ciento.
Producción de Florencia Nijensohn
LA NACIÓN