10 Jul Meryl Streep ahora va por su propio récord
Por Pablo O. Scholz
Aún no estrenó en los Estados Unidos -lo hará dentro de cinco semanas-, pero varios especialistas allí ya apuestan a que la personificación de Meryl Streep de Florence Foster Jenkins en Florence, la mejor peor de todas le podrá deparar su vigésima nominación a un Oscar.
Si el número impresiona, ya no asombra y ni siquiera sorprende que la actriz de El diablo viste a la moda, Agosto y Mamma mia! suene para una nueva candidatura. ¿Por qué?
Streep es de las pocas actrices de Hollywood a la que todo el mundo, en la industria y fuera de ella, público, periodistas, críticos, admiran y quieren. Cuando pierde en alguna ceremonia de premios las actrices que obtienen el galardón no dejan de mencionarla en su agradecimiento, sea para expresar su incredulidad de haberla superado (como Jennifer Lawrence) o como modelo que tuvieron para llegar adonde llegaron.
Streep en la consideración de la Academia de Hollywood llegó más alto que nadie entre las actrices. Tiene ya 19 nominaciones al Oscar (y tres estatuillas), siete más que Katharine Hepburn y nueve más que Bette Davis (ver Las actrices…). Las comparaciones son odiosas, pero la estrella de La reina africana la aventaja no sólo en premios (4), sino en que todos los obtuvo como actriz protagónica, en tanto que Mary Louise ganó su primero como actriz de reparto (por Kramer vs. Kramer, como la ex de Dustin Hoffman) y los otros dos sí, como protagonista, por La decisión de Sophie y La dama de hierro.
En la película por la que, a sus 67 años, puede empardar a Hepburn en cantidad de Oscars, Streep vuelve a componer un personaje de la vida real, como tantas veces. Aquí es una señora de la alta sociedad neoyorquina, que con su dinero ayudó a la música culta, pero que también se creyó una eximia soprano. Y no podía sostener una nota.
La historia es tan real como increíble. Foster Jenkins a los 76 años llegó a cantar -¡y agotar las entradas!- en el Carnegie Hall, donde hizo una única presentación en público. Fallecería un mes después. Fue el 25 de octubre de 1944 y el programa de mano de ese día en el Carnegie es casi como un botín en las subastas de arte. Es el más buscado.
“Florence era una persona que mantenía algo que todos tenemos cuando somos niños, cuando realmente no podés hacer nada bien, pero te lanzás en la imaginación de que si, te deleitás de hacerlo”, dijo Streep a The Guardian. “Es el sentido purista de la palabra aficionado. Sólo cantó para sus amigos y un puñado de público, con la excepción de su performance en el Carnegie Hall, porque no podía cantar muy bien, pero a ella le encantó, le gustaba la música, y hay algo de ese deleite en nuestro guión”.
“La gente puede decir que no sé cantar, pero nadie podrá decir nunca que no canté”, ha dicho -y con razón- Foster Jenkins. En su repertorio incluía Mozart, Verdi y Strauss.
“Esos eran los días en que las profesiones no estaban abiertas a las mujeres, por lo que las mujeres de medios, para mantenerse ocupadas, hacían buenas obras de caridad -continuaba Streep-. Florence fue una gran mecenas de las artes en Nueva York y así es como se mueve hacia arriba, a través de los estratos sociales de la sociedad. Mantuvo la vida musical de la ciudad viva”.
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En cuanto a las risas que producía entre los que escuchaban a Jenkins, la actriz reconoce que la hubiera pasado mal. “No tengo un gran de control de mí misma. Yo soy muy mala en esto. Parte de lo que pasa con estar presente como actor es estar vivo, atento a lo que está sucediendo. Y si la cosa que está sucediendo es divertida, estás en una línea peligrosa… Sí, estás concentrada en lo que estás haciendo, pero al mismo tiempo estás consciente de que es ridículo.”
Streep admite que ella misma, en ocasiones, no ha sido del todo sincera con amigos o compañeros de trabajo, después de verlos fallar… precisamente en su trabajo. “Hay un momento muy sensible en la vida de un actor y es cuando estás en el escenario- dijo a un medio neozelandés-. Estás extremadamente vulnerable, sos como una ostra sin su caparazón. Y todo lo que se diga o deje de decir es resonante y puede afectarte, porque está a flor de piel… Así que es un momento particular, y las habilidades diplomáticas se ejercen…”.
Por suerte, no le debe suceder a menudo.
Las actrices con más nominaciones al Oscar
MERYL STREEP
19 nominaciones, 3 Oscar
Ganó tres veces, por:
Kramer vs. Kramer (1980, como Actriz de reparto)
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La decisión de Sophie (1983, como Actriz protagónica)
La dama de hierro (2012, como Actriz protagónica).
Sus otras candidaturas:
1979 El francotirador (Actriz de reparto)
1982 La amante del teniente francés (Actriz)
1984 Silkwood (Actriz)
1985 Africa mía (Actriz)
1988 Ironweed (Actriz)
1989 Un grito en la oscuridad (Actriz)
1991 Recuerdos de Hollywood (Actriz)
1996 Los puentes de Madison (Actriz)
1999 Cosas que importan (Actriz)
2000 Música del corazón (Actriz)
2003 El ladrón de orquídeas (Actriz de reparto)
2007 El diablo viste a la moda (Actriz)
2009 La duda (Actriz)
2010 Julie & Julia (Actriz)
2014 Agosto (Actriz)
2015 En el bosque (Actriz de reparto)
KATHARINE HEPBURN
12 nominaciones, 4 Oscar
Ganó cuatro estatuillas, siempre como mejor actriz protagónica: Gloria de un día (1933); ¿Sabes quién viene a cenar? (1967); El León en invierno (1968) y En la laguna dorada (1981)
BETTE DAVIS
Ganó 2 estatuillas, siempre como mejor actriz protagónica: Peligrosa (1935) y Jezabel, la tempestuosa (1939)
Un gran misterio
Por Federico Monjeau
Florence Foster Jenkins nació en una familia acomodada y, como era lo acostumbrado, tomó lecciones de piano. Pero ella pareció avanzar con la música más de lo esperado (sobre todo, de lo esperado por su padre), e incluso parece que llegó a trabajar como maestra de piano en Filadelfia. Tras la muerte del padre, heredó una fortuna que le permitió dedicarse a lo que más ansiaba y lo que nunca debió hacer: cantar. Y aquí comienza el auténtico misterio de Florence Foster Jenkins. Escuchar por YouTube sus interpretaciones de las arias más virtuosistas del repertorio, como por ejemplo la de La reina de la noche de Mozart, es algo increíble. Ella destroza invariablemente todo lo que canta.
¿En dónde quedó o de qué le sirvió su educación musical? Difícil saberlo. En el piano las notas están dadas, y no es improbable que alguien toque las teclas correctas sin tener una clara representación de lo que suena. Este podría haber sido, en principio, el caso de Foster Jenkins. Tal vez no podía apreciar lo mal que cantaba. O tal vez se daba cuenta y lo hacía igual, deseando cierta celebridad aun a costa del ridículo. Es muy difícil que esta película (que todavía no vi) pueda llegar a mostrarnos qué tenía esta mujer en su cabeza.
CLARIN