Lars Sørensen: cómo piensa el mejor CEO del mundo

Lars Sørensen: cómo piensa el mejor CEO del mundo

Por Esteban Lafuente
Los rankings suelen dar lugar a las sorpresas, con tapados o postulantes inesperados que llegan a la cima. Ocurre en el deporte, en el espectáculo y, también, en el mundo corporativo, donde el premio al mejor CEO del mundo en 2015 para la revista Harvard Business Review, que en otras ocasiones distinguió a Steve Jobs, Jeff Bezos, no fue para un ejecutivo del Silicon Valley o algún número uno de la industria automotriz, sino para el referente de un laboratorio que desde Dinamarca conquistó el mundo. Se trata de Lars Sørensen, un ejecutivo de 58 años que desde 2000 es presidente y CEO de Novo Nordisk, firma nacida en Copenhague que basa su negocio en la producción de insulina, de donde obtiene cerca del 80% de su facturación anual, drogas para el tratamiento de la hemofilia y hormonas de crecimiento.
Más allá de la distinción, su apellido no goza del reconocimiento de otros CEO del listado, como Martin Sorrell (WPP), Howard Schultz (Starbucks), Sergio Marchionne (FCA) o Herbert Hainer (Adidas), un rasgo que, sin embargo, parece sentarle cómodo. “El premio fue una sorpresa. Se lo dediqué a todo el staff, porque creo que es la empresa la que está en el primer lugar del ranking, no yo. Sé que trabajo en una compañía muy buena y que a mí sólo me toca ser el CEO”, sugiere Sørensen, intentando apelar al perfil bajo, en diálogo exclusivo con LA NACION en las oficinas de la empresa, en Martínez. Es su primera visita al país, donde el laboratorio facturó $ 1500 millones en 2015 y proyecta superar los $ 1900 este año.
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Su carrera, con 34 años trabajando ininterrumpidamente en la empresa, fundada en 1920, rompe con el hábito de decenas de profesionales y ejecutivos de su generación que construyen su camino saltando entre rubros y compañías. “Nunca quise cambiarme porque siempre me sentí muy cómodo acá”, asegura.
El área de Marketing, donde ingresó en 1982, fue el primer paso, para luego asumir puestos de liderazgo dentro del organigrama de la firma en los Estados Unidos y Oriente. Fue designado dentro del directorio en mayo de 1994 hasta que seis años más tarde llegó al sillón del número uno. “Mi gestión se basa en el consenso como pilar. Desde mi lugar tengo que consensuar con mis colegas cada decisión. Uno como líder siempre tiene que ser optimista de que puede implementar cambios positivos”, explica el danés, que lidera la multinacional desde su oficina en Ridgefield, Connecticut (Estados Unidos).
El currículum académico sintetiza su estilo de gestión, que apunta a complementar los resultados financieros con el impacto social de la empresa, un rasgo que resultó el principal argumento para que Harvard lo iluminara con su distinción. “La planificación implica analizar nuestras fortalezas, nuestras capacidades y el riesgo que queremos asumir, y ahí trazar objetivos que sean ambiciosos, pero que puedan ser logrados”, plantea. Desde el negocio, los números son incontrastables. La empresa, que actualmente cuenta con un plantel de 41.000 empleados en 75 países y comercializa sus productos en 180 destinos a nivel internacional, cerró 2015 con una facturación de 16.043 millones de dólares (107.927 millones de coronas danesas), y un incremento interanual del 22% en la moneda local.

Optimismo local
La visita al país de Sørensen incluyó un enérgico road show por despachos oficiales. El presidente, Mauricio Macri; el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el titular del PAMI, Carlos Regazzoni, fueron sus interlocutores en charlas que cubrieron desde las perspectivas de la empresa hasta la situación del sistema de salud en la Argentina o el contexto macroeconómico en el país.
“Se ha realizado una reforma financiera muy significativa en el país, que cambió la dinámica del peso. Eso impactó nuestro negocio en el primer trimestre, pero creemos que es algo positivo para compañías como nosotros”, asevera Sørensen, en referencia a la devaluación y el levantamiento de las restricciones cambiarias. “En el pasado era difícil retirar divisas del país y concretar los pagos de nuestros productos. Así, nuestro capital acumulado en pesos aumentaba y eso nos exponía al riesgo de una posible devaluación”, recuerda.
En cambio, el escenario actual luce, según el ejecutivo nórdico, mucho más luminoso. “Lo que vimos nos permite pensar que hay un futuro optimista. El sistema de salud es bastante bueno y el nivel formativo de los profesionales médicos argentinos es muy alto en comparación con otros países de América latina. Pero lo que necesitamos las empresas es estabilidad financiera”, plantea Sørensen. Allí aparece, recurrente, el problema de la inflación, que persistió durante el kirchnerismo y volvió a acelerarse en los primeros meses de la presidencia de Macri, luego de la devaluación. “Si no baja, no es fácil para nosotros consolidar el negocio. A nivel internacional, la gente estuvo preocupada por la estabilidad financiera, y ha sido una barrera que frenó la inversión y la realización de nuevos negocios en la Argentina. Lograr estabilizar la convertibilidad de la moneda y disminuir la inflación permitirá que las empresas extranjeras inviertan más en el país”, resume, casi como enumerando los pasos de una receta.
Para Novo Nordisk, que no tiene planta de producción en la Argentina, los planes de expansión se basan en el conocimiento. La compañía, que creció un 10% en su volumen de negocios el año pasado, apunta a ampliar un 15% su plantel, entre administrativos, ejecutivos comerciales e investigadores, para llegar a 140 empleados. “Acá tenemos el mayor centro de investigación clínica de América latina. La apuesta es por el software y know how.”
LA NACION