Juan Perón: el vacío aumenta el peso de su memoria

Juan Perón: el vacío aumenta el peso de su memoria

Por JULIO BÁRBARO / Ex titular del Comfer
Complicado. Los años pasan y la comprensión del pasado no avanza, al menos en el logro de un espacio de acercamiento a una mirada complementaria. El peronismo nació hace mucho tiempo y formó parte activa de su época. Protagonista como pocos, casi podríamos decir que fue el único partido que mantuvo su vigencia. Sus enemigos dicen que se hizo de izquierda y de derecha, según lo necesitó, sólo para sobrevivir.
Desde sus seguidores la mirada es distinta, la izquierda y la derecha necesitaron asumir el disfraz de peronistas para no quedar afuera de la historia. La izquierda en los setenta y sus restos con los Kirchner, la derecha con Menem y ambas, dejaron de ser importantes cuando fueron expulsadas del espacio que intentaban usurpar. Lo malo del peronismo es que tuvo muy pocos adversarios. Demasiado tiempo solo, tanto que muchas veces cuando se refieren a la política nacional preguntan por el peronismo como si fuera lo mismo.
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Es esencialmente una identidad cultural antes que un fenómeno político. En Brasil o en Chile el nacionalismo no se separa por clase social, todos sienten el mismo amor por su país. Para nosotros la situación es distinta, hay maneras de pararse en la vida; no habrá diferencias de color o de origen, por ejemplo como en Bolivia, pero sí en la forma de sentir el compromiso con su patria.
Y esto viene de lejos, una mirada nos imaginaba como la instalación de un enclave europeo y la otra, era el fruto de lo nativo más los inmigrantes que se enamoraron de estas tierras. Y esa mezcla, entre los hijos del desierto que no lo era y los descendientes de los barcos. Esa mezcla engendró una energía distinta que no sólo no aceptaba ser educada, sino que terminó imponiendo y educando en sus costumbres al resto de la sociedad.
Fue un siglo de los hombres, Mao fue China como Gandhi fue India, Mandela fue un ejemplo en esa liberación de los pueblos; la demencia terminó en los Hitler y en los Stalin, y hasta los refinados tuvieron sus De Gaulle y sus Churchill. Parecía el siglo de las ideologías, pero ellas fueron encarnadas en personajes más fuertes que las mismas ideas que decían expresar. Y nace un mundo bipolar, los Estados Unidos enfrentan a la Unión Soviética y en Argentina desde Irigoyen a Perón, lo popular opta por una política internacional libre, mientras nuestras minorías lúcidas intentan desesperadas que nos inscribamos en un bando.
Perón es un líder, es la expresión de una clase social, de un pueblo que como todo líder se despersonaliza en lo colectivo y ese conjunto lo asume como la definición de su identidad. Perón se referenciaba en los humildes, es el espacio por donde pasa el mayor nivel de conciencia de una sociedad, del otro lado habitan las vanguardias iluminadas, esas que nunca aciertan una, pero se leen todos los libros que encuentran.
Un amigo muy gorila que había sido comando civil me dijo compungido, “nosotros siempre creímos que había que darle ideales a los ricos y dinero a los pobres, Perón se dio cuenta que era todo al revés y nos derrotó para siempre”. El peronismo es la cultura de los de abajo y contra eso no hay antídoto, más aún cuando, en un país como el nuestro nunca se consolidó el partido de los de arriba. Muchos lo critican, por eso es importante preguntarles desde dónde, porque sin pertenencia no es posible juzgar y hablar de política.
Uno debe instalarse en un lugar de la historia y las ideas para luego tener derecho a opinar. Raanan Rein desde la Universidad de Tel Aviv publicó un excelente y documentado libro que describe la buena relación entre Perón y la comunidad judía, cosa que deja en claro su distancia con las acusaciones de fascismo. En rigor, para los que imaginan al humano como una especie eurocéntrica, uno podía ser fascista o marxista, no quedaban otras etiquetas en la botica imperial.
Hace décadas Seymour Martin Lipset lo calificó como un fascismo de clase baja. Claro que tomando en cuenta a las sucesivas dictaduras que lo derrocaron, en el cincuenta y cinco, en el sesenta y seis a los radicales y en el setenta y seis nuevamente al peronismo -pensando en esos golpes de Estado- cuando uno escucha decir que el fascista era el peronismo ya sabe de qué tipo de liberales se trata.
El peronismo es el hijo y el padre de la revolución industrial en una sociedad donde el campo intentaba impedir el avance de la industria. Su obra fue enorme, pero esencialmente al servicio de los humildes. Todo sector sometido que se encuentra con el poder tendrá tendencia a los excesos, más aún cuando el opresor es tan siniestro como lo terminó demostrando en todas las dictaduras. Perón asume sus errores en el exilio y en su retorno convoca a la unidad nacional. Es lo lógico, ya el peronismo no estaba en discusión, ya asentado como fuerza política quería compartir la democracia.
Lo malo fue que Onganía al destruir la Universidad engendró una violencia que en nada tiene que ver el peronismo, pero que luego Perón en su retorno va a intentar integrarla al Gobierno. No pudo lograrlo, la guerrilla carecía de conducción lúcida como para entender que la democracia era el único camino al poder y que Perón les había regalado demasiado como para que no lo respeten.
Fue la etapa del ingreso a la historia de los humildes, ellos lo hicieron a través de Perón y Evita, ellos encontraron en esa pareja la recuperación de su dignidad. Un obrero me dijo hace mucho, “después de Perón y Evita nunca más tuve que bajar la vista frente al patrón ni al policía”.
Perón volvió al abrazo con Balbín, al encuentro nacional. Ni la guerrilla ni las fuerzas armadas lo entendieron, esas dos minorías se enfrentaron como si el pueblo las hubiera elegido para encontrar su destino. Hace años que recuperamos la democracia y todavía sigue siendo la sombra de aquel pasado el eje de nuestro devenir político. Perón murió hace mucho, ni sus supuestos seguidores ni sus adversarios supieron construir hasta el presente estructuras políticas dignas de ser respetadas.
Ese vacío aumenta el peso de su memoria. El peronismo fue una etapa de nuestra realidad que debemos convertir en experiencia, el resto es responsabilidad del presente y el pasado debe convertirse en un prólogo del mañana, nunca en una excusa para la frustración. De todo tenemos algo que aprender y del peronismo, demasiado.
EL CRONISTA