11 Jun Un fotoperiodista “clásico” reconocido por su mirada ética sobre las guerras
Por Daniel Merle
El solemne anuncio fue el 19 de mayo, en Oviedo: el fotoperiodista norteamericano James Nachtwey recibirá el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, una de las ocho categorías que anualmente otorga esta fundación, y el más importante de España.
Nachtwey ha cultivado toda su vida un perfil bajo en su exposición pública, a pesar de la seguidilla casi interminable de galardones internacionales que ha logrado en su carrera desde que comenzó a cubrir guerras y conflictos, a principios de los años 80. En su discurso de premiación, el presidente del jurado, Víctor García de la Concha, fundamentó el fallo en el “compromiso profesional que ha llevado [a Nachtwey] a cubrir una treintena de conflictos bélicos y crisis humanitarias sin abdicar de los principios éticos del informador ni maquillar el dictamen de la cámara”. Tras el reconocimiento a Sebastiao Salgado (1998) y Annie Leibovitz (2013), es el tercer fotógrafo que obtiene esta distinción.
En tiempos de confusión para la fotografía de prensa, que parece ahogarse en un océano virtual de imágenes sin sentido ni autoría o profesionalismo, este reconocimiento a un fotoperiodista “clásico” es, por lo menos, alentador. Pero también cabe analizar, aunque más no sea por un momento, las dos cualidades que para el presidente del jurado y director del Instituto Cervantes son condición de excelencia de esta actividad: los principios éticos del informador y un inalterable “dictamen” de la cámara.
No hay dudas de la honestidad que ha expresado Nachtwey a través de los años. No sucede lo mismo con los principios éticos de los medios gráficos de su país, donde sus fotografías han sido publicadas. Tal vez tengamos que recordar que todas las aventuras bélicas de los Estados Unidos (como también sus consecuencias en otras guerras) poco tienen que ver con los principios humanitarios que cualquier persona con sentido común puede identificar. Y ya sabemos que desde hace muchos años es imposible cubrir un conflicto armado internacional si no se lo hace con el acuerdo, acompañamiento (y censura) del ejército invasor.
Y en cuanto al “dictamen de la cámara”, es una apreciación por lo menos superficial, si acaso tuviéramos la ingenuidad de creer que la cámara por sí sola produce, o dictamina, imágenes objetivas, que sólo después pueden, o no, ser manipuladas por el operador o por sus editores.
Es cierto que Nachtwey tiene un punto de vista humanitario y fue expresado de un modo inolvidable en las 480 páginas de su libro Inferno, un completo muestrario de las atrocidades que el ser humano fue capaz de cometer entre 1990 y 1999 en conflictos, hambrunas y genocidios en Somalia, Ruanda, Rumania, India, Bosnia y Chechenia. Todos conflictos donde su país no fue protagonista principal.
LA NACION