Salinización del agua dulce: alerta por un proceso que crece en el país

Salinización del agua dulce: alerta por un proceso que crece en el país

Por Nora Bär
Aunque suele decirse que si se tuviera en cuenta el volumen relativo de océanos y continentes el planeta debería llamarse Agua en lugar de Tierra, lo cierto es que el líquido que integra cada una de nuestras células y que hace posible la vida en el planeta es un recurso tan precioso que inspira la posibilidad de guerras futuras.
Tal vez por eso, para Hugo Fernández, vicedecano de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Tucumán, y para su becaria Ana González Achem, bióloga que está trabajando en su tesis de doctorado en el Instituto de Biodiversidad Neotropical, el hecho de que cursos de agua de su provincia mostraran elevados niveles de salinidad no pasó inadvertido.
“Nos dimos cuenta de que no había estudios de contaminación por sales inorgánicas”, cuenta González Achem, licenciada en Ciencias Biológicas graduada en la UNT. Pero ellos no eran los únicos que estaban inquietos por este tema: científicos de otros siete países estaban preocupados exactamente por lo mismo. De esa alerta compartida nació, a comienzos de 2014, el Salinization Advisory Group, en la Sociedad de Toxicología y Química Ambiental.
Recientemente, el grupo que integran los investigadores argentinos publicó en Science una advertencia urgente: “Muchas actividades humanas, como la agricultura y la extracción de recursos, están aumentando la concentración total de sales inorgánicas disueltas (salinidad) en las fuentes de agua dulce -escriben en su trabajo-. [Este proceso] puede tener efectos adversos en la salud humana, incrementar los costos de tratamiento del agua para consumo humano y dañar la infraestructura. También puede reducir la biodiversidad, alterar las funciones de los ecosistemas y afectar el bienestar económico”.
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“Nos estamos quedando sin agua y no hay legislación que establezca límites de vertidos y concentración -advierte González Achem, que fue nombrada representante de América para el grupo, de 25 científicos-. En la región, sólo Canadá y Estados Unidos tienen una ley, pero para una sola sal. En la Argentina [único país representado] hay una sola ley con cinco artículos dedicados a este tema. Pero el primero se contradice con el quinto: por un lado, dice que hay que establecer regulaciones por cuenca, y después, que cada provincia tiene autoridad sobre su cuenca. ”
La constatación del proceso de creciente salinización del agua dulce adquiere una importancia prioritaria para un país agrícola. Las plantas absorben agua y sales; cuando se retiran los cultivos, queda una pequeña capa de sales en la superficie que vuelve infértil la tierra para la siguiente siembra. Los productores lavan esos residuos, que son arrastrados y se acumulan en los cursos de agua.
El doctor Adonis Giorgi, de la Universidad de Luján, cartografió los puntos de mayor impacto en la región pampeana. La primera causa de salinización es la agricultura; la segunda, la minería a cielo abierto, y la tercera, la minería de sales (como la que agregamos a las comidas).
Otros procesos también incrementan la salinización. “Por ejemplo -detalla González Achem-, los argentinos tomamos agua de napa, y cuando se exceden ciertos niveles la lluvia hace que las sales del suelo penetren a más profundidad.”
Para Giorgi, el riesgo principal está en Mendoza, San Juan y Catamarca, zona de grandes empresas mineras. Sobre el Reconquista y el Matanza se encuentra la mayor cantidad de industrias que tiran soluciones salinas, además de otros contaminantes. En la zona de Mar del Plata se registraron problemas por el turismo, y en Comodoro Rivadavia, por exceso de uso del acuífero, que produce un cono de depresión y eso genera que ingrese agua marina.
En otros lugares, si bien no hay mediciones, se sospecha que puede haber riesgo: en Córdoba, por el avance del cultivo de soja y el riego, se saliniza el suelo por exceso de evaporación. En la zona de Esquel, influye el uso de sal en invierno para descongelar caminos. “Después va a parar a pequeños arroyitos, que incrementan poco a poco su tenor salino -explica Giorgi-. En Luján, estudiamos una curtiembre muy grande que funcionó hasta hace muy poco. Empleaba sales de cromo, que es cancerígeno, e incrementó la salinidad del río. No se le ha dado la importancia debida a todo esto. Por suerte, la reserva del acuífero Guaraní y del Puelche es muy grande, pero no significa que no haya casos de contaminación. Las empresas usan agua del Puelche, la salinizan y la devuelven contaminada.”
Hay distintas formas de prevenir este problema; por ejemplo, promoviendo la transferencia de tecnología, reduciendo impuestos a agricultores que tengan plantas de tratamiento y desarrollando procesos de desalinización del agua, una tecnología por ahora muy costosa.
“Lo que más preocupa es la falta de conocimiento del impacto real -subraya Fernández-. Se sabe muy poco de la tolerancia de los ecosistemas acuáticos. Lo que sabemos es que uno de los impactos humanos más grandes está vinculado con la agricultura, que es en gran parte la base de nuestra economía. El otro gran impacto tiene que ver con la minería, y vamos en camino de convertirnos en un país con una minería muy importante, entonces hay que comenzar a hacer estudios para poder regular qué es lo que hay que controlar, cuándo y hasta dónde.”
“Creemos que disponemos de mucha agua, pero en este momento se está agotando a velocidades incalculables”, concluye González Achem.
LA NACION