17 Jun ¿Merece la pena ser un manager amable?
Por Cristina Simon
Acabo de leer en algunos medios los resultados de un estudio sobre los efectos conjuntos del género y la amabilidad de los empleados y sus niveles salariales. La noticia resalta que los empleados amables pueden cobrar entre un 5% y un 18% menos de salario que sus equivalentes socialmente menos agradables. Pero merece la pena acudir a la fuente y revisar la investigación original en profundidad.
El estudio arroja estos resultados de manera global, pero conviene matizarlos. En primer lugar, la muestra de empleados y managers es estadounidense y dudo que podamos generalizar los resultados. La cultura anglosajona es mucho más meritocrática que otra, y no es de extrañar que se primen otros factores de corte más individualista o centrados en el rendimiento. Otras investigaciones demostraron que los profesionales tienden a valorar como más competentes a los colegas que muestran comportamientos más agresivos.
Sociedades como las latinas o muchas orientales tienen conceptos muy distintos y son más consideradas con comportamientos sociales menos agresivos y más comunitarios. Esto ayuda a explicar por qué tantas políticas de RR.HH. importadas de los EE.UU. tienen tan poco éxito en nuestras realidades.
Dimensionar el impacto
El rango estimado de “pérdida salarial por amabilidad” depende del género. La diferencia del 18% se produce en los hombres, y la del 5%, en mujeres. Esto quiere decir que el coste de ser atento y colaborador es bastante mayor para los hombres. No está controlado el efecto del gap salarial de las diferencias de género, y que puede afectar a esto.
El dato ayuda a entender otra dimensión del “techo de cristal” al que nos enfrentamos las mujeres. La empresa no es un sistema inventado por nosotras, con lo que es más difícil encajar desde el estilo femenino, con mayor empatía y sociabilidad. Aunque algunas mujeres consiguen competir con éxito, no es de extrañar que una mayoría decida cambiar a otros entornos.
Otro punto es la definición de amabilidad. Los autores del estudio indican que ser amable consiste en mostrar, en alguna medida, los siguientes rasgos: transmitir confianza, ser franco, altruista, cumplidor, modesto y compasivo. Un retrato-robot que no se corresponde con la imagen que tenemos del directivo de éxito.
¿Merece la pena ser un manager amable? A no ser que se sepa combinar con ciertos grados de rudeza y una radical orientación a resultados, no sale a cuenta. Tendremos que ver qué ocurre en los modelos de organización emergentes, más basados en la colaboración y el manejo inteligente de las redes sociales. Es posible que se demanden competencias diferentes que integren algunos de los rasgos de amabilidad que tan caros salen a muchos empleados actualmente.
EL CRONISTA