Melbourne, la europea de Australia

Melbourne, la europea de Australia

Por Giorgio Benedetti
Tan sofisticada y cosmopolita como su hermana mayor, a solo dos horas y media de vuelo de Sydney, se sitúa la otra gran ciudad australiana, “la europea”, como le suelen decir sus habitantes. Melbourne, desperezada en la costa sureste, es la segunda urbe en importancia de Australia, con más de cuatro millones de habitantes en su área metropolitana. Es la capital del estado de Victoria, y ha sido destacada en múltiples oportunidades en base a diversos sondeos internacionales como una de las ciudades con mejor calidad de vida en el mundo.
Si bien un siglo y medio atrás el oro y la floreciente industria le dieron prosperidad a lo que antiguamente era la capital del país, su gran crecimiento ininterrumpido fue a partir de la primera mitad del siglo XX, gracias a la llegada de inmigrantes de todo el Viejo Mundo que huían de las crisis. Aún hoy se luce de aquella época su arquitectura victoriana, que de maravillas combina con frondosos parques, edificaciones súper modernas e interminables dosis de sofisticación bien típicas del siglo XXI.
Existen miles de circuitos para descubrir, pero visitar los clásicos locales, eternamente de moda, es una alternativa más que interesante.
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Un abanico de opciones
Lo mejor para quienes visitan Melbourne es descubrirla a fuerza de recorrer sus calles y sus distintos barrios. Un sitio para alojarse, o bien si el presupuesto no lo permite para disfrutar al menos de una buena cena, es el Lindrum Hotel. La construcción levantada hacia el año 1900 sobre la calle Flinders, frente al Alexandra Garden, presenta tras la gastada fachada y su pesado portón de entrada un ecléctico interior diseñado por el estudio Swaney Draper Architects, responsables de reciclar el antiguo centro de billar de la adinerada familia Lindrum. Una impecable sala de reuniones sociales, un restaurante y, por supuesto, un ambiente con un billar, se suman a 60 habitaciones de neto corte minimalista resultando en una perfecta expresión de individualidad.
Vecinos al Lindrum, siempre en el corazón de la ciudad, varios bares y restaurantes que rodean las calles Flinders Lane y Collins continúan encontrando en la cuidada estética su carta de presentación. Uno de los templos es sin duda el pub Honky Tonks, en un callejón de Duckboard Place. Luego de encontrarlo, tarea para nada sencilla, y de haber atravesado su precaria puerta de madera, tras una pesada cortina los juegos de luces que recrea la combinación de mármol, vidrio y espejos parecen latir al ritmo de la música y de la interminable lista de tragos que prepara la barra, ubicada en uno de los siete ambientes del lugar. Es sin duda uno de los sitios más chic de la ciudad, bien informal y con toda clase gente que se mezcla y baila según los designios de un DJ que maneja sus turntables desde una plataforma que simula ser un piano de cola.
A no más de 500 metros de allí, Hairy Canary (212 Little Collins) se envuelve con idéntica sofisticación, aunque con un estilo mucho más bohemio, sin tantas luces ni estridencia de gente.
También entre los destacados de la urbe se encuentran el bar EQ (100 St. Kilda Road), diseñado por NMBW Studio, y el vecino local David Tolley. En el mismo barrio (Saint Kilda), Pelican (16 Fitzroy) combina su esmerada cocina y atenta hospitalidad con el claro tinte colonial que le imprimió el grupo de arquitectura Six Degrees. Abierto a la calle, las pocas mesas contemplan calefaccionadas el cielo de Melbourne y los transeúntes en un ambiente de absoluta intimidad.
En fin, Melbourne tiene circuitos donde el diseño y la sofisticación parecen ser la regla, y donde todo brilla con la luz que se alterna entre la novedad y los clásicos de siempre.
EL CRONISTA