Fútbol y poesía

Fútbol y poesía

Por Ezequiel Fernández Moores
Más que sin fútbol, un domingo sin goles, como el último de la fecha de los clásicos, es un domingo sin poesía. Lo dice el cineasta y escritor italiano Pier Paolo Pasolini, que jugaba hasta siete horas diarias en su Bolonia natal. “Sobre el deporte”, el libro que compila sus artículos de 1957 a 1971, es una de las joyitas futboleras de la 42ª edición de la Feria del Libro que comenzó la semana pasada en Buenos Aires. El mundo de las letras celebró el sábado los 400 años del nacimiento de William Shakespeare. El escritor más célebre de Inglaterra, se sabe, fue pionero cuando unió fútbol y literatura. “You base football placer” (Tú, despreciable jugador de fútbol), hace decir ya cerca del siglo VIII al “Rey Lear” (1605). Quince años antes, en “La comedia de las equivocaciones” (1591), el criado Dromio se quejaba a su señora Adriana: “¿Por hablar sin tantas vueltas me pateas como si fuera un balón de fútbol?” Dos años después escribió “Ricardo III”. Shakespeare, que describió al rey como un tirano miserable, estaría incrédulo si leyera los tabloides que hoy afirman que el “espíritu” de Ricardo III explica acaso a Leicester, el milagro más grande del fútbol siglo XXI.
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“Aborto deforme”, “vil puerco”, “hijo del infierno”, “jorobado lenguaraz”, “saco de ira, horrible bulto deforme”. Shakespeare habla así del Ricardo III asesino de un hermano y, supuestamente, hasta de dos pequeños sobrinos, en su diabólico plan para aferrarse al trono. Ricardo III murió a los 32 años traicionado en la batalla de Bosworth (1485), en la Guerra de las Dos Rosas, después de exclamar “mi reino por un caballo”, atascado en un pantano, con la cabeza perforada por una espada. El último monarca de la Casa de York, con su imagen atenuada en los últimos años por los historiadores y cuyo esqueleto fue encontrado en 2012 en un estacionamiento de Leicester, revivió en el funeral de 2015, pleno de pompa y circunstancia. Y desde que su cuerpo descansa en la catedral de la ciudad, dicen sus exégetas, el equipo de Leicester, que temía el descenso, no para de ganar. Venció primero en seis de sus últimos ocho partidos de la temporada anterior y salvó la categoría. Esta temporada perdió apenas 3 de 35 partidos. El último sábado aplastó 4-0 a Swansea. “Que venga Barcelona”, cantaron sus hinchas en el King Power Stadium, ante las delicias de Vichai Srivaddhanaprabha, el patrón tailandés que donó dinero para la nueva tumba de Ricardo III. El espíritu del rey tirano, ironizó hasta el Wall Street Journal, parece hoy más importante que el DT italiano Claudio Ranieri. Leicester, un equipo con jugadores de Africa, Japón, Polonia, Dinamarca y la Argentina (Leonardo Ulloa), orgullo de una ciudad llena de inmigrantes asiáticos, será campeón si el domingo le gana a Manchester United. El partido se juega en Old Trafford. En el estadio que Bobby Charlton, no Shakespeare, apodó El teatro de los sueños.
Que los ingleses sean los inventores del fútbol lo pone en duda “¡Calcio!”, una hermosa novela de Juan Esteban Constantin. Pero que tienen algunos de los mejores libros sobre fútbol lo confirma “Maldito United”, de David Peace, sobre los increíbles 44 días de 1974 que duró el polémico Brian Clough como DT de Leeds United. Son apenas algunos de los quinientos títulos que ofrece LIBROFUTBOL.com en su stand de la Feria del Libro, en la Sociedad Rural. Al entrar en la Feria, uno enfrente del otro, están los stands de San Lorenzo y Huracán. Hoy presenta su libro la organización “Salvemos al fútbol”. “Páginas que duelen, porque cuentan crímenes que son muertes”, escribe en el prólogo Ariel Scher. El título “imbatible”, me dice Mauro Medvetkin, director de LIBROFUTBOL.com, sigue siendo “Dinámica de lo impensado”, de Dante Panzeri. Brilla también “El partido”, el gran libro reciente de Andrés Burgo sobre el Argentina-Inglaterra de México 86. El stand tiene novedades propias, como “Jorge Sampaoli. No escucho y sigo” (Pablo Paván) y “Yo soy el loco” (una biografía de René Houseman, de Federico Topet y Pablo Wildau). Y también ajenas, como la inacabable colección de títulos de Ediciones Al arco y libros sobre Pep Guardiola, José Mourinho, el Cholo Simeone y Luis Enrique, entre muchos. Y está también “Sobre el deporte”, el libro en el que Pasolini cuenta su amor por el fútbol.
Me dice el escritor italiano Giovanni Tesio, en estos días en Buenos Aires, que Osvaldo Soriano fue clave para que en su país se leyeran los vínculos entre fútbol y literatura. Una buena punta fue el intercambio futbolero de Soriano con el escritor y periodista Giovanni Arpino, autor de una novela sobre el Mundial 74. “El gordo” Soriano le escribe desde Bruselas, en agosto del ’77, que en la Argentina hay clubes que se presentan casi como “sociedades de beneficencia”, pero que “esconden los peores negociados”. Un año después le dice que la selección argentina no podía perder la final del Mundial 78 “con un árbitro italiano y un juez de línea uruguayo”. Y que en Argentinos Juniors (“y luego no digas que no te avisé”) sus amigos le cuentan de un fenómeno llamado Diego Maradona. En 1983, vuelto a Buenos Aires, Soriano le cuenta a Arpino que va a la cancha. “En cuatro partidos -se lamenta como si habláramos del último domingo- hubo tres cero-cero”. En otra carta le dice que, “a veces, es verdad” aquello de que “los argentinos somos italianos que hablan español y se creen ingleses”, salvo Jorge Luis Borges, “un escritor genial que es inglés, habla español y se cree argentino”.
Antes que Soriano, estaban los textos de Pasolini. “Los deportistas -dice el cineasta en una entrevista que aparece en “Sobre el deporte”- están poco cultivados, y los hombres cultivados son poco deportistas. Yo soy una excepción”. Acaso Pasolini se sorprendería si supiera que el próximo lunes 2 de mayo se presentará en Buenos Aires “Pelota de papel”, una colección de cuentos de fútbol ideada por el zaguero de Newell’s, Sebastián Domínguez, y en la que también escriben, entre otros, Pablo Aimar, Javier Mascherano, Facundo Sava, Jorge Valdano, Nahuel Guzmán, Jorge Bermúdez, Juan Pablo Sorín, Juan Herbella, Gustavo Lombardi, Nicolás Burdisso, Rubén Capria y el DT Sampaoli. Son futbolistas que hacen literatura. Pasolini, hombre de izquierda, pero que creía que el fútbol era un “opio terapéutico”, eligió escribir sobre “el lenguaje del fútbol”. Influenciado por el Mundial de México 70, dijo en 1971 que Europa jugaba “en prosa” y Sudamérica, especialmente Brasil, lo hacía “en poesía”.
Según Pasolini, la prosa europea tenía más defensa, pases triangulados, cruzamientos y contragolpe. Y la poesía sudamericana, libertad para gambetear y crear pases al vacío. Como no todo es lineal, Pasolini aceptaba que había jugadores que eran “poetas realistas” (más pragmáticos) y otros que eran “poetas malditos” (más anárquicos). Y que también, en el fútbol en prosa, podía diferenciarse la “prosa realista” (utilitaria) de la “prosa estetizante” (más bella). En la final de México 70, la “poesía brasileña”, según Pasolini, le ganó a la “prosa estetizante” de Italia. ¿Cómo definiría Pasolini el 7-1 de Alemania a Brasil en el último Mundial? Chico Buarque avisó ya en pleno Mundial 98 que Europa jugaba un “fútbol equilibrado” y Sudamérica un fútbol “de equilibristas”. Que unos, más seguros, jugaban como si fueran “los dueños de la tierra”. Y otros, más exhibicionistas, “los dueños de la pelota”. Como fuere, con prosa o poesía, podía llegarse al “delirio poético”: el gol. Me contaba un amigo uruguayo que su abuela, cuando dormía, recitaba en sueños formaciones de Peñarol. No eran los campeones de uno o de otro año. Eran equipos caprichosos. Con los jugadores que su sueño elegía. Y así, entre otros, jugaban juntos de madrugada Ladislao Mazurkiewicz, Walter Olivera, Elías Figueroa, Néstor Goncalves, Julio César Abbadie, Pedro Virgilio Rocha, Antonio Pacheco, Pablo Bengoechea y Fernando Morena. Poesía pura..
LA NACION