¿En qué creemos? Espiritualidad para armar

¿En qué creemos? Espiritualidad para armar

Por Gabriela Origlia
CÓRDOBA.- Hay dioses novedosos periódicamente y, de la misma manera, van renovándose los modos de vivir la espiritualidad. Hoy la fe se vive con más autonomía, con más independencia de las instituciones y con la intención de lograr bienestar.
Ésas son algunas de las primeras conclusiones del trabajo sobre “transformaciones de la religiosidad” que realizan -financiadas por la Fundación Templeton- el Boston College de Estados Unidos; la Universidad Católica de Córdoba (UCC), la de Montevideo, la Pontificia Lima, la de Bilbao y la Roma III.
“Hay más religión que la que los securalistas quieren pero menos de lo que las religiones pretenden”, apunta el jesuita Gustavo Morello y agrega que cada vez más la persona se transforma en su “propia autoridad religiosa” en la búsqueda de la explicación de lo que le pasa en la vida, de lo que da sentido a su existencia, a su conexión con la trascendencia.
Ana Lourdes Suárez, investigadora del Conicet y la Universidad Católica Argentina (UCA), señala que más que una nueva espiritualidad hay “más legitimidad” para que cada uno vaya armando su propio set, con distintas ritualidades, más cruzadas. Las “afiliaciones son más porosas”, ejemplifica en el sentido de que se combinan creencias que antes parecían contradictorias.
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De las encuestas realizadas para la investigación -que se extenderá 18 meses más- surge la combinación de ejercicios espirituales de San Ignacio con reiki; ejercicios de respiración con asistencia a procesiones; medallita de la Virgen y un ojo turco en la misma cadena, y asistencia de cultos a la prosperidad con la creencia en el karma.
En los últimos años surgen nuevas ideas acerca de lo que se identifica como espiritual. Desde la UCC, Hugo Rabbia plantea que la trascendencia no siempre está asociada a un ser superior, sino que hay quienes la piensan en términos intergeneracionales, en la conexión con la naturaleza. “Todo esto habla de muchas cosas pero, sobre todo, de que el ser humano necesita estar solo, de que encontrarse a sí mismo es fácil”, agrega.
En los segmentos medios y altos hay “autonomía espiritual”, el no alineamiento. “Creo a mi manera” o “no participo de las ceremonias pero tengo fe” son expresiones comunes. En los sectores populares no es igual. “Dan menos explicaciones racionalizadas”, señala Juan López Fidanza, docente de la UCA y autor, con Suárez, de “Condiciones de vida y religión en las villas” de la Ciudad de Buenos Aires.
Indica que, en esos barrios, el peso de las instituciones religiosas es mayor por ejemplo porque hay iglesias en las que funcionan comedores o centros de rehabilitación: “También aquí todo se combina; grutas con grafities, ceremonias tradicionales y lo para institucional como el Gauchito Gil y San la Muerte”.
La elección de la palabra “espiritualidad” es porque -para muchos- la “religiosidad” está ligada a lo impuesto, a un mandato. Morello enfatiza que lo que está pasando en este campo no difiere de lo que sucede en la política: menos identificación con los partidos como tales.

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“Hay más cosas en simultáneo -continúa-. La billetera donde tradicionalmente estaba la estampita fue reemplazada por la pantalla del celular, la puerta de la heladera o un tatuaje que no necesita ser un símbolo religioso, sino una historia o una imagen que para el que la lleva representa algo. Cada uno es su propia autoridad religiosa.”
Respecto de los tatuajes -que son muy frecuentes-, Morello apunta que no son explícitamente religiosos, pero sí la historia que cuentan tiene que ver con la espiritualidad: “Explican el sentido de la vida, hacen memoria en el cuerpo y eso se vincula con que la vivencia tiene que ver mucho con lo material, como el persignarse, pasar siempre por un lugar, sentarse para meditar en un determinado espacio, tocar un rosario como señal de buena fortuna”.
Los expertos coinciden en que no hay menos fe, se mantiene pero de una forma distinta. En el fondo, sigue persiguiendo dar sentido a la existencia. La combinación, para Suárez, se da en la medida que a la persona le sirve. “Toma lo que le es útil y es más consciente de que él es forjador de su sentido; recrea lo que trae”, agrega.
Rabbia entiende que el “ruido” en el ambiente y los problemas que cada uno acarrea lleva a repensar “prioridades, necesidades, qué es lo que quiero legar” y, en ese camino, incluso hay expresiones altamente institucionalizadas y ritualizadas pero no a través de una iglesia, sino por decisión propia. “Todas estas cuestiones pueden existir fuera de la divinidad”, sintetiza.
Enfocado en los segmentos más populares, López Fidanza indica que tienen una mayor presencia de lo sagrado en la vida cotidiana: “No hay una separación del ?aquí y el allá’, el milagro es más cotidiano; ven la ayuda de lo divino a la mano, incluso en los logros personales”.
La investigación está confirmando, hasta ahora, que la gente cree más cuando más grande es. A medida que pasan los años tiende a elevarse la asiduidad de las prácticas espirituales, cualquiera sea la forma que asuman. Entre los más jóvenes un rasgo es la indiferencia, pero sin agresividad.
También se desprende que la religiosidad vivida asume múltiples formas. “No hay un único modo, como solía ser ir al templo; la gente ya no está atada a una sola cosa, las va acomodando a sus necesidades”, sostiene Morello.
Elige una figura musical: “El contrabajo de la banda puede ser católico, judío o pentecostal y, después, cada uno va armando su música”.
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