El triunfo de los que también podrían haber ido a Malvinas

El triunfo de los que también podrían haber ido a Malvinas

Por Waldemar Iglesias
Lo sabían todos los jugadores que compartían la concentración del América, desde la que se comunicaban por teléfono público con sus familiares. Escuchaban, a la distancia, que era un partido que valía más que un partido. Que para algunos era todo. Que allí, después de la charla en el vestuario del estadio Azteca, Argentina tenía la chance de una revancha poética en el ámbito del deporte, frente Inglaterra. La describió Eduardo Sacheri en su cuento “Me van a tener que disculpar”: “No es un partido. Mejor dicho: no es sólo un partido. Hay algo más. Hay mucha rabia, y mucho dolor, y mucha frustración acumulada en todos esos tipos que miran la tele. Son emociones que no nacieron por el fútbol. Nacieron en otro lado. En un sitio mucho más terrible, mucho más hostil, mucho más irrevocable. Pero a nosotros, a los de acá, no nos cabe otra que contestar en una cancha, porque no tenemos otro sitio, porque somos pocos, estamos solos, porque somos pobres”.
Así lo vivieron. En la capital de México y en cada rincón argentino. Los que jugaban y los que miraban. Lo contó Diego Maradona – el dueño de aquella tarde y de toda la épica- en días recientes: “Tengo miles de cartas de madres de chicos que murieron en Malvinas. Ese es un trofeo tan grande como la Copa del Mundo. Para nosotros el partido con Inglaterra era defender a los pibes de Malvinas. Jugábamos con la bandera tatuada. En nuestra piel estaba el dolor de todos los pibes…”. Diego fue uno de los que habló del tema en aquellos días de Mundial. Otros comentaron, otros expresaron su dolor tardío callando. Todos jugaron como si la memoria de los vencidos latiera dentro de ellos.
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Seis de los 22 integrantes del plantel que luego sería campeón del mundo habían nacido en 1962, esa generación a la que la Guerra de Malvinas le devoró pibes y familiares y sueños y todo. Sergio Batista, Oscar Ruggeri, Néstor Clausen, Héctor Enrique, Carlos Tapia y Jorge Burruchaga.
“Fui uno de los que podría haber ido a Malvinas. Soy de esa generación. Estaba ahí, en Independiente. Me llamaron, me pelaron. Como me dijo ese teniente coronel en el Regimiento Patricios: ‘estás al servicio de la patria’”, le dice Burruchaga a Clarín, ahora, al borde de una emoción. Cuenta más sobre aquel vestuario: “Había un sentimiento de revancha, de dar una alegría a esa gente. Era como empatar algo injusto que había sucedido cuatro años antes. Era un partido de fútbol, sí. Pero tenía todo eso también, sobre todo para tanta gente… Pero una vez que empezó, se jugó. Y se ganó. Después, claro, se festejó de un modo especial: honramos la memoria”.
Lo tiene claro: él pudo haber ido a “Las Islas”. Como le tocó al también futbolista del 62, Omar De Felippe, o como a tantos chicos anónimos que dejaron el cuerpo allá lejos, en el cementerio de Darwin.
LA NACION