09 Jun El silencio que se escucha
Por Gaby Zaragoza
La práctica del silencio es profunda y no puede ser explicada desde el intelecto. Es algo que nos lleva más allá de los límites de la mente y que nos enseña sabiamente una verdad más profunda que subyace a lo relativo y cotidiano. Por eso las grandes filosofías, religiones y tradiciones lo practican desde antaño. Y por eso es recomendable darnos un tiempo para el silencio, ese silencio dispuesto a escuchar más allá de los ruidos y de las distracciones diarias.
Juan Manzanera, quien fue monje budista durante 12 años y es psicólogo humanista (y a quien considero un gran maestro); coordina en España los más sublimes retiros de meditación y silencio. De allí tengo el privilegio de volver, más precisamente de las Sierras de Gredos, un entorno favorable para vivir el silencio en la naturaleza.
Y me surgen las palabras de San Agustín: “Las personas viajan grandes distancias para maravillarse de las altas montañas, de las enormes olas de los mares, de las largas trayectorias de los ríos, de la inmensidad del océano y del movimiento de las estrellas. Y sin embargo, ellas pasan por sus propias vidas sin maravillarse”. Eso es lo que, entre otras cosas, te ofrece el silencio: maravillarte por estar vivo y escuchar el latido de la vida, sentir la respiración, los sentidos, ser parte de lo que nos rodea. Sentir la presencia de todo hasta llegar a la presencia de la Conciencia.
Y en ese momento aparece el vértigo a la libertad. La libertad que da comprender que podemos soltar todos los conceptos. Que cualquier idea que tenemos y creemos verdadera es sólo una “producción mental” y, por lo tanto, personal e individual. Y que todos estamos en esta historia “produciendo diferentes verdades”. La libertad de conectar con lo que está más allá de la mente y los condicionamientos nos permite dar el salto para salir del circuito humano en que nos movemos de miedo y deseo.
Hartos de perseguir “la zanahoria” que no nos conduce a ninguna parte, el abandonarnos unos días en el silencio nos invita a habitar en su totalidad la vida tal como es y la experiencia tal cual se presenta. Sin resistirnos, buscando sólo experimentar el momento. Porque una de las grandes dificultades que compatirmos es no dejar que las cosas sean: resistirnos a lo que es.
Con el transcurrir del silencio, vamos notando cuántas historias inventa nuestra mente, cuántas construcciones relativas aparecen y cuán presos vivimos de ellas. Y, por un momento, llegamos a sentir la convicción de que ningún pensamiento es verdad.
Esta premisa, sostenida por las tradiciones orientales y que cada vez más podemos constatarla mediante la indagación personal y la investigación científica, nos sitúa como personas más humildes, más compasivas y más dispuestas a vivir en sintonía con los demás y con la vida.
No es fácil de transmitir con palabras, pero sí de experimentar y bien vale probarlo. Y, por supuesto, lo importante de estos retiros para “escucharse en el silencio” es no tomarlos como una experiencia más o una manera de evadirnos de nuestra rutina.
El propósito y lo que nos sana es que la diferencia entre estar meditando en el retiro y salir de la meditación, sea cada vez menor. El fin último es integrar las enseñanzas y la paz que sentimos a nuestra vida diaria, a la vida en todo su potencial.
EL CRONISTA