06 Jun El fútbol americano se sincera y admite el efecto de los golpes
Por Gustavo S. González
Se tomó su tiempo la National Football League (NFL), el superpoderoso ente que maneja el fútbol americano en Estados Unidos, pero al fin admitió la relación que existe entre los traumatismos en la cabeza que sufren sus jugadores y la encefolopatía traumática crónica (CTE, su sigla en inglés). Para el mundo, el deporte que dirige la NFL no alcanza la trascendencia que tiene en ese país, salvo en ocasión del Super Bowl, la final del torneo, con su famoso “espectáculo del medio tiempo”, siempre un show en pleno campo lleno de figuras internacionales.
La NFL nunca había reconocido públicamente su conocimiento del vínculo golpes-CTE, una noción que quedó en evidencia luego de que un oficial de la liga la admitiera ante un comité del Congreso. Cuando la representante demócrata por Illinois Janice Schakowsky indagó en una mesa redonda, organizada por la cámara que integra, sobre la conexión entre las conmociones cerebrales y las patologías que se desarrollan meses o años después, como Alzheimer, Parkinson, pérdida de memoria, confusión, depresión, descontrol de los impulsos y demencia progresiva, escuchó una frase contundente: “La respuesta a esa pregunta es «sí»”, y la pronunció Jeff Miller, el vicepresidente senior en salud y seguridad de la liga más competitiva del mundo.
El deporte que a la vez entusiasma y da miedo a millones de estadounidenses celebra cada choque de un apoyador (defensor) o un cornerback (defensor en las puntas) que frena a un atacante rival con un tackle demoledor. A veces el contacto es más arriba y la colisión de los cascos es inevitable. Para la física, un encontronazo en el campo puede ser tan devastador como un choque en automóvil o, en algunos casos, peor, según escribió el analista Mark Wilson en el artículo “por qué los cascos en la NFL nunca protegerán contra una conmoción cerebral”, publicado en Codesign.com. Y compara esa protección con la del airbag o el cinturón de seguridad en caso de un accidente automovilístico, por lo que sugiere un elemento que se deforme como un colchón con el golpe y no se abolle. Como si fuera un guard-rail en la autopista o las filas de gomas en un circuito de Fórmula 1.
Ante el comité parlamentario, a Miller no le quedó más que basar su respuesta en un trabajo de la doctora Ann McKee, profesora de neurología y patología de la Universidad de Boston y especialista en enfermedades neurodegenerativas, que realizó necropsias en cerebros y encontró que entre los 94 ex jugadores de la NFL analizados, 90 padecían CTE, al igual que 45 de 55 que jugaron fútbol en la universidad y 26 de 65 que lo hicieron en el colegio secundario. “Lo importante es qué significa la información para nosotros y qué haremos con ella”, dijo el directivo de la liga, que, sin embargo, “pasó la última década tratando de convencer al mundo de que la relación traumatismo de cráneo enfermedad cerebral degenerativa no era real”, según lo acusó Chris Nowinski, jugador de la Universidad de Harvard e impulsor de una fundación para futbolistas americanos que sufrieron conmociones cerebrales.
Por lo pronto, para el Tribunal de Apelaciones del Tercer Circuito la información implica mucho. Los jueces intervinieron en el acuerdo que habían alcanzado los jugadores con la NFL, ya que al menos 100 casos de conmociones cerebrales habían sido omitidos y hasta se había recurrido al informe de un reumatólogo que relativizó la gravedad de las enfermedades neurológicas y su relación con los traumatismos. El convenio entre las partes estipulaba un plan de pagos por 800 millones de dólares para resolver miles de demandas, antes de que la liga admitiera el alcance de los golpes en la cabeza. Ahora esa suma llega a 1000 millones, involucra a unos 20.000 jugadores que se retirarán en los próximos 65 años y estipula 4 millones por fallecimiento. Se estima que uno de cada tres protagonistas de la NFL experimentará algún episodio traumático durante su carrera. En la última temporada hubo cerca de 200 conmociones cerebrales, sólo según los datos oficiales.
Wesley Woodyard, apoyador de Tennesse Titans, comentó a ESPN: “En el fondo de mi mente, siempre he tenido la duda de si el fútbol americano es uno de los deportes que le permitiré a mi hijo practicar, por el tema de la seguridad. Con la nueva información sobre la CTE se ha generado preocupación entre los padres. Estamos tomando los pasos adecuados para mantener un juego seguro; la seguridad siempre será mi prioridad. Si mi hijo quiere jugar, será decisión suya, pero voy a asegurarme de que no lo haga sino hasta que tenga, quizá, 12 años. Yo empecé a los 6 y definitivamente no lo dejaré jugar a esa edad. A lo largo de los años uno simplemente continúa construyendo y castigando su cuerpo, y las cosas malas suceden por eso”.
Entre los casos descubiertos mediante autopsias (el único modo de estudiar esta enfermedad) está el de Ken Stabler, notable ex mariscal de campo de Oakland Raiders, que murió el año pasado por un cáncer de colon, a los 69 años. Los investigadores de la Universidad de Boston detectaron una patología cerebral degenerativa de grado 3, en una escala que va de 1 a 4 (éste es el más severo). La doctora McKee apuntó al respecto: “Es un caso típico, aunque sorprenda por tratarse de un mariscal de campo [están menos expuestos a los choques a toda velocidad, como los extremos], pero las lesiones estaban extendidas en varias regiones y eran severas”.
Cada vez son más los ex jugadores que dejan constancia para que sus cerebros sean donados con el fin de efectuar análisis post-mortem, como lo hizo Stabler. The New York Times informó que hay una lista de más de 100 estudios con hallazgos similares a los de este caso.
LA NACION