El cambio climático ya llegó y hace sentir su furia

El cambio climático ya llegó y hace sentir su furia

Por Leslie Hook
John Veron se para en un barrizal plagado de corales muertos y mira con tristeza un arrecife cercano, al que el verano más caluroso de la historia tiñó de un blanco fantasmagórico.
“Nunca antes se vio algo igual”, afirma Veron, que estudió la Gran Barrera de Coral de Queensland desde 1972. “Antes se podía nadar en esta área y bucear entre corales exuberantes. Lamentablemente, ahora es una mezcla de grava y arena”.
Veron, un científico que bautizó alrededor de un quinto de las especies coralinas del mundo, está de visita en la Isla Orfeo para estudiar el peor blanqueo de la historia del arrecife. Hasta 95% de los arrecifes coralinos de la porción septentrional de la Gran Barrera de Coral de 2300 kilómetros están sufriendo un blanqueo severo como consecuencia del aumento de la temperatura marina, y los científicos informan que la mitad este arrecife ya está muerto.
“Los años en que se presenta la corriente de El Niño son los peores porque es cuando se dan temperaturas marinas un poco más altas”, sostiene Veron refiriéndose al recalentamiento de partes del Océano Pacífico que ocurre cada tres a siete años, lo cual genera cambios en los patrones climáticos mundiales.
Llamado el Niño Jesús por los pescadores peruanos que lo advirtieron en el siglo 17, el fenómeno de El Niño ha ocurrido por miles de años. Pero investigaciones recientes -cuestionadas por algunos científicos- sugieren que el recalentamiento global generará eventos de El Niño, y su fenómeno inverso, La Niña, más severos.
La corriente de El Niño, que comenzó a principios de 2015 y debería acabar en los próximos meses, es una de las más intensas de la historia. Su efecto se está extendido por todo el mundo.
“El impacto de una corriente de El Niño fuerte es masivo, tiene alcance global y es probable que se presente con más frecuencia en un futuro más cálido”, sostiene Agus Santoso, investigador asociado senior del Centro de Investigación de Cambio Climático de la Universidad de Nueva Gales del Sur.
“Afecta los medios marinos, los rendimientos de los cultivos agrícolas y quizás hasta la política”.
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El Niño contribuyó a que 2015 sea el año más caluroso del que se tenga registro, según la NASA. La agencia espacial de los Estados Unidos sostuvo que el fenómeno marcó la primera vez en que las temperaturas mundiales promedio estuvieron 1º C o más por encima del promedio de 1880-99, cuando empezaron a llevarse los registros modernos. Incluso ahora que el fenómeno se va debilitando, su efecto continuará afectando a las comunidades y los precios de commodities desde el aceite de palma hasta el gas natural.
La ONU advierte que hasta 60 millones de personas de países en desarrollo corren riesgo de sufrir los efectos de sequías, inundaciones e incendios vinculados con El Niño, que probablemente también genere inseguridad alimentaria y brotes de enfermedad. Está instando a gobiernos y donantes a adoptar medidas para fortalecer los sistemas de salud y medidas de adaptación y a desarrollar capacidad de respuesta a eventos climáticos severos.
Evaluar el impacto económico de El Niño es difícil. Un informe del Fondo Monetario Internacional de 2015 revela que Australia, Chile, India, Indonesia, Japón, Nueva Zelanda y Sudáfrica experimentaron una breve baja en su tasa de crecimiento como consecuencia de eventos climáticos severos. En Europa y Estados Unidos, por otro lado, la producción mejora ya que el clima más cálido y húmedo estimula el crecimiento de los cultivos.
Munich Re sostiene que el año pasado las pérdidas derivadas de catástrofes naturales se redujeron a u$s 100.000 millones, su nivel más bajo desde 2009, principalmente debido a una menor incidencia de huracanes con impacto en América del Norte. Esto pasa por alto el impacto en regiones más pobres, que enfrentan los eventos más severos durante el fenómeno de El Niño.
“El Niño, en general y también según se advirtió en el fenómeno de 2015, afecta con más severidad a las áreas más pobres del mundo, mientras que las regiones más ricas salen relativamente ilesas”, afirma Peter Hoeppe, director de investigación de riesgos geológicos de la reaseguradora.
Las empresas están tomando medidas para aislarse de los riesgos. GrainCorp, una empresa agrícola australiana, está invirtiendo A$ 30 millones para expandirse en Canadá, en parte para escapar de la amenaza de la sequía en el este de Australia. Sin embargo, es poco probable que entornos ecológicos frágiles tales como la Gran Barrera de Coral puedan adaptarse a eventos climáticos cada más más severos.
Muchos científicos creen que el acuerdo alcanzado en la conferencia sobre cambio climático de París de diciembre último, que apunta a mantener los aumentos de temperatura mundiales este siglo por debajo de los 2º C, no es apropiado. Según datos de la NASA, en enero, febrero y marzo se registraron las temperaturas históricas más altas para esos meses.
Sequías
Carcasas de ganado vacuno se pudren en los suelos resecos y agrietados. Los campos están llenos de plantas de maíz arruinadas e inservibles. Las presas que suministran recursos para la hidroelectricidad, el riego y el agua potable están en su nivel más bajo en años.
Estos panoramas se repiten a lo largo y lo ancho del sur de África, donde el ciclo de El Niño dejó expuestas a las economías débiles y sobrecargó de dolor a una región de casi 300 millones de habitantes. En Sudáfrica, la potencia regional, cinco de nueve provincias fueron declaradas zonas de catástrofe causada por la sequía el año pasado, y el gobierno estima que el costo económico para la agricultura ya alcanzó los u$s 1000 millones.
Dado que es un granero importante para los vecinos menos desarrollados -que suministra alrededor del 70% de sus importaciones de maíz, el principal ingrediente para alimentos básicos-, los efectos se están sintiendo a lo largo de las fronteras del sur de África. El año pasado, sus cultivos de maíz se redujeron un 30%, a 9,9 millones de toneladas. En 2016, se espera que bajen a 7,2 millones de toneladas. El consumo interno anual es de 10,5 millones de toneladas.
Al igual que los agricultores comerciales de Sudáfrica, miles de productores pequeños de la región están sufriendo las consecuencias. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU estima que 31,6 millones de habitantes de sur de África enfrentan escasez de alimentos. El mes pasado advirtió que la malnutrición aguda está aumentando en Zimbabue, el sur de Madagascar, Malaui y Mozambique, ya que la región sufrió las precipitaciones más bajas en años, a la par de las temperaturas más calurosas en una década.
“La tensión sin precedentes relacionada con el clima y El Niño en el sur de África desencadenó un segundo año de inseguridad alimentaria para los más vulnerables con consecuencias graves que persistirán al menos hasta la próxima cosecha, en marzo de 2017”, sostuvo el PMA.
Si bien hubo algunas lluvias en las últimas semanas, mucho dependerá de las condiciones de los últimos tres meses del año, cuando los agricultores siembren un nuevo cultivo. Después de dos cosechas malas, los productores de maíz tienen dificultades.
“Los agricultores vienen perdiendo dinero desde la cosecha de 2015 y también en lo que va de este año, por lo que, en general, muchos se encuentran en condiciones financieras difíciles”, afirma Wandile Sihlobo, economista de Grain SA, una asociación de agricultores. “Incluso si Sudáfrica recibiese un buen caudal de precipitaciones hacia octubre, cuando tenemos que sembrar el siguiente cultivo, lo que va a ser importante es si los agricultores cuentan realmente con los recursos para sembrar porque la mayoría de ellos están endeudados.
Incendios
Cada año el smog tóxico cubre el sudeste asiático durante el período de sequía, alrededor de julio, a la vez que los incendios forestales -iniciados por pequeños productores de Indonesia que utilizan técnicas de tala y quema para limpiar la tierra- se desencadenan. El deterioro anual se vio agravado por lo que los lugareños denominan El Niño “Godzilla” que retrasó las lluvias del monzón en todo el archipiélago.
Las autoridades estiman que el año pasado 2,6 millones de hectáreas de tierra se carbonizaron, casi cuatro veces y media la superficie de Bali.
Unas 500.000 personas sufrieron problemas respiratorios, 2,4 millones de estudiantes se vieron afectados dado que las escuelas se cerraron temporalmente y las relaciones con Singapur se tensaron a medida que la contaminación traspasó las fronteras.
El World Resources Institute (WRI) estima que los incendios emitieron más de 1.600 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono a fines de octubre, superando las emisiones totales de toda la economía de Estados Unidos durante 26 días en un período de 44 días analizado por el WRI. El Banco Asiático de Desarrollo y el Banco Mundial estiman que los incendios le costaron a Indonesia más de u$s 16.000 millones.
“Los factores desencadenantes en el terreno son de origen humano,” declara Andika Putraditama, oficial de extensión del WRI. “Si no cambiamos el manejo del uso de la tierra, los eventos extremos de El Niño como los que vimos el año pasado van a ser mucho más perjudiciales para Indonesia.”
Los incendios se han convertido en un desastre ambiental en las últimas décadas después de que poderosas empresas de aceite de palma y del sector del papel empezaran a drenar turberas ricas en carbono, dejándolas secas y altamente inflamables. Algunos sostienen que el fenómeno climático extremo de El Niño fue en realidad una bendición encubierta, dado que obligó al gobierno a actuar. En medio de una creciente presión internacional, el mandatario Joko Widodo dictó una moratoria sobre el cultivo de turberas. Ordenó una revisión de las licencias para drenar turberas e insistió mediante llamados a rehumedecer vastas extensiones de tierra.
“No queremos decir simplemente de quién es la culpa, queremos resolver el problema”, afirma Raffles Panjaitan, director de prevención de incendios forestales del Ministerio de Medio Ambiente y Silvicultura.
Con un gobierno descentralizado que abarca más de 17.000 islas, el cumplimiento es un gran obstáculo y las medidas de Yakarta están siendo cuestionadas a medida que empieza un segundo período de sequía. Se detectaron otros 1432 puntos críticos desde el comienzo del año.
La flamante Agencia para la Restauración de Zonas Turberas captó la debilidad de la respuesta de Jakarta. Nazir Foead, jefe de la organización, planea restaurar alrededor de 830.000 hectáreas este año, pero declaró a la prensa el mes pasado que las demoras burocráticas hicieron que su equipo aún no haya recibido ningún financiamiento por parte del estado.
Inundaciones
California es uno de los pocos lugares que obtiene algún beneficio de El Niño. La lluvia extra que recibió este invierno permitió aliviar una sequía de cuatro años en el estado norteamericano.
Los niveles de precipitaciones se situaron en 109% de la media entre octubre y marzo, lo que ayudó a recuperar los almacenes que se habían agotado durante la sequía. Para los agricultores -cuyos campos fueron abrasados- esto significa que se liberará más agua para riego que en 2015 de los embalses del estado, lo que implica un impulso para la industria agrícola valuada en u$s 50.000 millones del estado.
El efecto ayuda a explicar por qué la economía estadounidense en general puede beneficiarse de El Niño: según un estudio realizado el año pasado por el FMI, la economía de Estados Unidos podría crecer un 0,55% tras un episodio de El Niño. Un clima más húmedo en la costa oeste y un invierno más suave en el noreste, ambos contribuyen.
A veces el efecto de El Niño ha sido desmedido. En enero, en el norte de California se registraron enormes marejadas e inundaciones a partir de un temporal que cobró especial fuerza debido a El Niño. Durante todo el invierno, las comunidades costeras también sufrieron inundaciones debido a las mareas inusualmente altas que fueron reforzadas por El Niño.
En la ciudad costera de Pacífica -conocida, en general, por la actividad del surf-, los residentes apilaban bolsas de arena y trasladaban los vehículos a medida que las olas rompían en las calzadas. En las sierras, por su parte, la caída de nieve adicional benefició a la industria del esquí y permitió mayor acumulación de nieve, fuente de aproximadamente un tercio del agua de California.
A pesar de todo esto, la sequía que comenzó en California en 2011 todavía no se dio oficialmente por concluida, y muchos embalses se mantienen en niveles inferiores a la media.
EL CRONISTA