05 Jun Ana Belén y Víctor Manuel: “Nos define el compromiso”
Por Pedro Irigoyen
La batalla entre el amor y el tiempo muy pocas veces la gana la muerte que separa. El hastío, la rutina y las tentaciones suelen ser como el agua que erosiona la piedra. Ellos dos, en cambio, se sienten invencibles. Se alaban mutuamente como novios nuevos. Se dan alas para no ahogarse y comparten sueños para volar juntos, más una poderosa afinidad desde el compromiso con su tiempo. De regreso a Buenos Aires con sus Canciones regaladas, el disco en el que interpretan temas de autores como Rubén Blades, Leonard Cohen, Chico Buarque o Astor Piazzolla, darán dos shows en el Gran Rex y harán lo que más les gusta hacer aquí: perderse juntos en la ciudad. “Cuando vamos a Buenos Aires nos encanta salir a caminar por la calle. Nos gusta mucho. Nos mezclamos, nos metemos en una librería, en una tienda. Ir a San Telmo si nos pilla sábado. Y comer rico”, dice ella, días antes de viajar, desde Madrid.
En estos tiempos tan cambiantes, ¿cuál ha sido la clave entre ustedes para mantener el amor?
Víctor: Es complicado dar recetas, nos conocimos muy jóvenes, con amigos comunes. Hemos caminado en paralelo. Descubriendo y apreciando las mismas cosas. Eso sí, manteniendo cada uno su espacio siempre, la libertad que tiene que tener cada uno a lo largo del día. Y supongo que hay que quererse, aparte de eso.
Ana: Y una determinada manera de ver la sociedad, de enfrentar el momento que vivimos. Un posicionamiento. También con respecto a la profesión; una forma de entenderla. Si algo nos define es el compromiso. Frente a la profesión, a lo político, a la vida. Somos gente profundamente comprometida con nuestro tiempo. No lo veo como algo raro. Muchos de los amigos que nos rodean lo sienten igual. La vida es lo suficientemente importante como para no ir con los ojos cerrados ni a lo tonto. Eso es para la adolescencia. Quiero creer que todo el mundo se siente comprometido con lo que está haciendo. También hay quien hace lo que puede, y no lo que le gustaría. Nosotros tenemos la suerte de hacer lo que queremos.
¿Cuál es la principal virtud de Ana?
Víctor: Ana es muy clara. Muy transparente. Se le notan fácilmente los malos y buenos humores. Eso se agradece mucho.
¿Y la de Víctor?
Ana: El es muy tímido, pausado y relajado. Así como yo soy bastante nerviosa y todo me afecta en el acto inmediatamente, Víctor es mucho más reposado. Hay ahí un equilibrio bastante bueno. Nos conocimos en un tiempo de prohibiciones y censura. Hubo ese equilibrio: por momentos yo llevaba el peso, por otros él, y a veces los dos juntos.
Cada uno lleva en paralelo sus carreras solistas. ¿Se sintió celoso Víctor cuando editaste “Los hombres que amé”?
Ana: No, para nada. El me ayudó muchísimo. Además, siempre dice en broma que está acostumbrado a compartirme mucho. “Ya desde el momento en que voy al cine y veo cómo besa, cómo abraza, cómo hace el amor, qué voy a hacer”, se ríe. Sería absurdo que fuera de otro modo. Es muy generoso. Se parece mucho a su padre. Cuando murió le hicieron un homenaje tan grande en su pueblo… A todo el mundo le había hecho un favor. A veces se lo digo como reproche. Que debería aprender a decir no, que también es sano. Pero no puede. En su cabeza no entra el no ser generoso en ese sentido. No es celoso, no es posesivo con nada, y tampoco conmigo. Le gustó mucho ese trabajo. Toda mi vida la he formado en base a la generosidad de autores como él, como todos esos y más que han quedado ahí sin salir en el disco. Víctor se alegra más de lo bueno que a mí me pasa, que de lo que le pasa a él.
¿Cómo ha sido para ustedes el vínculo con la Argentina?
Víctor: Muy intenso. Fui por primera vez a la Argentina en 1970. Quien me estaba esperando en el aeropuerto cuando llegué, junto a la gente de la compañía, era Mercedes Sosa. Tengo una foto saliendo del aeropuerto con ella. Al día siguiente fui a verla al teatro y me caí del caballo. Era brutal la Negra. Y al otro día, me llaman a la habitación del hotel y me dicen: “Está aquí abajo Leonardo Favio esperándole”. Yo no lo conocía, sólo sus canciones, claro está. Se sentó Leonardo y me dijo: “Tienes un carro en la puerta del hotel. Te dejo aquí una grabadora y una guitarra por si quieres componer. Sólo úsalo y yo luego paso a recogerlo”. Esa fue mi primera vez allí. Desde entonces, hicimos allí grandes amigos: Fito, León Gieco, Mercedes, cuando vivía, Víctor Heredia, y seguro que me olvido de alguien en este momento. Hemos convivido, cantado juntos, comido y bebido en muchas ocasiones. Gente muy cercana para nosotros.
¿Y con el resto de América Latina?
Víctor: Hay países en los que lo he vivido más intensamente. El proceso de Chile lo he vivido muy de cerca. Antes y después del Golpe. En cuanto pude entrar me fui para allá. Inmediatamente. He vivido muy intensamente Cuba en los años ’70. Hasta que me harté. Decidí dejar de cantar el primer día que un taxista me exigió dólares al salir del hotel. Nosotros nunca habíamos cobrado allí, nos daban unos pesos para dietas, y si tenía que pagar un taxi en dólares era de mi bolsillo. He mantenido relación con muchos músicos cubanos, gente a la que quiero mucho, pero oficialmente desconecté.
¿Cómo nos ven hoy?
Víctor: Es país a país. En los últimos años hubo una tendencia a la izquierda. El FMI intentará hacerse cargo de nuevo de la economía de estos países. América Latina ha dado un salto gigante en los últimos veinte años. Se democratizaron las instituciones, los horrores vividos en los ‘70 y los ‘80, afortunadamente quedaron atrás. Cada uno tuvo su recorrido.
¿Podrías trazar un paralelismo con la situación que se vive en España?
Víctor: Es complicado, porque en España estamos viviendo todo con una cierta perplejidad. Ha llegado la nueva política, o los nuevos políticos, son dos partidos básicamente, pero lo que hacen es muy viejo. Yo no le pido milagros a esta nueva clase política, sólo que saneen la vida pública y sean transparentes. No me preocupa que cambien el nombre de una calle, o quiten un monumento, me preocupa más la regeneración de la vida política. Algo de eso ya está ocurriendo. Los partidos de la vieja política se han movido a medida que los nuevos iban diciendo cosas que ellos han adoptado. Estamos básicamente gobernados por la economía y las multinacionales. Google sirve para Chile y para Japón también. Nos homologa, es el gran ojo que nos vigía. Un día pones el nombre de unas pastillas y por los siguientes 15 días te bombardean con eso y otras similares en la pantalla. Da miedo. Te tienen controlado, localizado. Supongo que vamos hacia algo mucho peor que esto que estamos viviendo.
¿Qué puede aportar la música a la transformación de una sociedad?
Víctor: La música es el arma más poderosa de comunicación que hay, y la más democrática, por otro lado. Ana siempre canta Sólo le pido a Dios. Y ha tomado una nueva significación. Escrita en un momento muy concreto, ahora servía también para todos los refugiados de Siria que estaban tratando de entrar en Europa por la guerra. Las canciones sirven para diferentes espacios. Me contaron que la gente que ganó las elecciones en la Argentina cantaba Todo cambia. Si Julio Numhauser, su autor, se asomara a esa realidad, se escandalizaría con toda seguridad. Pero ves que las canciones tienen diferentes usos. Generalmente, son sólo de una dirección. Pero a veces, hay gente que perversamente les da otro uso.
Un amor musical y sentimental: ¿Cómo fue el camino hacia el primer beso y las canciones compartidas?
“La conocí a Ana en La Coruña, en 1971. Los nos dedicábamos ya, ella hacía teatro y yo estaba cantando. Curiosamente, a los 15 días nos contrataron separadamente para protagonizar una película. No éramos ni conocidos, habíamos estado cerca en emisiones de radio pero nunca llegamos a conocernos. Me encuentro a esa mujer en esa película y ya desde entonces no nos hemos separado. Yo rodaba porque era cantante, porque era un pésimo actor, y en aquella época los cantantes rodaban películas. Nos juntamos. Ana había cantado de jovencita a los 12 o 14 años y había grabado discos, pero estaba algo desinflada con el mundo de la música. Yo la animé a que cantase y empezó a grabar en solitario. Girábamos cada uno con nuestro grupo. Hasta que nos contrataron juntos, para que tocase uno primero y el otro después en 1974. Ya vistos ahí, decidimos juntar una parte del repertorio. Yo cantaba parte del suyo, y ella del mío. Eso fue el comienzo. Desde entonces, cada vez que hacemos una gira conjunta, tiene un plus. A la gente le gustaba mucho ver cómo nos complentábamos. En América Latina el conocimiento nuestro es menor que en España, y muchas veces nos toman por dúo. Porque generalmente vamos juntos. Entonces tenemos que explicar que cada uno tiene su carrera, su repertorio y que eventualmente nos juntamos”, recuerda Víctor.
Ana amplía: “Nos presentaron en el hotel. No lo tenía registrado, y en ese momento me cayó muy bien: ‘¿Qué vais a hacer luego?’. Yo tenía ganas de verle un poco más. Quedamos después de su concierto y mi presentación, en vernos en una discoteca que había por ahí, con unos amigos suyos. Recuerdo que me hizo muy poco caso ahí. Luego me enteré de que fue porque tenía novia. Estuvo simpático y cariñoso. Una persona querible. Quedamos en vernos. ‘Voy a Madrid a hacer otros conciertos, si queréis venir…’, me invitó. Allí fui a verle por primera vez en la vida. No le había visto como cantante; se me cayeron los palos del sombrajo. En ese momento me dije que me gustaría conocerlo un poco más. Estaba duro. Luego me confesó que yo le daba un poco de miedo, por eso de ser actriz muy seria. La casualidad hizo que me contrataran para una película, y a él también. No volvimos a separarnos. No sé qué pasó con la novia. No me quise ni enterar”.
Rubén Blades, Leonard Cohen, José Alfredo Jiménez, Chico Buarque, Astor Piazzolla, Billy Joel y José Afonso, entre otros nombres, figuran en Canciones regaladas el nuevo trabajo de la pareja. “Este tipo de elecciones siempre tiene un punto arbitrario. Hay tantas canciones que te gustan… Quisimos que fueran la segunda línea de temas de grandes autores. Podríamos haber elegido Pedro Navaja de Rubén Blades, pero elegimos El Padre Antonio y el monaguillo Andrés, que es una grandísima canción, pero no tan conocida. Así con todos. Hicimos una lista inmensa y fuimos eliminando hasta llegar a 30; y de ésas, estas 12. Todas canciones muy contrastadas”, explica Víctor.
Mientras, están reeditando la exitosa gira de El gusto es nuestro, que hicieron hace veinte años junto a Joan Manuel Serrat y Miguel Ríos. “Hicimos unas reuniones previas para hacer las fotos y preparar el repertorio. A mediados de mayo comenzaremos a ensayar y a poner en marcha el espectáculo. Ha sido un encuentro fantástico”, agrega.
A siete años de su última gira y a 30 de su último disco de estudio juntos, la pareja se presentó los días 8 y 9 de abril en el Teatro Gran Rex. Además de “Canciones regaladas”, hicieron todos sus clásicos.
CLARÍN