Alicia Giménez Bartlett: “Hay una hiperprotección del individuo que es falsa”

Alicia Giménez Bartlett: “Hay una hiperprotección del individuo que es falsa”

Por Silvina Premat
ce cinco años, leyó en un diario que la prostitución masculina para mujeres había aumentado en España un 30%. Vio en la noticia un tema para una novela, pero sólo encontró “miga” para una historia dos años después, cuando una de sus amigas, empresaria exitosa harta de fracasos amorosos, le presentó un muchacho cuya compañía y servicio sexual contrataba. El resultado: Hombres desnudos ganó el Premio Planeta Novela 2015 y su autora, Alicia Giménez Bartlett, escritora española consagrada por sus historias policiales, se hizo vocera de los efectos de la crisis económica europea en la vida cotidiana de gente común.
La gira promocional del libro premiado trajo a Giménez Bartlett por primera vez a la Argentina, país que considera el “espejo” de España. Ella vive en una casa de campo a unos 200 km de Barcelona, ciudad a la que se mudó hace tres décadas y donde obtuvo el Doctorado en Literatura Española. Imagina historias desde antes de aprender a escribir con lápiz y papel. De niña le pedía a su padre que escribiera relatos que ella inventaba. Publicó por primera vez en 1984, a los 33 años, y pocos años después creó el personaje de una inspectora, Petra Delicado, cuyas experiencias contó en una saga de nueve títulos traducidos a 17 idiomas y de los que sólo en Italia lleva vendidos unos 250.000 ejemplares. En diálogo con LA NACION, a pocas horas de su arribo, anticipó que en cuanto termine esta gira comenzará la décima entrega de la saga policial.

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-La novela tiene 474 páginas sin capítulos ni subtítulos. ¿Por qué?
-Es una decisión mía. Quien lo lee no sabe dónde sucede la historia. No hay datos. No hay descripciones físicas. No hay narrador. Cada personaje habla y piensa. Quería que fuera una comunicación directa de cerebro a cerebro. Por eso quité cualquier elemento que fuera decorativo o estructural, como la división en capítulos. Creo que un escritor empieza una novela, pero la acaba el lector, que le da la interpretación.
-Algo distintivo de la forma en la que está escrita es la incorporación de los pensamientos de los personajes en primera persona, al estilo del “fluir de la conciencia”
-Sí. El monólogo interior, pero es un monólogo interior muy dialectal. Me interesa mucho que cada personaje se exprese hablando y con un fluir de conciencia al estilo del teatro clásico shakespeareano. Es un poco naíf. Intenté adaptar esa manera a la narrativa.
-¿En qué género ubicaría Hombres desnudos?, porque no es una novela negra, pero tampoco romántica ni histórica?
-Es una novela actual, que tiene más elementos de novela social que de novela erótica. Intento analizar un poco el momento moral que vivimos después de la crisis económica europea. Eso me interesaba mucho.
-Aborda el tema de los strippers y “chicos de alterne”, como dicen en España, y el de las mujeres que los contratan. Temas de los que, como la prostitución infantil o la trata de personas, no se habla mucho en una sociedad que, por el contrario, se esfuerza en parecer exhibicionista y desprejuiciada.
-Sí, son temas tabú. Estamos en una sociedad muy hipócrita. Siempre la organización social ha sido hipócrita; desde los primeros pobladores de Nueva Zelanda, pero ahora casi roza el cinismo. Muchas veces nos preocupamos por cosas muy concretas y tenemos ejemplos cercanos que decidimos no ver. Hoy hay una hiperprotección del individuo que es falsa. En el fondo, a nadie le importa lo que te pueda suceder.
-Cuando fue a recibir el Premio Planeta usted vestía una remera con la inscripción merde. En la novela la palabra mierda aparece muy frecuentemente. ¿Qué debemos deducir de esto?
-No me tiembla el pulso si un personaje debe decir palabrotas, pero soy muy cuidadosa y respetuosa de la forma de hablar de cada uno según su clase social. Respecto de la entrega del Premio Planeta, una cena con 1200 personas, me alegro de haber quitado pomposidad y solemnidad con esa sudadera y también con mis palabras de agradecimiento.
-¿Qué dijo?
-Dije que ese año fue maravilloso para mí: “Me dieron el premio de los libreros del país vasco, del festival de novela negra en Barcelona y del mismo festival de Madrid, ayer me llamaron del supermercado donde suelo comprar diciéndome que me había correspondido un secador de pelo y ahora esto”. Basta de solemnidades. Ya tenemos suficiente.
-¿Con esta novela tuvo intención de hacer una denuncia social?
-Para mí, la literatura es plantear preguntas. No militar en nada. Tengo mis ideas políticas, que están a la izquierda y lo digo en cualquier foro, pero procuro no hacer militancia con los libros. Este libro concretamente plantea una pregunta clarísima: ¿qué es más importante, la lucha de clases o la lucha por la liberación de la mujer? Muchas veces estas “luchas” entran en contradicción. Las mujeres que aparecen en la novela no salen bien paradas. Ha habido colectivos feministas en España que hicieron una crítica después de este libro. Pero claro, son personajes de una clase social alta dirigente, cínica, que ha hecho del poder un arma. La literatura debería provocar un poco al lector para que se enfade, que se emocione, que esté de acuerdo o que se cabree definitivamente.
LA NACION