09 May Sebastián Domínguez: “Hay que cambiar la mirada sobre el futbolista”
Por Laura Reina
aba de firmar el contrato, pero no uno que lo une a un club, sino a una editorial. En su cara hay alegría, algo de cansancio y mucho alivio. “Siento como si hubiera terminado de rendir un examen y me acabaran de decir que aprobé.” Las sensaciones que invaden a Sebastián Domínguez, experimentado zaguero de Newell’s Old Boys de Rosario, con pasos por Vélez, Estudiantes y la selección argentina, son muy distintas a las que suele experimentar después de un partido importante. Distintas y totalmente nuevas porque lo que tiene entre sus manos es el libro Pelota de papel (Planeta), ese que soñó hace dos años y que finalmente hoy se materializó en esas 312 páginas que reúnen 24 relatos escritos por 24 futbolistas -entre los que hay una mujer-, como Pablo Aimar, Javier Mascherano, Nahuel Guzmán, Facundo Sava, Jorge Valdano, Sebastián Saja, Fernando Cavenaghi y Gustavo Lombardi. Cada cuento es prologado por un escritor e ilustrado por un artista. Un total de 73 personas que se unieron para escribir sobre fútbol, pero sobre todo para ayudar: lo recaudado por las ventas será donado a la Fundación Sí.
-¿Cómo surgió la idea de un libro escrito por futbolistas?
-La idea no es mía. Originalmente es de otro jugador, Agustín Lucas, que había pensado hacer un libro escrito por 11 jugadores y un DT y que cada uno escribiera un cuento relacionado con su posición en la cancha. La idea quedó ahí hasta que unos meses después, hablando con Reynaldo Sietecase y otro periodista, Juanky Jurado, salió el tema y ahí tomó impulso. Se me fueron ocurriendo cosas como lo de los escritores e ilustradores y en dos semanas teníamos cinco cuentos, y gente que quería participar.
-¿Por qué 24 cuentos?
-Porque había que cerrarlo en un número. Fuimos de 11 a 15, de 15 a 18, de 18 a 21 y en un momento éramos 25. Había tiempos que respetar y llegó un momento en que tuvimos que decir basta porque se iba a retrasar todo y queríamos tenerlo listo para la Feria del Libro [se presenta el próximo miércoles, a las 18.30]. Pero pretendemos darle continuidad con una segunda parte. Hay gente que quedó afuera y que quiere tener su revancha.
-¿Te sorprendió el interés que despertó el proyecto entre tus colegas?
-Sí y no. Hay una idea universal de que de que el futbolista no tiene el hábito de leer o de que lo único que le interesa son los autos, las mujeres y la plata. Pero no es así. No todos venimos de los mismos lugares ni tenemos los mismos intereses. Hay chicos que tienen un montón de inquietudes más allá del fútbol.
-¿Creés que se van a caer varios mitos con este libro?
-Justamente ésa fue la excusa con la que surgió el proyecto. Hablando con Agustín, decíamos de la necesidad de romper con estos mitos, derribar barreras; hay que cambiar la mirada sobre el futbolista y ésta es una hermosa forma de hacerlo.
-¿Cuántos de los que lean el libro creés que pensarán que los cuentos fueron realmente escritos por los jugadores?
-No sé. A mí me pasó de leer cuentos y decir “estos chicos son escritores” por la manera en que llevaban el ritmo del relato y el lenguaje que utilizaban. Pero yo, que estuve en la cocina del libro, no tengo dudas de que los cuentos fueron escritos por ellos por lo celosos que se mostraban con su obra y la manera en que defendían el cuento. Algunos no lo largaban porque querían seguir haciendo correcciones.
-¿Experimentaste esa sensación de la hoja en blanco?
-No, el cuento lo escribí en una noche. Yo al principio no quería escribir. Pero hablando con amigos se me fueron disparando imágenes de partidos, se me movieron cosas adentro y salió. Yo siempre tuve el hábito de anotar frases que me gustaban de algunos libros o canciones o cosas que escuchaba de uno u otro compañero. Esas anotaciones no las usé directamente para el cuento, pero sí como disparadores y para perder el miedo a largarme a escribir.
-También te gusta mucho la música, tocás la guitarra, la armónica. ¿Te trajo algún problema tener estos otros intereses?
-Yo siempre cuidé mucho la parte profesional, el entrenamiento. Me he perdido muchas cosas que me interesan por el fútbol. Estrenos, recitales, viajes. Todo eso se posterga porque siempre tuve claro que el fútbol es lo principal. Mi motor es pensar que en algún momento voy a tener mucho tiempo para hacer todo lo que me gusta. Dejamos de participar del fútbol muy jóvenes para la vida. De un día para el otro ese hábito que tenías de ir a entrenar, compartir el vestuario, se termina. Es angustiante arrancar de cero a esta edad. Pensás “me quedan 40, 50 años de vida, ¿cómo los lleno?”.
-¿Te angustia entonces ese día después del retiro?
-Sí, sobre todo porque hay muchas cosas que me interesan que no están ligadas al fútbol y otras que sí están relacionadas y siguen sin ser compatibles unas con otras. Hay días que me levanto y digo “el fútbol es lo mío” y otros que pienso que me gustaría ser el padre que no se pierde un solo acto de sus hijos en el colegio.
-Pero siempre tuviste esa disyuntiva, de hecho empezaste Arquitectura en forma paralela.
-Deportivamente nunca me destaqué en mi categoría y hasta los 24 años, cuando salí campeón con Newell’s, tuve muchas dudas. Ahí hice el clic y dije “quiero esto”. Pero hasta ese momento el fútbol nunca había sido prioritario, nunca había puesto el foco ciento por ciento ahí. Hoy me vuelve a pasar un poco lo mismo, con el libro y otras cosas relacionadas con la música, me cuesta poner toda la energía en el fútbol.
-¿Seguís disfrutando los partidos importantes como el clásico con Rosario Central?
-Disfruto mucho la relación con mis compañeros. Jugar es muy importante, pero no tengo esa sensación de que ser titular es un éxito y ser suplente es un fracaso. Hoy la carrera va por otro lado. Cuando me toca jugar, lo disfruto muchísimo, y cuando no me toca, trato de ser importante para el resto. La parte más importante de mi carrera ya pasó.
-Tu papá dirigió a Messi, ¿qué recuerdos tenés de esa época?
-Lio juntaba a 50, 60 chicos de otras categorías que iban a verlo. Después de años, cuando me lo encuentro en la selección, le muestro una foto de su categoría que me había mandado mi papá. No sólo me nombró a todos los compañeros y qué era lo que estaban haciendo, sino que me recordó que él me había ganado dos Cocas en un torneo de penales. No lo podía creer.
LA NACION