Otro juicio por un perro que desfiguró a un chico de 6 años

Otro juicio por un perro que desfiguró a un chico de 6 años

Por Mariana García
Javier Cirera todavía recuerda el aire helado que llegaba desde la esquina. Era agosto y en esa parte del barrio, el viento soplaba más fuerte. Apenas lo llamaron de la garita supo que algo no estaba bien. Corrió. Pero no alcanzó a doblar cuando escuchó los gritos desencajados de un nene: “¡Valentín se murió, está muerto!”. Y ahí lo vio. Valentín, el más chico de sus tres hijos, el de seis años, estaba tirado en un charco de sangre, la cara desgarrada, el cuello abierto, y el cuero cabelludo levantado. Francisco, su hermano de 8, miraba aterrado.
Valentín no murió, pero las secuelas que le dejó el ataque de un rottweiler lo seguirán hasta el día que muera. Ya lo operaron veinte veces. Ayer, su papá pudo sentarse por primera vez cara a cara con la dueña del animal, Susana D’Andrea, una vecina del barrio cerrado de Canning donde viven. Fue en el Tribunal Oral Penal número dos de Lomas de Zamora. Allí decidirán si la mujer es culpable de lesiones graves y gravísimas. El fiscal pide la pena mínima de tres años. La querella, cuatro. En ambos casos la condena será de prisión efectiva.
La lucha de aquel día fue desigual. Valentín pesaba 28 kilos. El rottweiler 45. Los que vieron el ataque aseguran que el perro lo dejo recién cuando lo creyó muerto. Entonces, volvió a saltar la cerca de la casa de su dueña y desapareció. Nunca más se supo de él. Creen que se llama Thor. D’Andrea se ocupó de hacerlo desaparecer luego del ataque.
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Esa tarde, Valentín y su hermano salieron en bici por el barrio. Para entonces, tanto los vecinos como los empleados de seguridad conocían los dientes del perro. Cansados de que sus gruñidos aparecieran de repente, hasta ofrecieron pagarle a D’Andrea una medianera para que el animal no se escape. Pero la mujer, una vez más, ignoró las quejas. Ayer, todos ellos hicieron cola en el Tribunal para dar su testimonio.
En todo este tiempo, la única noticia que tuvieron de la mujer fue un sábado a la noche, cuando uno de sus hijos apareció para ofrecerles dinero a cambio de levantar la demanda. “Yo no quiero ni revancha, ni plata. Lo que le pasó a mi hijo no se arregla con plata, solo quiero justicia”, le dijo Cirera a Clarín. Valentín tiene el cuerpo lleno de cicatrices, el pelo no volvió a crecerle allí donde el perro lo desgarró, y habla con dificultad.
Cirera tampoco escuchó una palabra de la mujer. Apenas terminaron de leer las acusaciones, ella pidió seguir los testimonios desde una sala contigua. La semana próxima se escuchará su declaración y los alegatos.
La ley provincial 14.107 fija qué perros son considerados peligrosos y cómo se los debe tener. D’Andrea no cumplía ningún requisito.
En la casa de Valentín, a pocos metros de la de D’Andrea, se acumulan las fotos de sus viajes a Orlando y playas exóticas. Pero Valentín no sonríe. Los dientes del rottweiler le partieron en dos los músculos de la cara y ni las veinte operaciones que lleva encima lograron hacer que ese rostro de nene pueda volver a sonreír.
CLARIN