Gane o pierda, Donald Trump dejará su huella

Gane o pierda, Donald Trump dejará su huella

Por Gideon Rachman
La noticia de que Donald Trump se ha asegurado la nominación del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos me remontó a Europa en 2002. En aquel entonces fue un gran shock cuando Jean-Marie Le Pen, candidato de extrema derecha, llegó a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales francesas. Recuerdo ir a la sala de prensa de la UE en Bruselas tras el éxito inicial de Le Pen, y ser testigo del horror y la vergüenza de mis colegas franceses.
La buena noticia es que Le Pen fue golpeado profundamente en el ballotage. La mala noticia es que, en retrospectiva, su logro marcó un punto de inflexión en la política europea.
Desde el año 2002, los temas que Le Pen defendió -el nacionalismo, el odio a la inmigración, la denuncia de que hay élites “antipatriotas”, el miedo al Islam, el rechazo a la UE, el proteccionismo- han crecido con fuerza en Europa.
La extrema derecha todavía no ha formado ni un gobierno en Europa occidental. Pero cambió lo que se debate y obligó a los políticos convencionales a asumir algunos de sus temas.
Me temo que lo mismo sucederá con Trump. Lo más probable es que el “republicano” (si eso es lo que es) pierda frente a Hillary Clinton en noviembre. Pero la campaña de Trump ya cambió la política estadounidense y mundial, y dejará una huella aún más profunda en los próximos seis meses de la campaña.
Temas e ideas que estaban en la periferia han entrado en la corriente política, y no van a desaparecer incluso aunque Trump pierda.
¿Cuáles son esas ideas? Yo destacaría cinco. En primer lugar, un rechazo a la globalización y al libre comercio. Esto, por supuesto, es un tema que Trump comparte con Bernie Sanders, que está a la izquierda del Partido Demócrata. Su influencia puede verse ya en la forma en que Clinton se retractó sobre el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), un acuerdo comercial que originalmente había defendido.
El segundo tema es el nacionalismo, personificado por el lema de “EE.UU. primero” de Trump. En Europa, el nacionalismo implica un rechazo a la UE. Pero las implicaciones globales del nacionalismo norteamericano son mucho más graves, ya que EE.UU. apuntala todo el sistema de seguridad internacional y emite la moneda de reserva del mundo, el dólar.
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Una tercera idea es la noción de un “choque de civilizaciones” entre Occidente y el Islam. A pesar de que el presidente George W. Bush lanzó una “guerra contra el terrorismo” en 2001, rechazó la idea de que Norteamérica estuviera en guerra con el Islam como tal. Trump, con su propuesta de una prohibición temporal a la entrada de musulmanes en E.UU., ha abrazado, esencialmente, la idea de un conflicto inevitable entre el Occidente y el mundo islámico.
Un cuarto tema es la implacable agresión hacia la “élite”, incluyendo Washington, Wall Street y las universidades. La desconfianza populista a las élites ha sido un tema perenne en la política de estadounidense durante décadas, si no siglos. Pero la creciente desigualdad, la inmigración y la crisis financiera han impulsado la retórica anti-élite a nuevos niveles. Como multimillonario de Nueva York, Trump es una ejemplificación poco probable del hombre común. Pero ha jugado esta carta populista de manera efectiva durante su campaña.
Un quinto tema, en relación con el anterior, es la denuncia de que los medios de comunicación no son fiables y la aceptación de relatos conspirativos alternativos que florecen en Internet. Trump, por ejemplo, ha promovido la infundada idea de que el presidente Barack Obama no nació en Norteamérica. La promoción de teorías conspirativas es perjudicial para la democracia, que requiere cierto acuerdo sobre hechos básicos como fundamento del debate.
Variantes de estas cinco tendencias están floreciendo también en la extrema derecha en Europa. Los gobiernos de Polonia y Hungría están en manos de partidos que predican una mezcla “Trumpiana” del nacionalismo, el miedo al Islam, la desconfianza a los medios ‘liberales’ y la anti-globalización. En Francia, Marine, la hija de Le Pen, probablemente sea candidata en las elecciones presidenciales en 2017.
Algunos en EE.UU. todavía se estremecen ante la idea de que un político estadounidense pueda compartir el mismo campo ideológico que el Frente Nacional de Francia, un partido con raíces en el fascismo. Pero Le Pen obviamente ve el paralelo y ha tuiteado su apoyo a Trump, agregando ‘que Dios lo proteja’. De hecho, en algunos aspectos la plataforma de Trump es más extrema que la de la extrema derecha francesa. Ninguno de los Le Pen ha propuesto jamás prohibir la entrada de todos los musulmanes en Francia.
De igual manera, es probable que Trump tengan mayor éxito electoral que el Frente Nacional. Le Pen obtuvo menos del 18% de los votos en 2002. Su hija puede duplicar esa cifra el próximo año.
Pero Trump, como el candidato del Partido Republicano, casi seguro obtendrá alrededor de 40% de los votos. Es probable que -al igual que con los Le Pen (y los Clinton y los Bush)- veremos el surgimiento de una dinastía política Trump. ¿Quién podría descartar una candidatura presidencial de la hija de Trump, Ivanka, en ocho años?
Muchos estadounidenses liberales todavía están inclinados a tratar el fenómeno de Trump como una pesadilla de la que esperan despertar en noviembre. Pero eso parece muy poco probable. Trump ha demostrado ampliamente la potencia política de las ideas que él promueve. Una nueva generación de nacionalistas, en EE.UU. y en Europa, se beneficiará de sus logros.
EL CRONISTA