“En el mundo no cabe una foto más”

“En el mundo no cabe una foto más”

Por Hernán Firpo
Flaneur, del francés “paseante”, más que un trabajo fotográfico es un pasamanos entre lo público y lo privado. Esto es apenas una pobre interpretación de un fragmento de la obra porteña de Alberto Goldenstein, fotógrafo al que se lo puede ver, por ejemplo, en su estudio del Bajo, aunque sus muestras también recorran el país y los medios (ahora mismo Flaneur, su Buenos Aires querido, está publicado en revistaotraparte.com).
Ser nacido y criado en una megalópolis puede volverte fóbico. El tipo habla raro: “Soy un turista solitario, un fotógrafo de mis propias visiones”.
Estar o no estar, ¿esa es la cuestión?
“Fobia como origen de una idea, puede ser. La distancia que pongo con la gente es real. En mi trabajo registro monumentos que terminan siendo personajes. Ser un extraño es algo que me reafirma como fotógrafo. Vivo una vida normal, me relaciono, pero hay un punto donde todo me resulta exótico e incomprensible”, dice quien también dirige la fotogalería del Centro Cultural Rojas.
Metafísico, ¿no?
Me gusta ubicarme en un lugar de poco entendimiento. No jerarquizo nada. No hago primerísimos primeros planos. Mis fotos son inútiles.
Tal vez eso se llame arte…
Quise ser un fotógrafo, no un artista. Mis fotos no funcionan para publicidad ni para periodismo. Ni siquiera como postal.
¿Qué le pasa Goldenstein? “De la ciudad veo todo, veo la gente, veo millones de desconocidos. Los veo moverse en el escenario. Las calles y los barrios son como pueblos. Miro los carteles: me encanta la gráfica, los textos sueltos, algunos son como pinturas; otros, como objetos lumínicos hi-tech”.
Los argentinos somos fotógrafos y humanos. Más de 40 millones de fotógrafos, según decretó la telefonía celular. ¿Se podrá seguir siendo curioso o la selfie marcó el fin de la indagación? “La práctica universal de la fotografía me encanta. Eso evidencia el nivel de complejidad de la foto. Para mí la fotografía es un desafío hacia adentro de la profesión. Yo tengo que redescubrir el sentido de la imagen en un mundo donde no cabe una foto más. Debo salir de una zona de confort donde todos tienen la posibilidad de tener su camaritas en el smartphone.
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Los fotógrafos obligaron a que la pintura se volviera abstracta como forma de resistencia. Ahora la tecnología vino por ustedes…
A mí sólo me interesa cómo se ve el mundo en las fotos. Si hay asombro lo espero de la foto más que de la realidad. A mí me asombra seguir fotografiando. Yo viví acá toda mi vida y creo que Buenos Aires tiene una enorme riqueza porque es compleja, es diversa, convive lo telúrico con lo cosmopolita. Y la abstracción es la forma de releerse, de pensar la pintura desde otro lugar. Como fotógrafo siento que hay que entrar en lo profundo de la fotografía. La accesibilidad tiene que servir para algo.
¿Algo que no sea sólo consumir imágenes?
Tiene que servir para provocar una verdadera revolución. Hoy por hoy, el fotógrafo está entre la espada y la pared.
Encontrar la deformidad puede ser cada vez más sencillo en un mundo plano. Lo bizarro pasó de ser valiente a ser “extraño”. ¿O lo extraño es la valentía? Alberto, ¿por qué se buscó banalizar la foto incorporando una cámara a miles de millones de telefonitos?
“La fotografía nunca fue propiedad exclusiva de los fotógrafos. Está claro que en la historia de la foto, la tecnología se fue simplificando en cuanto a su uso y también se fue abaratando. Es fácil banalizar la fotografía porque es fácil la técnica y es relativamente fácil obtener un resultado aceptable, bueno y hasta muy bueno. Obviamente que hay una saturación de la imagen, pero a mí me parece que esa facilidad tiene que implicar una revolución, un desafío. Y por otra parte, ¿de qué cosa no hay una saturación hoy en día?
¿Todos tenemos algo que decir o todos tenemos las herramientas necesarias para poder expresarnos?
El tener algo para decir te lo da una experiencia, que es lo que primero que necesitás tener. Igualmente no todos tenemos algo que decir. Yo, por ejemplo, no siento tener realmente nada especial para decir. Tampoco me mueve un deseo de expresarme.
¿Así quedará la autoestima de un fotógrafo en la Era de la telefonía celular?
Más bien me mueve una curiosidad, una intriga. La fotografía es una manera de investigar cómo o cuánto cambian las cosas al ser miradas desde un lugar o desde un otro”.
¿Corolario? “Nunca o casi nunca es un merito del ojo, sino de la mirada”.
CLARIN