El misterio de “la rubia maravillosa”

El misterio de “la rubia maravillosa”

Por Eduardo Parise
¿Te acordás, hermano, la Rubia Mireya / que quité en lo de Hansen al loco Cepeda? / Casi me suicido una noche por ella / y hoy es una pobre mendiga harapienta. La letra, contundente y triste a la vez, pertenece al tango Tiempos viejos, que escribió Manuel Romero. Con música de Francisco Canaro se estrenó en marzo de 1926 como parte de “La maravillosa revista” presentada en el teatro Ópera. Lo cantó el uruguayo José Muñiz, un barítono muy popular en su época. La obra evocaba un pasado en la Ciudad, que comprendía a las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. Siempre se plantearon dudas sobre los hechos y personajes mencionados en esa letra. ¿Existieron o sólo fueron una fantasía del autor?
Lo de Hansen, como llamaban a ese café que estaba en el Parque Tres de Febrero, fue una realidad. Hace poco se encontraron restos de sus cimientos en las cercanías de donde está el Planetario, en el cruce de las avenidas Sarmiento y Figueroa Alcorta. En aquellos “tiempos viejos” Sarmiento era la Avenida de las Palmeras y Figueroa Alcorta, avenida Casares. Existió hasta 1912, cuando lo demolieron. Y dicen que su comienzo hay que ubicarlo en 1881cuando un señor llamado Juan Hansen pagaba 24 pesos por el alquiler mensual de una casa que se usaba como local de diversión. Otros dicen que el boliche se estableció en febrero de 1887 como restaurante y confitería y que el dueño era Alberto María Mayer, un señor a quien el gobierno le había cedido ese terreno.
La realidad es que aquel lugar manejado por Hansen tenía una imagen durante el día, que cambiaba después de la hora 23. Allí, por las noches y en carruajes, mateos o a caballo, llegaba gente de distinto nivel social en busca de diversión. La referencia la marcaban las luces de los farolitos colgados en las glorietas de madreselvas y glicinas, desde donde se veía el entonces vecino Río de la Plata. La música (milongas, tangos, polcas, valses y pasodobles) era en vivo. Los animadores: Manuel Campoamor, Juan Carlos Bazán, Roberto Firpo y Ernesto Ponzio, entre otros próceres de la música porteña. Y cuentan que en el baile se lucían Ovidio o Benito Bianquet (El Cachafaz), El Pardo Santillán y hasta El Rengo Cotongo, un muchacho que usaba una muleta desde su niñez. Algunos historiadores afirman que hasta llegó a bailar y lucirse sin dejar la muleta a un costado.
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El tema del baile en el lugar está cuestionado. Algunos señalan que en Lo de Hansen (o el bar de Antonio Tarana, como lo conocían también por otro comerciante que manejó el boliche) no se bailaba. Pero, al aludir a La Rubia Mireya, Romero no sólo dice que era linda sino que se formaba rueda pa’verla bailar. Entonces, si la vieron allí, ¿significa que Mireya existió? La leyenda tanguera sostiene que se llamaba Margarita Verdier o Verdiet, que era hija de inmigrantes franceses y que había nacido en Uruguay, por lo que también la conocían como “La Oriental”. Mencionan que vivió en un conventillo de Castro Barros al 400, en Almagro. Y que frecuentaba “los bailes de los compadritos”, como definían a las milongas bailables de entonces. No era la única en Lo de Hansen: además se recuerda a Emma Bóveda y Elsa O’Connor (fueron parejas de El Cachafaz) y a La Parda Esther (pareja de Santillán).
Pero la magia de Mireya (afirman que murió a los 85 años, enferma de tuberculosis, en el Hospital Muñiz) siempre atrajo más. El origen del nombre parece haber surgido tras un poema que escribió Fréderic Mistral, un francés que recibió el Nobel de Literatura en 1904. El poema se titulaba Mireio (en lengua de Provence). Al francés pasó como Mirelle y a Buenos Aires llegó convertido en Mirella. Para el arrabal fue Mireya. Los especialistas dicen que es una derivación de María y que significa “la maravillosa” o “la digna de admiración”. El nombre también apareció en 1923 en un sainete titulado “El rey de cabaret”, escrito por Manuel Romero junto con Alberto Weisbach. La diferencia es que en esa obra Mireya dejaba la noche, las burbujas y el tango y se casaba con un millonario. Otra referencia es la película “Los muchachos de antes no usaban gomina” (1937), con Mecha Ortíz en el papel de la bailarina. Y “La Rubia Mireya”, también con Ortíz, de 1948.
Los historiadores comentan que en Lo de Hansen hubo algunas peleas pero ningún muerto. Y cuando se recuerda el cuchillazo que recibió un tal Juan Carlos Argerich (murió unos días después en un hospital) por parte de Cielito Traverso (un guapo que era uno de los dueños del café O’Rondeman, en el Abasto), sostienen que el enfrentamiento ocurrió entre la arboleda de un boliche bailable conocido como El Tambito, que estaba a unos 50 metros de Lo de Hansen. Pero esa es otra historia.
CLARIN