¿Cualquiera puede cantar?

¿Cualquiera puede cantar?

Por Ezequiel Ruiz
Cualquiera puede cantar? El instrumento (la voz, el sistema respiratorio) lo tenemos habilitado (casi) todos. Y aquello que afirmaron los Auténticos Decadentes es prácticamente una realidad: en la ducha o arriba de un escenario, en un viaje en colectivo o en un estudio de grabación, hay tantas voces como personas en el mundo. Y hasta algunos cantantes exitosos con graves problemas de afinación. Detrás de las que escuchamos, puede que haya una técnica, un método, una disciplina y un profesor. En ese sentido, profesionales de la voz (muchos de ellos artistas masivos) opinan acerca de la importancia de estudiar y entrenar al “músculo” y el corazón de la música popular.
“Estábamos por comenzar nuestra primera clase en su estudio hogareño y él prendió un cigarrillo. Lo miré y le dije: ‘O lo apagás o llamo a un remis. Porque te estoy por dar una clase de canto y no lo puedo hacer si vos fumás’. Se quedó helado, atónito… pero lo apagó. Luego me dijo que, en 40 años de carrera, nunca había tenido una piquetera que le dijera qué tenía que hacer. Por eso me decía ‘piqueterita’ y ‘cheguevarita’”. Así recuerda Grace Cosceri su primer encuentro con Luis Alberto Spinetta, de quién cuidó la voz desde 1999 hasta 2009, tras el célebre show de las Bandas Eternas. “El era adicto al tabaco, fumaba mucho. Entonces trabajábamos en el cuidado de sus cuerdas vocales, porque el cigarrillo deshidrata a las cuerdas y a la glotis, con ejercicios de hidratación y respiración, que son como la kinesiología para los músculos”, detalla, quien además le dio lecciones a Juanse, Nito Mestre y los Illya Kuryaki, entre otros. Acerca de su método, tanto de aprendizaje como de enseñanza, dice: “Mi mayor referente para entrenar mi voz es el canadiense Spencer Welch. Forma parte del equipo de Sett Riggs, entrenador vocal de Prince, Michael Jackson, Stevie Wonder y mentor del método con el que yo estudio, SLS (speech level singing). Es el que yo enseño: te saca todos los clichés, te hace instintivo, único y personal. No hacés vocalizaciones eternas, no te engolosina la voz. Tampoco daña practicarlo ni genera nódulos o pólipos en la garganta u otros problemas en las cuerdas vocales: las mantiene jóvenes”.
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Por su parte, Nicolás Amato es un experimentado profesor que tiene como alumnos a dos de las voces más estridentes, rabiosas y personales del rock de hoy, Marcelo Corvalán (Carajo) y Walas (Massacre). “Marcelo es un soldadito, asimila la técnica de manera sorprendente. Lo cual me alegra, porque lo que hace con su garganta… pareciera que hace un esfuerzo descomunal, pero tiene una técnica tremenda”, dice Amato. Su método de trabajo, afirma, es “el mantenimiento del instrumento, que es todo el cuerpo, desde la punta de los pelos hasta los pies. Aparte todo tiene que ver con el manejo de la mente, con el comportamiento social, con el altruismo, con el egoísmo… No hacemos solamente técnica respiratoria o vocal: también hablamos de la vida, los alumnos buscan consejos, opiniones. Un cantante es, además, un comunicador y creo que deberían desarrollar la conciencia de que son mensajeros”. Walas, certifica: “Lo adoro, es mi gurú. Durante la mitad de mi carrera fui reacio a lo académico, como buen anarcopunk que soy. Pero me cambió la vida, me permitió seguir siendo punk desde la performance y convertirme en un artista. Es muy terapéutico ir con él: escribió libros sobre cómo ser feliz en la vida, sin ser dogmático ni autoayuda. Me equilibra el ego. Nos subimos a un escenario y corremos el riesgo de creérnosla, de ponernos en lugar de ídolos. Yo voy con él y bajo a tierra”.
Diego Torres, Abel Pintos y Lali Espósito son bestias pop: tres de los artistas más taquilleros y con más escenario encima. Coinciden en reconocerse como “estudiosos del instrumento”, manteniéndose entrenados entre giras. “La vocalización es infaltable en mi vida: la hago todos los días, con distintas intensidades, dependiendo de qué actividad vocal vaya a tener. Acompaño con dieta sana y entrenamiento físico, porque para cantar se usan muchos más músculos de los que imaginamos. Y después de un show, es muy importante elongar y realizar el cool down, para relajar las cuerdas vocales”, explica Abel. Lali coincide: “Trato, en medio de mis días agitados, de hacer clases y ejercicios. A veces, mientras me baño o mientras manejo. Es como entrenar y fortalecer al cuerpo”. Diego Torres también se revela cotidiano y metódico: “Realizo ejercicios de foniatría, que sirven como elongación y estiramiento de las cuerdas vocales. Aconsejo hacerlo todos los días: despertarse y empezar, incluso antes de hablar”.
“El aprendizaje de la voz, en relación a otros instrumentos, es distinto porque no lo ves. Tiene que ver con una observación del cuerpo, con la introspección. Elijo trabajar con la idea de los colores, relacionar los sonidos con la pintura, las texturas, las paletas…”. Lo dice Lidia Borda, cantante que de colores sabe, ya que su carrera mutó del jazz al tango y de ahí, al blues. Ella también es profesora de canto y dice que “lo más importante, para mí, es que el alumno se reconozca en lo emocional, porque esto es transmisión de emociones. La idea es lograr una técnica que te permita no lastimarte, tener salud vocal con la mayor expresión y emotividad posible”.
Cuando enseña, el cantante Mauricio Mayer aplica el método de “bel canto”. Así lo explica: “Es una técnica italiana, clásica, que trabaja en los sobreagudos de la voz, lo que se conoce como falsete. Entrenar en ese registro vocal, fortalece, permite resistir shows, giras. Desarrolla voces que no sean resistentes y también recupera a quienes hayan sufrido lesiones por mal uso o falta de técnica. Es como un pilates con la voz”. Respecto a la importancia de tener o no entrenada la voz (ver recuadro), Mayer cree que “si uno mantiene el entrenamiento con disciplina y cuidado, la voz se mantiene joven a lo largo del tiempo y cada vez puede más cosas, en lugar de menos. Esa es la gran diferencia que hay entre quién entrena y quién no. A veces por desconocimiento, uno tira y tira de la voz, porque cree que es inagotable… pero no. Es importante cuidarla y que cada show sea dejar la vida desde el corazón, el alma y lo artístico, pero no desde el instrumento”. Dos que adhieren a sus clases son los cantantes de Miranda!, Ale Sergi y Juliana Gattas: “En la época en que tocábamos en discotecas, gritábamos mucho para escucharnos cantar. Ahí nos rompimos la garganta. Ahora entrenamos para tener el músculo fortalecido y para no abusar del instrumento”, aprueba Juliana. Ale dice que, además, van juntos a crossfit, favoreciendo también a un mejor rendimiento sobre el escenario. ¿Y cómo canta? “No me siento el más afinado del mundo, pero mi idea es afinar siempre. También podés ser un cantante afinadísimo y no transmitir nada”.
En cuanto a transmisión de sentimientos, el escenario es el gran momento para todo cantante. El tanguero Guillermo Fernández creció sobre las tablas, tanto en lo artístico como en edad, convirtiéndose en referente de la voz del género: “El secreto para los conciertos es dormir bien y estar bien alimentado. También trato de no estar en ambientes que se fume. Nunca fumé ni permito que se haga ni mi casa ni en mi auto. No creo que sea una obsesión desubicada: soy cantante y la voz es mi instrumento”, cuenta.

De estudiar, ni hablar
​Fundamentalistas, autodidactas, anti académicos, perezosos… hay cantantes que eligen no estudiar, delegando a su música, su carrera, su estilo y su instinto la tarea de moldear al instrumento. Y los hay en todos los géneros. En 2008, Indio Solari (voz icónica y distintiva como pocas) fue consultado por la revista Rolling Stone si alguna vez había tomado clases de canto. Y replicó: “No, no, no. Yo creo que en la música popular, y más en el rock, saber cantar no ayuda. La gente tolera mejor una voz rota”. En línea similar y en declaraciones para este diario, María Ezquiaga (de Rosal) aseguraba hacerlo “más con la cabeza que con la voz. Busco eliminar vicios y trucos que me puedan volver artificial. Cantar bien no es lo más importante: la transmisión, al menos para mí, no pasa por la destreza”. La garganta de Adrián Dárgelos mutó en simultáneo a la música de Babasónicos: “En Jessico empecé a cantar a menos volumen, porque me estaba por quedar sin voz. Nunca fui a una foniatra, nunca hice ningún chequeo de mi garganta… Otros cantantes me dijeron ‘fijate que por ahí tenés nódulos’. Y bueno, seguro debo tener un gallinero con alambre de púa. Pero también me dijeron que si no me duele, no tengo nada. Y no me duele…”, dijo en Rock & Pop, resumiendo además su estilo: “Se hace lo que se puede, con cositas que uno va aprendiendo. Porque hay maestros y buenos, pero yo no fui a ninguno”.

Patricia Sosa, también profesora
“Empecé a estudiar canto cuando volví muda de Ibiza: en 1984, fui a grabar Sólo quiero rock and roll (de La Torre) y también me porté mal. Fui a la playa, bailé, todo lo que se hace allá… y quedé disfónica. Desde ahí, me prometí que nunca más me iba a abandonar y me interné a hacer la colimba: estudio hasta el día de hoy. El cambio es tan enorme que recuerdo la época sin estudiar como una pesadilla”, dice hoy Patricia Sosa, a punto de largar las clases de su academia de canto. En abril, se encargó de tomar entrevistas a los postulantes: “En mi carrera y también como jurado de realities, noté que muchos cantan para el afuera, para el aplauso. Yo quiero enseñar a cantar para adentro, para uno”. Y advierte: “Es importante que un profe no le mienta al alumno, que no le diga que canta bien si no lo hace, con tal de mantenerlo como cliente. Cuando te dicen que te equivocás, está bien, porque hay que equivocarse para aprender”.
CLARIN