11 May Acapulco: de meca turística a capital de la violencia
Por Vania Pigeonutt
Es la una de la tarde y el calor abruma. Por la avenida Cuauhtémoc pasan autos con regularidad. Algunos van hacia la vía Farallón, otros llegan al barrio de La Garita. Una mujer se queja de que sólo vendió 12 tacos y tiene dos pedidos de mole con arroz: “¡Y ya!” En todo el día nada más. Pero tiene que irse pronto; más tarde ya no puede estar sobre la avenida donde tiene su negocio y prefiere cerrar, como sus vecinos.
Diez años después de que estallara la violencia narco – aquí y en el resto del país-, esta ciudad pasó de ser un floreciente destino turístico a convertirse en la ciudad más violenta de México.
La gente se acostumbró al “pum pum” de las balas, dice la vendedora. No queda otra. A fin de cuentas, agrega resignada, “nadie puede dejar de comer”.
Esta semana fue asesinada una mujer cerca de Ciudad Renacimiento, el barrio más poblado de Acapulco; con ése suman 7417 asesinatos desde 2006 y 336 en lo que va del año. En el ranking de violencia, Acapulco encabeza la lista a nivel nacional. Desde hace años, los vecinos son testigos de peleas entre hombres que no conocen, pero que están vinculados al narcotráfico.
Detrás del ascenso de la violencia, que se hizo presente a mediados de la década pasada, estaba la disputa entre el Cartel del Golfo y la gente de los Beltrán Leyva, brazo armado del Cartel de Sinaloa. Un enfrentamiento armado a fines de enero de 2006 entre policías municipales y pistoleros del Cartel de Sinaloa aterrorizó a los habitantes de La Garita durante la larga hora que duró el tiroteo, y reflejó al mismo tiempo los cambios para mal que tenían lugar en la ciudad.
Desde entonces los habitantes de Acapulco llenaron de huellas de bala su memoria. Muchas veces sintieron de cerca el sufrimiento de un caído o se sorprendieron al salir por la mañana y encontrarse con cabezas cercenadas en su barrio.
La violencia alcanzó tal umbral que la armada y el ejército custodian desde diciembre de 2014 más de 150 escuelas de la ciudad. Pero ni eso alcanza. Y a raíz de un ataque esta semana contra efectivos de la policía federal, decenas de escuelas y cientos de comercios permanecieron cerrados durante días. La ciudad estuvo casi inactiva y la zona turística se veía vacía.
Episodios
Cada cual tiene un episodio criminal para contar sobre estos últimos años de terror. “Un señor disparaba. Veíamos cómo iban cayendo los casquillos. Los taxistas se tiraban al piso. Unos corrieron, para allá y para acá. ¡Yo no quería ni ver cuántos muertos!”, rememora Marcela, que después de escuchar tantos tiros y ver correr tanta sangre, está a punto de irse de Acapulco. No aguanta más.
Células delictivas como Los Rojos, El Comando del Diablo y Los Pelones -que derivaron de los Beltrán Leyva-, La Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios, el Cartel Jalisco Nueva Generación y Los Zetas operan en Acapulco. En 2011, la aparición del Cartel Independiente de Acapulco (CIDA) seccionó aún más la ciudad portuaria en grupos criminales enfrentados.
De la CIDA surgieron otras ramas, como la que formó el ex jefe de sicarios Freddy del Valle Berdel, detenido por la policía federal el 23 pasado. Las autoridades afirman que ese arresto fue el que provocó el ataque a las fuerzas federales sobre la avenida costera Miguel Alemán, que obligó al cierre de todas las escuelas.
“Eran las 14.20. Iba para mi casa, me acababa de encontrar con mi esposo, que había ido a hacer los trámites de unas placas. Oí sirenas, vi luces y nos refugiamos en un negocio. La balacera duró una hora. Vimos una camioneta Liberty muy cerca del puente”, relata una mujer de la zona.
En la fachada de la iglesia del Señor del Perdón hay huellas de tiros; algunas recientes. En un par de negocios cercanos hay también orificios de bala. Los taxistas de la cuadra están atentos porque hace 15 días fueron baleados.
El miedo estuvo presente incluso en una marcha convocada por escritores, actores y otros integrantes de la comunidad cultural de Acapulco. La respuesta a la convocatoria fue mínima: apenas participaron un centenar de personas. El objetivo era precisamente recuperar el espacio público y dar el mensaje de que “las calles le pertenecen a la gente”.
Héctor Astudillo, el gobernador del estado de Guerrero, donde se encuentra Acapulco, se reunió con empresarios, a quienes les pidió que no cierren comercios ni se vayan del estado. Llamó a la gente a no entrar en pánico y retomar sus actividades.
“No nos pongamos en manos del mal, reproduzcamos cosas buenas. No caigamos en el de-sánimo”, arengó Astudillo. Pero no convenció.
LA NACION