Una victoria colosal construida a su estilo

Una victoria colosal construida a su estilo

Por Waldemar Iglesias
El tipo está ahí, en movimiento. Reclama, se queja, grita, salta, mira, insiste. También ofrece insultos cuando el recorrido le resulta adverso. Se entusiasma, de repente, cuando su Atlético se pone en ventaja. Transforma tanta intensidad en euforia cuando el partido está al borde de su desenlace, justo en esa cornisa que lo muestra al mundo tal cual es, desnudo: un apasionado capaz de dejar el cuero, los brazos, las piernas, todo, en nombre de esa clasificación que busca otro capítulo en su mágica historia al lado del Manzanares. Diego Simeone, el Cholo, es ese personaje de la vida del Aleti, el superhéroe de estos días, de esta era que lleva su nombre, su apellido y su apodo. De rodillas, a un costado de su celebración y de sus abrazos, está el mejor equipo del mundo, el candidato de casi todos en esta Champions League, el Barcelona que comanda Lionel Messi. Nada menos.
Es un mago, de varios modos. Consigue que su equipo bravo pueda competir -en casi todos los casos- con los dos planteles de mayor valor de mercado del mundo, el gigante catalán y la Casa Blanca. Simeone ríe ante eso: “No podemos pensarnos menos que ellos. Estaríamos perdiendo antes de empezar”. Su frase -repetida en un puñado de entrevistas- es el retrato de este Atlético que se clasificó por quinta vez en su historia a las semifinales de la Copa de Campeones, la Champions.
La historia cuenta que es víctima del Barcelona. Pero al momento de los grandes eventos, el Cholo se transforma. Y es victimario: en 17 encuentros ante el club catalán sólo hubo dos triunfos. Pero el mismo recorrido señala dos clasificaciones del Atlético en la máxima competición continental y una vuelta olímpica en la Liga -con bandera colchonera- en pleno Camp Nou.
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No hay casualidad en la conquista: el protagonista que muestran las portadas de los diarios a su lado es uno de los suyos, Antoine Griezmann, ese francés nacido en la Borgoña que encontró en Simeone al impulsor de sus mejores momentos. Ayer hizo los dos goles: en el primero, cabeceó un centro precioso de Saúl (otro de los créditos del entrenador); en el segundo, se hizo cargo -de modo exitoso- del penal más caliente de la temporada. Juntos, sonrieron ante las cámaras. Ese retrato -lo saben todos en Madrid- quedará guardado para siempre en lo mejor de la historia del club. Cerca de ellos, otros argentinos aplaudían (Angel Correa, Matías Kranevitter y Augusto Fernández).
Después del partido, Simeone ofreció palabras para la épica de su equipo: “El lema ‘nunca dejes de creer’ está inmerso en el club. No nos salimos de lo que queremos hacer. Nos hicimos fuertes en todos los aspectos que reúnen un partido de fútbol. Lo disfruté mucho”. También contó, con una sonrisa ancha en la cara, su duelo particular con el Barcelona: “Nos enfrentamos a un rival muy bueno. Pero trabajamos bien. Hacía siete partidos que no ganábamos al Barça. Algún día nos tenía que tocar…”. Detrás de cada palabra había un gesto: la denuncia de esa alegría que no le cabía en el cuerpo.
Lo que nos pasó contra el Atlético es una evidencia de que estamos en un bache en la temporada” Luis Enrique
CLARÍN