02 Apr Snapchat, la red social que desafía a los treintañeros
¿Puede una red social hacernos sentir viejos? Cuando a alguien cercano a los treinta años le preguntan si usa Snapchat, la respuesta casi siempre será: “No lo entendí y lo borré”.
Su interfaz radicalmente distinta de la de Facebook, Twitter e Instagram; la ausencia de corazones, pulgares y estrellas para interactuar con el contenido, y hasta cierta falta de claridad en su propósito suelen ser los motivos más comunes que tienen los usuarios de esta edad para bajarse del tren.
Y claro, la frustración crece al observar que Snapchat es la aplicación de ascenso más veloz entre los tecnófilos de entre 18 y 25 años.
Ante este fracaso, muchos optan por desestimar la plataforma (“si no la entiendo, debe ser una tontería”), pero otros, aun sabiendo que no son el target de este servicio de mensajería en video creado por tres jóvenes californianos, aprovechan la ausencia de sus pares más prejuiciosos para relajarse y mostrarse de otra formas, sin los habituales tapujos que se autoimponen en las redes más pobladas.
Matías Najle tiene 29 años y es productor audiovisual. Bajó y borró Snapchat tres veces: la primera entendió que era para chatear, pero no tenía con quién; la segunda ya tenía contactos, pero no le pareció una alternativa interesante a WhatsApp; la tercera fue la vencida, gracias a la implementación de una nueva herramienta dentro de la plataforma, llamada “Historias”.
Las Historias son sucesiones de fotos y videos con los que el usuario genera un relato. Para Agustín Giménez (31), director comercial de una empresa de monitoreo de redes sociales, estas Historias son la clave del éxito de Snapchat entre el público “mayor”: “Para los más jóvenes es un chat superefectivo y rápido, pero los más grandes empezaron a usarlo para contar qué hacen diariamente y también como un canal donde se puede ser muy creativo”, apunta.
Giménez también la instaló y desinstaló un par de veces hasta encontrarle la vuelta, “porque no le veía nada interesante”. Hoy ya le dedica más tiempo que a Facebook e incluso armó una serie de “secciones”, como La Cartelera de los Jueves, donde va hasta la puerta de un cine a recorrer los carteles de los estrenos de la semana y adivinar de qué se tratan las películas juzgándolas por sus afiches.
“Snapchat es más relajado que YouTube en cuanto a prolijidad para armar contenidos. La calidad prima sobre los detalles estéticos y la falta de recursos hace que te pongas más creativo”, opina Najle, que también tiene sus secciones propias: su repaso de tendencias en Twitter con acento cordobés impostado ya es una atracción fija de los miércoles y domingos. “No la siento como una red que refleje mi vida personal, la uso más como un canal donde generar contenidos descartables. Entretener y ya.”
Algunos sienten que en Snapchat recuperan el control sobre su privacidad que perdieron en otras redes. Como Mariana Díaz (33), directora creativa de una agencia de comunicación digital. Hasta ahora, nunca se había filmado contando algo y con esta app lo hace, porque no están las personas que la siguen en otros espacios. “Facebook ya no tengo ganas de usarlo. En Twitter siento que si no es chiste, no vale. Snapchat es el lugar donde hoy va lo que quiero contar. El resto es vidriera”, asegura. Díaz todavía está explorando cuál es la mejor manera de narrar en la plataforma, pero ya desarrolla dos contenidos recurrentes: #TeFaltaUnaAmiga, sobre el mundo femenino, y #RandomTales, donde se expresa sobre la cultura pop.
Agustín Maggiotti tiene 34 años y le llamó la atención la aparición de estos formatos espontáneos, por lo que decidió darle una nueva oportunidad a Snapchat: “Está llegando a ser lo que Periscope intentó y por ahora no pudo: convertirse en un canal de TV personal, en directo”. Como realizador audiovisual, lo intrigó la simpleza de la propuesta, sin filtros profesionales, sin edición y sin tiempo para un gran despliegue, y empezó a desarrollar miniformatos de 10 snaps cada uno, como “Hablando de cine de forma no convencional” y #PelículasEnEmojis. “Es un fenómeno similar a cuando nuestros padres se compraban las cámaras portátiles de VHS que permitían poner transiciones y textos a los videos caseros. Creo que esa reminiscencia a lo simple y lo primitivo es el mayor fuerte de Snapchat”, observa.
Mariano Feuer coincide con la definición de Maggiotti y confirma a Snapchat como “la tele de las redes”. Como pilar de una empresa de marketing viral, siempre está atento a las nuevas tendencias, pero sólo en Snapchat encontró su lado B, un lugar para escapar de las etiquetas impuestas en Twitter. “Es distinta, te obliga a un ejercicio cerebral nuevo. Su carácter perecedero te hace volver a comenzar todo el tiempo”, reflexiona y destaca que la falta de importancia que se les da a los seguidores puede asustar al adulto acostumbrado a la acumulación. En un espacio virtual donde la reputación es el valor más importante y se cotiza en likes y retuits, Snapchat se impone como una alternativa menos pendiente de la popularidad. Para la ilustradora María Jimena de Cuadro (28), “todos tenemos pensamientos que queremos compartir con cualquiera porque sí, sin esperar algo a cambio”. Así, argumenta, el usuario se muestra como es, de manera más cruda. “En Snapchat descargás todo lo que quizá no puedas decir en Facebook para que no se enteren tus contactos.” En su caso, todo va a la Historia: acontecimientos de la vida cotidiana y reflexiones sobre contenidos que circulan por la red.
La periodista Alejandra Casal (35) leyó que Snapchat era una red social “de trampa” y por eso la desinstaló. Hace poco volvió por el buzz generalizado, descubrió sus nuevas funciones y las usa para compartir, por ejemplo, cómo fue su primer día en un trabajo nuevo y opiniones sobre series. “Podés bajar a un soporte las ideas que se te ocurren”. Casal describe las diferencias entre las redes más populares: en Facebook es para mostrar tu vida en versión ATP, Twitter es para hacer comentarios ingeniosos en 140 caracteres e Instagram representa tu estética. ¿Y Snapchat? “Ponés en juego tu creatividad para que un relato sea divertido”. Si bien intentó compartir su entusiasmo con sus amigos treintañeros, ellos se ríen porque en la descripción dice que es “para adolescentes”.
No son pocos los que dejan de prestarle atención a otras redes en favor de Snapchat. Fini Marcó (26) abandonó Instagram porque se aburrió de la perfección impostada: “Ahí todo es lindo y armónico, y la vida real no es así. Si quiero compartir algo lo subo a Snapchat. Ahí nada es perfecto, es hasta un poco ridículo”. Marcó, que se dedica al análisis de medios digitales en una agencia de publicidad, cree que el adulto no se engancha con Snapchat porque lo abruma el constante cambio de plataformas. “Les genera ansiedad y prefieren quedarse afuera.” Es imposible saber si el fenómeno Snapchat es una burbuja: si tienen planes de eternizarse o si su atractivo será efímero como su contenido. Habrá que ver si, con el tiempo, los más jóvenes migran a otra plataforma donde puedan esconderse de los usuarios más grandes que, tímidamente, empiezan a aparecer. Mientras tanto, ya se perfila como el espacio donde se comparten las historias más creativas. Aunque sea por un instante.
LA NACION