Max Goldenberg: “Exponerse es muy peligroso y hay que respetarlo”

Max Goldenberg: “Exponerse es muy peligroso y hay que respetarlo”

Por Mercedes Uranga
Max Goldenberg tiene 43 años y toda una vida dedicada a Internet. Estudió Ciencias de la Computación en la UBA, creó compañías que luego vendió, trabajó en Pramer y en Multimedios América, y reconoce que, aunque no cocina, su primer éxito fue con la creación de elgourmet.com
“Nosotros los millennials generamos contenido para todas las redes”, dice Max entre risas, y posa para la cámara. “De millennial tengo sólo la edad”, aclara, mientras se acomoda en un sillón de cuero negro donde sobresale por su altura.
En 2014 creó FAV! junto a Alejandro Burato y Damián Voltes, donde desarrollan y producen el perfil de los célebres youtubers: chicos que comenzaron viralizando videos caseros y luego se convirtieron en furor. Prima vikinga, quien enseña cómo maquillarse, y Mario Freiría, que da clases de guitarra virtuales, son algunos de los más solicitados por los chicos y adolescentes fanáticos de sus videos.
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Claro que no todo fue fácil. Crear FAV! implicó mudarse a Los Ángeles junto a su mujer y sus tres hijas; la partida se dio entonces con una mezcla rara de sensaciones: por un lado su expectativa, por el otro, la frustración que irse del país le generaba a sus hijas… El apoyo de su mujer, asegura, fue fundamental. Desde entonces viajan una vez por mes a Buenos Aires.
Hasta ahora, ha producido a alrededor de cien youtubers. “Son todos diferentes. Creemos en la variedad para evitar la competencia interna”, cuenta Max, tal vez porque la clave está en que el youtuber no aparente ser alguien que no es: “Buscamos que sea fresco, natural, verdadero”.
Desde que se mudó a Los Ángeles, además, comenzó a hacer un podcast de audio, un programa de radio ya grabado que luego se sube a Internet. Y es, también uno de los organizadores de TEDxRíodelaPlata desde el año 2010, una actividad que, según él, le llena el alma. “Con estas charlas yo siento que aporto mi granito de arena”, dice.
-¿Fuiste un visionario?
-Siempre creí. Toda mi vida profesional laburé en Internet, desde que terminé la facultad hasta hoy. Me fascinaba mandar un mensaje y que le llegue al otro. En ese momento no había celulares, era la prehistoria.
-Pasaste tu adolescencia en un contexto muy diferente al que viven ahora tus hijas, por ejemplo.
-Olvidate? mi primera computadora fue una Commodore 64. Muy nerd, pero me fascinaba programar y que la computadora hiciera lo que yo le decía. Así fue como quise estudiar Ciencias de la Computación: ya en la secundaria programaba mis horarios en la computadora.
-Siempre te interesó todo este tema de comunicar; incluso sos un asiduo usuario de Twitter. (N. de la R.: Tiene más de 66.000 tuits.)
-Sí. También tengo Snapchat pero sólo porque me divierte. Soy muy curioso e inquieto, soy histriónico, me surge naturalmente. He tenido problemas, en compañías donde trabajé, por mi sobreexposición, pero soy así y jamás le diría a un empleado mío: “Che, tuiteás mucho”. Mientras que su trabajo esté hecho, que hagan lo que quieran.
-¿Cuál fue tu primer éxito?
-Elgourmet.com, iniciativa mitad de Pramer y mitad mía y de un amigo con el que habíamos creado una compañía que luego se vendió. Los usuarios veían en la tele una receta, pero no se mostraba cómo se hacía; entonces, al final del programa el chef decía que podían ver la receta en la página web. Podían comprar la receta por un peso y por tres acceder al video de la preparación. Por ende forzábamos a la gente a acceder a la página. Ahora las personas no cuestionan tanto el e-commerce; en ese momento muchos estaban indignados porque tenían que pagar por las recetas. Esto fue en el 2000.
-Aun así les fue bien…
-Nos fue muy bien, llegamos a tener renovación de usuarios en un 100%. Ahí me di cuenta de que me encantaba generar contenido y que fuera un negocio, pero recién en 2014 creamos FAV! con la idea de explotar el talento de estos pibes que suben videos a YouTube y son furor. Nosotros podemos ayudarlos a ordenarse, que exploten al máximo su potencial.
-¿Cómo eligen a los chicos?
-YouTube democratizó el acceso a la información. Es decir, en YouTube no hay un programador que decide si vos podés o no hacer un video, no hay selecciones o castings donde otro dice si vas a ser una estrella o no. Hoy eso desapareció y la gente elige sola. Aunque nadie te mire, podés subir videos y hacer lo que te encanta. Es un arma de doble filo para los chicos que creen que están más cerca de ser superestrellas que antes: para mí es la misma posibilidad.
-¿Cómo es ese primer acercamiento a los chicos?
-Tenemos dos formas; una es a través de nuestra página, donde ellos nos descubren a nosotros y si tienen una buena idea nos contactan.
-¿Y hay buenos candidatos?
-Hay de todo, pero nosotros somos muy respetuosos, atendemos a todos. Respetamos mucho el talento o no de cada uno; exponerse es muy peligroso y hay que respetarlo.
-¿Qué tiene que tener un youtuber o alguien que viene a un casting?
-Que sea fresco, natural, verdadero. Que no sea forzado y no imite a otro que ya existe. Y además la obviedad de que pueda hablar con naturalidad delante de una cámara, porque no todos tienen ese talento. Si ya tienen un canal que vienen haciendo y tiene muchos viewers y followers, ya está; ahí nuestro valor agregado sería ayudar a que tengan más exposición en los medios o en la optimización técnica de su canal, o con la relación con las plataformas de distribución. Aportamos la parte empresarial que ellos no tienen. También los ayudamos a nivel producción; acá tenemos un estudio con capacidad técnica de posproducción para hacer videoclips o usar tres cámaras a la vez.
-¿Con qué se filman en sus casas?
-Con celulares ya no. Te sorprendería el nivel de cámaras que usan. Tienen luces, editan como nuestros editores; son muy profesionales en parecer no profesionales. Para su cumpleaños les piden a los padres que les regalen luces para grabarse. -¿Tus hijas se filman?
-Todas. No tienen canal de YouTube pero sí Snapchat, y no me aceptan como amigo [risas]. Yo les digo que la regla es tener las cuentas privadas y no aceptar a nadie que no conozcan. La más grande me dice que quiere tener un espacio donde pueda ser ella sin que yo la esté mirando, y me parece bien. Me muero de intriga por ver lo que hace y cada tanto le mando solicitud de amistad, pero me rechaza. Es parte de su intimidad.
LA NACION