13 Apr Mariano Mores, el maestro del dos por cuatro
Por Mariano D´Andrea
“Nunca pude concebirme como demasiado importante en el tango. Creo que soy uno más dentro de un mundo de gente que tiene un par de cosas para expresar”, aseguró en 2011, antes de abandonar los escenarios. Humilde y siempre sonriente pasó por la vida dejando huella primero en su Buenos Aires natal, luego en el mundo que supo celebrar su devenir alegre, profundo e histriónico.
Mariano Alberto Martínez, más conocido como Mariano Mores, nació en el porteñísimo barrio de San Telmo el 18 de febrero de 1918. La música, desde siempre, fue su gran pasión. Por eso, a la hora de definir su destino se anotó en el Conservatorio D’Andrea de Lanús, donde estudió música clásica y recibió, en sólo tres años, el título de profesor. A los 14, se ganó una beca para perfeccionar sus estudios en Salamanca, pero como buen tanguero de ley, terminó formándose en los escenarios en los que brilló junto a su orquesta.
“A la música no la voy a poder dejar nunca, porque en mi vida la música es todo mi poder. Nací para ella y por ella he conquistado lugares inmerecidos. Y está pegada a mi obsesión, es cantar para mi pueblo con mi piano”, explicaba hace unos años en una entrevista. Sus primeras incursiones en el mundo de la música fueron como acompañante del conjunto criollo La Cuyanita y como pianista de Roberto Firpo. Luego, durante once años -entre 1939 y 1948- acompañó a Francisco Canaro como piano solista. A partir de ese momento, fue líder de sus propias formaciones ya sea dentro del formato de sexteto o de orquesta sinfónica.
También formó parte del Trío Mores junto a las hermanas Myrna y Margot. La primera de ellas se convertiría en el gran amor de su vida. De ella tomó el apellido con el que lo conocería el gran público y con ella tuvo dos hijos, los cantantes Nito (fallecido en 1984) y Silvia, madre, a su vez, de la conductora Mariana Fabbiani. Myrna falleció en marzo de 2014 a los 93 años, provocando en él otro vacío imposible de llenar.
Adorado por el gran público y resistido por aquellos que encontraban su estilo “algo estridente”, no sólo se destacó como intérprete y director, sino que compuso muchos de los hitos del dos por cuatro. Tuvo la suerte –o el buen tino- de firmar junto a las mejores plumas del género: Enrique Santos Discépolo (“Cafetín de Buenos Aires”, “Sin palabras” y “Uno”), Homero Manzi (“Una lágrima tuya”), Cátulo Castillo (“El patio de la morocha” y “La calesita”), José María Contursi (“En esta tarde gris”, “Grisel”, “Tu piel de jazmín”, “Cristal” y “Cada vez que me recuerdes”), Enrique Cadícamo (“A quién le puede importar” y “Copas, amigos y besos”), Mari Battistella (“Cuartito azul”) y Homero Manzi (“Una lágrima tuya”).
Mores tuvo también sus momentos como actor de televisión y galán de cine. En el primer formato brilló junto a toda su familia en La familia Mores, y junto a Mirtha Legrand en M ama a M. En la pantalla grande, en tanto, participó como actor en como Corrientes… ¡calle de ensueños! (1948), La doctora quiere tangos (1949) y La voz de mi ciudad (1953). “Son experiencias que hice, y no tengo de qué arrepentirme, por supuesto; pero en aquel entonces me hicieron galán y a mí no me gustaba la voz que me salía en las películas. Por eso no quise seguir”, explicó. Humilde y genial. Todo un maestro, que hoy nos dejó a los 98 años.
LA NACION