23 Apr La crisis del Barça, puertas adentro
Por Martín Rodríguez Yebra
Tanto se acostumbró el Barça a romper marcas que sorprende también en la catástrofe. En apenas 15 días perdió la etiqueta de imbatible, extravió su juego exquisito, se le esfumó una ventaja de nueve puntos en la Liga, quedó eliminado de Europa y a sus tres delanteros, que sólo competían con la historia, se les cerró el arco.
De repente todo es crisis en el Camp Nou. Los problemas se acumulan, como una tormenta perfecta y toda España debate qué le pasa al supercampeón: ¿Es un bajón físico, un derrumbe anímico, fallos técnicos, tensiones en el plantel, falta de liderazgo?
Irascible con la prensa, hermético en sus gestos, el técnico Luis Enrique se niega a razonar en público este abril negro en que su equipo pasó de la mejor serie invicta en la historia del fútbol español (39 partidos) a la peor racha del Barça en 13 años: 1 punto de 12 en el campeonato local, derrota de local con el Real Madrid incluida, más eliminación en la Champions.
Su silencio no puede ocultar que algo se resquebraja en el plantel. La reacción después del partido europeo con el Atlético mostró dos caras del grupo: las lágrimas incontenibles de Andrés Iniesta en el colectivo que llevaba al equipo al aeropuerto y el video cómico que subió a Internet Dani Alves el día después, para minimizar la depresión. Al brasileño -íntimo amigo de Lionel Messi- le costó el puesto el domingo contra el Valencia.
Fue raro que Luis Enrique cambiara el 11. De hecho, la falta de rotación ha sido una de las explicaciones más usuales que encuentran en el mundo del fútbol para explicar qué le pasa al Barça. El banco no ofrece respuestas. Ni en nombres ni en táctica. Nunca quedó tan claro como en la derrota contra el Valencia, en la que Luis Enrique terminó con todos los suplentes sentados. Eran, salvo uno, todos defensores.
El Barça agotó a sus titulares en la primera mitad de la temporada, en la que sufrió la prohibición a contratar impuesta por la FIFA. Se suponía que en enero llegaría el oxígeno, con la aparición de Arda Turan y Aleix Vidal, en los que gastó 70 millones de euros. Los dos defraudaron y no aportan ni siquiera tensión competitiva.
La Masía hace tiempo que no provee de cracks al primer equipo. Los delanteros suplentes -Munir El Haddadi y Sandro Ramírez- sólo juegan cuando no queda más remedio. La voracidad de Messi, Neymar y Luis Suárez había disimulado las carencias. Hasta que estalló la crisis, el tridente había marcado 106 goles. No descansan nunca, salvo lesión o sanción. En los últimos seis partidos sólo festejaron tres goles: 2 de Suárez, 1 de Messi.
“Los tres delanteros llegaron fundidos a la etapa decisiva de la temporada”, analizó ayer el ex DT madridista Fabio Capello.
Messi, pese a la lesión de septiembre pasado que lo mantuvo dos meses inactivo, lleva 43 partidos en la temporada. Suárez 49; Neymar, 44. La forma en que se desinflaron es impactante. El argentino llevaba hasta marzo un gol cada 84 minutos. Ahora necesitó 540 para volver a marcar (el esperado y al final intrascendente gol 500). El uruguayo tenía un gol cada 90,6 y pasó a anotar cada 225 minutos. El brasileño, que gritaba cada 131 minutos, está en seco desde el 20 de marzo.
Con las derrotas se agigantan los problemas extradeportivos. Messi sufre con los Papeles de Panamá y la cercanía del juicio por evasión fiscal. A Neymar y Suárez los incomodan las filtraciones sobre sus contratos en Football Leaks. Gerard Piqué soporta un vendaval de críticas por las cargadas a los madridistas que hacía en Periscope cuando todo eran festejos.
El Barça intenta controlar los daños. Insiste en desmentir los rumores -repetidos en medios de Madrid- de que Messi sufre molestias musculares desde sus últimos compromisos con la selección argentina. Tampoco sus dos compañeros de ataque tendrían problemas médicos, a juzgar por la información que sale del club.
“Nos está faltando un poco de suerte. La eliminación de la Champions fue un golpe muy fuerte, pero el equipo va a reaccionar”, vaticinó ayer el secretario técnico barcelonista, Robert Fernández. Desmintió también problemas internos y la supuesta “depresión” de los grandes referentes.
Capello había puesto el dedo en la llaga al decir: “A este Barça le falta un capitán que los agarre por la corbata y los haga reaccionar”. En Barcelona se extraña la voz de mando de Carles Puyol o la figura inmaculada de Xavi Hernández. Iniesta y Messi, los actuales dueños de la cinta, suponen otro tipo de liderazgo. Javier Mascherano es el capitán en las sombras que en estas horas intenta levantar la moral de un grupo herido.
El propio Puyol se sumó ayer al debate para apuntalar a su equipo: “Ni era normal estar 39 partidos sin perder ni es normal ésto. Son rachas y estos jugadores tienen la capacidad para recuperarse. Todavía depende de ellos”.
Es cierto: el Barça está empatado con el Atlético y supera por un punto al Real Madrid en la Liga. Tiene la diferencia de gol favorable con los dos: si gana los cinco partidos que quedan nadie le quitará el título. Después le queda la final de Copa del Rey, con Sevilla. El doblete se antoja como el único consuelo para que este año que parecía mágico no sea una ruina.
LA NACION