Kobe Bryant: como en Hollywood, final feliz para un héroe de película

Kobe Bryant: como en Hollywood, final feliz para un héroe de película

Por Xavier Prieto Astigarraga
Nunca habría imaginado que este partido sería así. No tengo más que decir. Es un sueño. Me parecía imposible”. Kobe Bryant sonrió, rió y agradeció en la conferencia de prensa, que no fue en el lugar habitual del Staples Center, sino en una sala más grande, a causa de la enorme cantidad de periodistas acreditados para presenciar su despedida del básquetbol. No lo imaginó, dijo, pero hizo todo para que fuera así, imposible. Se convirtió en el cuarto jugador de la historia que tiró 50 o más veces al aro en un encuentro, excluidos los libres. No acertó mucho (44%), pero arrasó en el cierre, se cargó el equipo al hombro, apabulló a Utah Jazz y remontó, casi él solo, el partido para transformar una derrota por 10 tantos a dos minutos y medio del final en una victoria por cinco, 101-96, de este desahuciado Los Angeles Lakers.
A los 37 años, La Mamba Negra clausuró con descomunales 60 puntos una trayectoria bestial: cinco títulos de campeón de NBA, dos medallas doradas olímpicas, tercer goleador histórico de la liga, dos premios MVP en finales y uno en etapas regulares, segundo anotador histórico en un partido (81 tantos), 11 selecciones en el conjunto ideal del torneo y 18 menciones para el Juego de las Estrellas, incluidos cuatro MVP y un triunfo en un concurso de volcadas. Todo en 20 temporadas en una de las dos franquicias del campeonato más poderoso del mundo en básquetbol. No fue un Michael Jordan, porque no resultó tan efectivo ni tan determinante como el número 23, pero sí el más parecido de los muchos y fallidos anunciados como sucesores del astro de Chicago Bulls (6 anillos). Bryant compendió talento, mentalidad, espíritu atlético, liderazgo. Y, en un deporte poco elegante, encarnó quizá como ninguno la gracia de movimientos. En ritmo corporal y estética de juego nada tuvo por envidiarle a Jordan.
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Si algo sobreabundó entre los océanos de elogios que Kobe provocó en los últimos días en el ambiente de la NBA, ésa fue la palabra “competitivo”. El escolta
alero volvía a las prácticas apenas dos semanas después de concluir la temporada, y a veces hasta concurría a las 5.30 de la madrugada. Varias lesiones bravas (rotura de tendón de Aquiles, fractura de rodilla, traumatismo crónico en el hombro derecho) lo trataron con desprecio en los tres años más recientes. Una pregunta insistente en 2013 y 2014 fue si volvería a jugar, dada la edad. Fanático de este juego y de competir, por supuesto que siguió, aunque ya no fue el mismo que atemorizaba a los oponentes y obligaba a diagramas tácticos especiales para pararlo.
Bryant jugó dos décadas para Lakers (récord para una franquicia) y para sí mismo. Lo blanqueó en su noche de adiós: “Fue raro. Estuve veinte años escuchando que me pidieran que la pasara, y hoy me pedían que no la pasara, que la tirara”. Cierto. Frente a Utah sus compañeros intentaron 35 dobles y triples, 15 menos que él. Al Nº 24, que erró sus cinco lanzamientos iniciales, nunca lo intimidó fallar. Es quien más tiros erró en la historia, y no le importa. Por eso se animó a tanto en su última actuación. Y en ese cuarto final se le prendió el instinto asesino y se le incendió la mano derecha: consiguió 23 puntos, contra 21 del abrumado Jazz, que había llegado a ganar por 15. Kobe hizo 17 tantos seguidos, y dejó en llamas al público al transformar un 86-96 a falta de 2m30s en un 99-96 a falta de 14,8s. Dejó la cancha, y su carrera, cuando quedaban 4,1s, aclamado como un mesías.
En rigor, toda la jornada había sido de pleitesía. Por un día se le cambió el nombre a la estación de subte Pico por “Kobe”. La calle Chick Hearn, cortada a un costado del estadio, se cubrió con globos enlazados, juegos inflables, una canchita para despuntar el vicio y un animador que enfervorizó a cientos de espectadores. La tienda de ropa y souvenires de los Lakers se atestó de hinchas, que caminaban como podían entre etiquetas de precios asombrosos: zapatillas de Bryant a 5495 dólares, camperas del equipo a una cifra similar. La presentación incluyó un video institucional en homenaje a su jugador-franquicia, y las palabras de introducción fueron de Magic Johnson, supercrack histórico de Los Angeles e ídolo de la infancia de Kobe, a quien consideró “el mejor Laker de la historia”. Otras figuras de la NBA le enviaron halagos y afecto desde las pantallas gigantes, y la gente aprobó o reprobó según el personaje. Entre los abucheados estuvieron LeBron James (Cleveland), James Harden (Houston), Paul Pierce y el DT Doc Rivers (Los Angeles Clippers; ex de Boston); entre los aclamados, Pau Gasol (Chicago; ex de Lakers), Stephen Curry (Golden State) y, pese a la rivalidad, el entrenador Gregg Popovich (San Antonio). Shaquille O’Neal, tricampeón con la camiseta púrpura y dorada y de cambiante relación con Bryant en su época -esta vez se abrazaron amistosamente-, se llevó apenas unos aplausos, sólo unos cuantos más que Tony Parker (San Antonio). En las imágenes se sumaron Novak Djokovic, John McEnroe, David Beckham, músicos y figuras locales, y en Twitter, por donde lo felicitó Romain Grosjean, se saludó con la etiqueta #ThankYouKobe (“gracias, Kobe”).
Fue el desenlace de su largo tour de despedida, que comenzó al anunciar que ésta sería su temporada final. Cada última visita a un estadio implicó un homenaje en video y donde era enemigo pasó a ser ovacionado, incluso hasta por los archirrivales simpatizantes de Boston Celtics. En Nueva Orleáns, por ejemplo, la insistencia del público por que reingresara hizo que el DT Byron Scott cediera y lo mandara a la cancha en los últimos minutos de una derrota segura. “¡Queremos a Kobe!”, gritaba la afición en cada ciudad para verlo de nuevo en acción. “Realmente no podría pedir nada más. Es increíble tener estas reacciones”, agradeció Bryant. “Jugamos como locales y ver todo el estadio de púrpura y dorado es como irritante. Al fin y al cabo, todavía es nuestro hogar”, se quejó Alexis Ajinca, de New Orleans Pelicans.
Hubo gente que viajó desde Australia y desde Filipinas para verlo. Una chica le escribió en una cartulina que se había gastado todo su dinero de la facultad para ir a mirarlo. Alguien tuiteó “mi vida está completa” tras la volcada de hace doce días a Boston; otro, por el retiro, se preguntó “¿y ahora qué hago?”. El público llenó de carteles de gratitud el Staples Center y rugió su nombre. Así y todo, al perimetral no se le cayó una lágrima de emoción. Ni siquiera en su última función, su sexta producción de 60 o más puntos. “Una de mis hijas me preguntó por qué no hacía siempre eso. Le contesté que solía jugar así”, respondió sonriendo en una rueda de prensa que cerró con un agradecimiento a los periodistas, luego de varios chispazos que mantuvieron en su trayectoria. “Ustedes, con sus mensajes, llegan a los chicos del futuro de esta liga. La palabra es algo muy importante. Y yo aprendí de ustedes”, fumó la pipa de la paz esta versión componedora y final de un Kobe Bryant entrador, carismático, ítalo e hispanohablante, refinado (toca el piano y habla con sobriedad y expresividad), en plena armonía con todos. Y que hasta dejó un mensaje para la posteridad: “El juego es mucho más grande que marcar puntos o ganar campeonatos. Se trata realmente de cómo uno es capaz de movilizar o inspirar por un momento a alguien para que quiera ser una mejor versión de sí mismo. Afortunadamente, lo hice, porque los hinchas ciertamente lo hicieron por mí. Realmente me inspiraron para que tratara de ser una mejor persona”.
El tiempo de las controversias, las peleas, la acusación de violación, pasó. También, el del Kobe Bryant basquetbolista. Y se clausuró con una actuación de película, digna de un Oscar. Como si la hubiera dirigido Steven Spielberg, muy cerca de aquí. En Hollywood

Para Ginóbili y Prigioni, un top y hasta del nivel de Jordan
Si bien el estilo individualista de Kobe Bryant difirió mucho con respecto al del básquetbol argentino, de juego colectivo, dos de los tres albicelestes que actúan en la NBA fueron muy elogiosos para con la estrella de Los Ángeles Lakers. “Uno de los mejores jugadores de la historia del básquet, sin lugar a dudas. Top-ten seguro, tal vez hasta top 5. Un competidor único, con un talento extraordinario, contra el que tuve el placer de jugar un montón de veces, por cosas muy importantes. Aprendí, lo sufrí y me hizo mejor, mejor jugador. Tenía la habilidad de hacer buenos unos tiros que parecían imposibles. Contra jugadores así, el uno contra uno tiene poca injerencia; hay que perturbarlo, pero la estrategia defensiva es de equipo”, comentó Manu Ginóbili tras la caída de San Antonio en Oakland a manos de Golden State. También para LA NACION y antes del partido final de Bryant, opinó Pablo Prigioni. El cordobés, que jugando para los Clippers el clásico angelino acababa de lucirse en un uno contra uno ante el Nº 24, consideró: “Se va un súper jugador, de esos que marcan una época, que han ganado todo muchas veces. Súper anotador, súper competitivo, súper atleta… Se va uno de los más grandes, en el nivel de Jordan. Cuando se va un jugador así, siempre la situación es triste, pero no hay que hablar tanto del Kobe de ahora, sino del de su época de joven hasta el de antes de todas estas lesiones, cuando competía por el anillo. Ese Kobe era intratable”.
LA NACION