Hacia la ciudad colaborativa

Hacia la ciudad colaborativa

Por María del Pilar Assefh
Era un día como cualquier otro. Alan Pierri hacía su habitual recorrido desde Banfield hasta el ITBA, donde cursa Ingeniería en Informática, cuando se le ocurrió una idea: ¿Qué pasaría si la ciudad contara con semáforos inteligentes, capaces de alterar sus frecuencias para favorecer la fluidez del tránsito?
En principio, en la forma de un trabajo universitario, Alan hizo de esta inquietud un proyecto, que “consta de un tramado de semáforos autónomos que se comunican entre ellos, detectando el tránsito y usando esa información para desconcentrarlo, jugando con los tiempos que dan de paso”. En todas las simulaciones –apunta– este funciona y “da que la gente llega en la mitad de tiempo”, con la mejora en la calidad de vida de conductores, pasajeros y peatones que eso implica.
Pensar una ciudad inteligente de esto se trata, de hacerla, en fin, habitable para las personas.
Así, y contrario a lo que muchas veces se asimila, dotar de inteligencia a una urbe no es sinónimo de hacerla tecnológica, sino de cómo esa tecnología se pone al servicio de los ciudadanos para mejorar su calidad de vida, presente y futura.
“La tecnología es un aliado, pero no es a partir de ella que una ciudad se puede llamar inteligente, sino que es a partir de buenas políticas públicas que se benefician de ella”, reflexiona al respecto Marcelo Iezzi, líder de la práctica de Desarrollo Sostenible en PwC Argentina.
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Pensar la escala humana
Ahora bien, ¿cómo podría definirse una ciudad inteligente –o smart city– si no es a través de su nivel de avance tecnológico? “Desde mi percepción, una ciudad se define como ‘inteligente’, no solo cuando busca integrar social, económica y políticamente al ciudadano a través del desarrollo tecnológico y la transparencia en el acceso a la información pública, sino también cuando, desde el principio, está concebida a escala humana, cuando lo que persigue son mayores y mejores espacios de convivencia, en donde todos pueden interactuar, disfrutar y ejercer derechos y libertades, encontrando respuestas a sus necesidades”, responde Clara Muzzio, directora General de Regeneración Urbana del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Y añade: “Cuando paseamos por el West Bank de Londres y vemos a tantos oficinistas almorzando a la orilla del Thames, nos preguntamos si eso es azaroso o es producto de un diseño urbano específico. Una ciudad inteligente es un poco eso, son oficinistas almorzando cómodos, son chicos jugando en las plazas y parques, son redes de información que nos ayudan a tomar decisiones y simplifican la vida de la gente”.
Todos los caminos parecen conducir en la misma dirección cuando de ciudades inteligentes se trata: Construir una ciudad vivible, en la que la calidad de vida de las personas sea la prioridad a cuya disposición trabaje la tecnología. Y las soluciones, a veces, son más simples de lo que a priori podría pensarse, como sucede con la aplicación Waze Social GPS Maps & Traffic, que tanto Iezzi como Eduardo Andrés Gorchs, de Mobility de Siemens, citan como ejemplo.
“El sistema analiza inteligentemente puntos de origen y destino, y cuál es la forma más inteligente de llegar. Eso es una solución inteligente, eso hace una ciudad inteligente. A partir de determinados niveles de infraestructura inteligente, hay un montón de cosas que se pueden hacer”, afirma el primero, al tiempo que el segundo apunta: “Se trata de un sistema 100% colaborativo, que se nutre de las personas que bajaron la aplicación. Se trata de aplicaciones que dan diferencial de valor”.
Así, del mismo modo en que los semáforos de Alan comunican información para tomar decisiones estratégicas, en Waze los usuarios comparten datos que les permiten tomar decisiones más acertadas respecto a su movilidad. En este sentido, comenta el futuro ingeniero, “la inteligencia está en la comunidad, como en los enjambres de abejas, en la comunicación”.
En una línea de reflexión similar, Gorchs pone el acento en la colaboración: “Sin ella no se puede hacer nada”.

Colaborando, mejorando
Y es quizás con esta premisa que IBM lanzó, en 2008, su programa de voluntariado global Corporate Service Corps, en que lleva el interrogante de “cómo ayudar desde soluciones tecnológicas a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos” del plano teórico al práctico.
A partir de él, cuenta Ignacio Vaca de Osma, director de Marketing, Comunicaciones y Ciudadanía Corporativa de dicha compañía, “voluntarios de todo el mundo ayudan a instituciones públicas que trabajan en estos temas”. En la Argentina, ya pasaron por Salta, Mendoza y Córdoba.
Doce fueron los empleados, de 8 nacionalidades y diferentes especialidades, que vivieron la experiencia mendocina, colaborando con 3 instituciones. “En Banco de Alimentos, ayudando a mejorar su análisis de gestión y optimizar el esfuerzo; con la municipalidad, en mejorar su sistema de análisis de datos y la experiencia de interacción del ciudadano con sus procesos de comunicación; y, con Nuestra Mendoza, en analizar y promocionar la plataforma que crearon para que el ciudadano se involucre más en la gestión de la ciudad”, detalla el ejecutivo.
Otra de las empresas, también tecnológica ella, que está desplegando su capacidad colaborativa con proyectos citadinos que apuntan a mejorar la calidad de vida de los habitantes, es Microsoft.
En Salta, por citar una de las iniciativas que está llevando adelante, y en palabras de Jorge Cella, su director de Tecnología y Ciudadanía Corporativa de Argentina y Uruguay, “se ha hecho un trabajo muy importante de relevamiento de poblaciones en situación de vulnerabilidad, trabajando en tableros de control para que el Gobierno sepa dónde destinar los recursos”. Así, junto a Fundación CONIN, Microsoft hizo un trabajo de censo y análisis del mismo, para el que “se está aplicando big data y business intelligence -herramientas usualmente reservadas para los negocios-, para hacer más eficientes los recursos del Estado”. Esto, continúa, es algo que puede replicarse en cualquier otra ciudad para cualquier otra temática.

Relación con el entorno
“Una ciudad es habitable cuando está construida en torno a la calidad de vida de las personas, teniendo en cuenta todas sus dimensiones: salud física, salud mental, independencia, relaciones sociales y la relación del sujeto con los elementos de su entorno”, señala Gustavo Verna, CEO de Philips Cono Sur. Y, si de relación con el entorno se trata, hay dos ejes que parecen ineludibles: seguridad y movilidad.
Una vez más, la solución más apta, a veces, no es la más complicada. Una renovación de la iluminación como la que está llevando adelante Philips junto al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, puede ser de gran ayuda en el primer caso, dado que la relación entre ambos, según Verna, “es directamente proporcional: a mayor nivel de luz, mayor seguridad”. Aquí, la tecnología LED juega un rol importante al brindar una luz que proporciona mayor claridad, a lo que se suma el ahorro energético (superior al 50%) y la reducción en las emisiones de dióxido de carbono que permite.
La movilidad, tal como parecen evidenciar algunos de los ejemplos presentados, es otro de los focos de preocupación y trabajo en las urbes. Sucede, apunta Gorchs, que, “pensando inteligentemente, ninguna ciudad a futuro puede pensarse duplicando o triplicando la cantidad de autos; es necesario darle una alternativa a la gente”.
La experiencia de Siemens en este tema, que viene trabajando hace años, le permite apuntar: “La movilidad no puede verse de forma aislada”. Así, aquí, la colaboración se traduce, también, en integración.
“A veces la pelea pasa por si es mejor un medio de transporte u otro. Pero la manera de pensarlo es ‘y’, no ‘o’. Cuando pensamos en ciudades inteligentes, pensamos en aplicaciones inteligentes, pero hay una necesidad previa que es haber pensado la ciudad inteligentemente. Desde el punto de vista de la movilidad, la ciudad más inteligente a futuro es la que tiene un sistema integral. Es decir, que la movilidad sea pensada de forma integral”, explica. “Hay tres drivers que van a moldear la movilidad del futuro: Electrificación, que se va metiendo cada vez en más ámbitos; automatización, que se construye sobre la electrificación; y digitalización, sobre todo el tema de big data, el manejo de la información, que construye sobre la automatización”, finaliza.
EL CRONISTA