30 Apr Entre los tesoros de la City porteña
Por Judith Savloff
Es domingo a la mañana y la city porteña está desnuda. Es decir, no hay un mar de oficinistas apurados ni “arbolitos” que distraigan y se imponen fortalezas del poder económico y financiero. Majestuosas. Soberbias.
“Fueron construidas para ser admiradas”, explicó días atrás, en medio de la vorágine, el guía del Ente de Turismo porteño Juan Cruz Kevarkian.
Pero significan más. Igual que sedes de dependencias públicas, “son joyas patrimoniales”. Testimonios. Historia. Y, con las calles casi vacías, revelan esa faceta sin vueltas. Dejan de ser tesoros, más o menos escondidos, para impactar.
Lo dicen los libros. En el Microcentro –formalmente, San Nicolás– se pueden evocar huellas de la influencia de la arquitectura renacentista que primó después de que la epidemia de fiebre amarilla de 1871 expulsó a los grupos acomodados del sur de la Ciudad. Son apenas rastros de ese combo de riqueza y armonía que, como le pudo haber ocurrido a un campesino del siglo XV ante la catedral de Florencia –salvando las distancias, claro–, generan tanta admiración que pueden aplastar.
A principios del siglo XX, lo que quedaba de aquello y de lo colonial se mezcló con el furor por lo “neo”, por las reversiones: la elegancia clásica del academicismo francés, el deseo de tocar el cielo con las manos del gótico o la búsqueda de –otra vez– apabullar del barroco español. Pronto llegarían el art nouveau, con su elogio de la naturaleza, las curvas y la sensualidad, y el art decó y su alabanza a la abstracción. Ya en los 30, rascacielos: modernidad plena.
La historia sigue pero mejor parar. Mirar. Pensar. Aunque, en general, estos edificios, algunos cuidados y otros no tanto, fueron hechos para competir, se los puede confrontar desde otro lugar.
Kevarkian marcó que en este lugar, donde conviven también el gris administrativo y la coquetería de las tiendas tradicionales -lo que fue Gath y Chaves o la (sublime) Galería Güemes-, hay dos moles con dos estilos y un mismo dueño, el empresario naviero Nicolás Mihanovich: “En la esquina de 25 de Mayo y Perón, contrastan la austeridad del Edificio Mianovich y la exhuberancia de bajorrelieves del ex Palace Hotel”.
Posible recorrido:
1) Majestuosa bienvenida. El ex edificio del Banco de Boston -hoy sede de otra entidad financiera- es como una puerta de entrada a la city porteña. Fue diseñado por el inglés Paul Bell Chambers y el estadounidense Louis Newbery Thomas -creadores de las tiendas Harrods- e inaugurado en 1924. El estudio neoyorquino York y Sawyer trabajó asociado. En 115 metros de fachada, despliega obras de estilo neoplateresco español, con esculturas inspiradas en joyas de España, como el Convento de San Marcos (iniciado en 1515 y finalizado en 1716) de León. La arcada que da a Florida, de 17 metros de alto, evoca el Hospital Santa Cruz, de Toledo (siglo XVI). Y la cúpula circular fue hecha con tejas coloniales color ladrillo. ¿Apabulla? Hay más. La entrada, principalmente de bronce, pesa 4 toneladas y la trajeron de Inglaterra. El pórtico es de piedra calcárea extraída de Indiana y tallada en Nueva York. La decoración del frente, hasta el primer piso, se hizo con granito de Cosquín, Córdoba. Lo demás, con piedra Mar del Plata y cemento portland blanco. El interior combinó mármoles, vitraux y las que serían las puertas del tesoro “más fuertes de Sudamérica”. Al lado está el momumento a Roque Saénz Peña, que creó el argentino José Fioravanti (1896-1977) en París. En Florida y Diagonal Roque Saenz Peña.
2) Mihanovich I. El Edificio Mihanovich, del empresario naviero llegado desde el ex imperio austrohúngaro Nicolás Mihanovich, fue construido por el arquitecto croata José Markovich e inaugurado en 1925 como de renta, explican en el Ente de Turismo porteño. Es, básicamente, de estilo academicista francés, como muestran su simetría, puertas y ventanas rectangulares y la ornamentación geométrica, austera. Cuenta con una torre-faro exquisita, que mira al puerto y que se aprecia desde Alem. Pero para comparar esta construcción con el edificio “Mihanovich II” (próximo ítem, 3), es mejor observarla desde 25 de Mayo 195, su entrada principal.
3) Mihanovich II. Es el ex Palace Hotel, hecho por el italiano Carlos Morra en 1905. Hospedaba a quienes viajaban en los barcos de Nicolás Mihanovich. Y ahí funcionó su compañía naviera hasta 1912, cuando mandó a hacer la sede de enfrente, definitiva. A diferencia de ésa (ítem 2, arriba), acá se ven, se muestran, arcos, volutas y bajorrelieves. Al compararlos, parece recargado. Predomina el estilo academicista italiano. Hoy funcionan dependencias de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. En 25 de Mayo 211.
4) Catedral Anglicana San Juan Bautista. Es el templo no católico más antiguo de Argentina. La sede actual fue construida por el escocés Richard Adams entre 1830/1. La fachada tiene columnas dóricas que lo convierten en uno de los pioneros del neoclásico local. Está en un terreno que perteneció al Convento Grande de San Ramón Nonato donado por Juan Manuel de Rosas a los residentes ingleses. Dentro, atesora vitraux; lápidas; un órgano de Bishop, Inglaterra, de 1824, y un cuadro que cuenta parte de la historia del lugar en inglés antiguo. Las ceremonias, los domingos 10.30, son bilingües. En 25 de Mayo 276.
5) El almuerzo es “sagrado”. En el claustro de la Basílica de la Merced (construida entre 1721/79 en la actual Reconquista al 200), funciona el restorán El Patio. Rodeado de árboles, el vértigo se disipa y por $78 ofrecen bife, suprema a la suiza o filet a la romana. Se puede entrar por un pasillo ubicado al lado de la Catedral Anglicana, sobre la izquierda. En medio de la city, es un oasis de serenidad.
CLARIN