Austen: un relato cada vez más vigente

Austen: un relato cada vez más vigente

Por Juana Libedinsky
Jane Austen en la América profunda, pero con fanatismo por el crossfit, un novio transexual y la paleo-diet, o en un rave en el gimnasio del campus de la Universidad de Nueva York, cambiándose a la vista de todos. Claramente, el apetito por las adaptaciones con puestas al día de la autora no frena, y esta primavera boreal tiene dos apuestas muy fuertes. En el frente literario acaba de salir Elegible, de Curtis Sittenfeld, la gran estrella de la sátira social. Sus libros siempre son un éxito de crítica seria y del gusto popular. La expectativa por su Orgullo y prejuicio aggiornado era fenomenal, pero no funcionó. A la heroína, Elisabeth Bennet, Sittenfeld la llevó a Cincinnati, la hizo pasivo-agresiva y, en cuanto vuelan los primeros chispazos con Mr Darcy, ella le propone tener “hate sex” (término muy de moda aquí que significa tener relaciones con alguien a quien se odia con tanta pasión que al final termina siendo erótico). Su hermana Jane se enamora de una estrella de reality show. La madre adicta al shopping está desesperada porque, de las hijas menores, Lydia se escapa para casarse con un hombre transexual, Kitty sale con el inmobiliario negro que les está tratando de vender la casa y Mary es un ser antisocial terminando su tercera maestría online. Según The New York Times, se parecen más a las Kardashian que a las Bennet. Lo cual no sería un problema (hasta podría ser una muy buena premisa) si no fuera porque, si bien se abordan temas serios como la homofobia, el racismo y la anorexia, falta tensión de base. Todos son materialistas cuando en Austen, justamente, gran parte de la gracia es cómo sutilmente rehúye de ideas simplistas respecto del dinero. Y, sobre todo, Sittenfeld marca demasiado las diferencias entre el rol de las mujeres entonces y ahora en vez de subrayar la eterna dinámica emocional que existe entre los sexos, y que hace que el trabajo de Austen sea eterno. Todo lo opuesto es Sensatez y sentimientos, de Kate Hamill, la pequeña obra de teatro del off-off-off que el Times llevó a su tapa de Cultura y que está resultando el gran hit independiente. Producida con recursos mínimos, ya el comienzo es excepcional. Uno está en un gimnasio rodeado de universitarios con buzos con capuchas, chupines y mochilas. Empiezan a bailar muy relajados y, como quien no quiere la cosa, van sacándose capas hasta llegar a la ropa Regency que llevan debajo. La música, casi imperceptiblemente, pasa de ser de los hits de 2016 a los de 1890, y en vez de bailar solos y saltando se van tomando de la mano para encarar una quadrille.
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De entrada, el mensaje de que aunque el exterior sea distinto, los temas del corazón son los mismos, queda clarísimo. “La gente todavía es juzgada duramente tanto por sucumbir a las presiones sociales como por rebelarse -me dijo Kate Hamill, la autora del guión y protagonista-. La diferencia es que con los medios sociales esto ocurre más rápido y más eficientemente.” Pero sean buenas o malas adaptaciones de Austen, hay al menos una razón clara por la cual éstas se siguen produciendo en tal abundancia. Según el Financial Times, cada nuevo encuentro con sus personajes es como reconectarse con viejos amigos, cuyo contexto puede haber cambiado, pero cuyas características natas a idiosincrasias se mantienen. Y, sea en la vida o la ficción, eso sin duda siempre es causa de placer.
LA NACION