Oriente y Occidente convergen en un problema

Oriente y Occidente convergen en un problema

Por Martin Wolf
¿Cómo va esta “gran convergencia” que va a modelar la forma del mundo en el siglo 21? Felizmente tengo un guía para abordar esta enorme pregunta: Ian Morris de Stanford, quien ha escrito un brillante análisis sobre dónde estamos, cómo llegamos aquí y a dónde podríamos llegar en un libro que cubre 16.000 años de historia humana*. De acuerdo al profesor Morris, el desarrollo social es conducido por “gente codiciosa, floja y cobarde”, que “busca su propio equilibrio preferido entre estar cómoda, trabajar lo menos posible y estar a salvo”. Ya que los seres humanos son inteligentes y altamente sociales, inventaron tecnologías y crearon instituciones para alcanzar estos objetivos. Aunque lo que cualquier grupo de seres humanos puede llegar a alcanzar está determinado por la geografía.
El impacto de una geografía determinada también cambia. Hace mil años los océanos eran una barrera; hace 500 eran una autopista. El profesor Morris también entrega una fascinante revisión del progreso de dos polos de la civilización.
Estos son “Occidente”, las civilizaciones que descienden de la revolución agrícola y el llamado “creciente fértil” en el actual Medio Oriente, y “Oriente”, las civilizaciones que descienden de una revolución independiente en parte de lo que ahora es China. Su conclusión es que el Occidente estaba de alguna manera más avanzado que Oriente hasta la caída del Imperio Romano de Occidente, quedó después rezagado hasta el siglo 18, y luego pasó otra vez a la delantera. La explotación oriental de las “ventajas del subdesarrollo”, un tema recurrente, sugiere otra inversión en el siglo 21.
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Para Morris, el “desarrollo social” es una amalgama de cuatro factores: uso energético; urbanización; capacidad militar; e información y tecnología. Lo primero es fundamental: la captación de energía es una condición necesaria para la
existencia; mientras más compleja y avanzada es una sociedad, más energía consume. Por esto la “revolución industrial” es un término equivocado para lo que pasó dos siglos atrás. Fue una revolución energética: aprendimos cómo explotar luz solar fósilizada. La energía y las ideas son las bases gemelas de nuestra civilización.
Las mediciones del profesor Morris del desarrollo social y la “captura de energía” coinciden entre sí. Podemos notar otras tres cosas. Primero, la captura de energía en Occidente fue la misma en 1.700 como había sido cuando China alcanzó su apogeo pre-moderno en el siglo 12. Segundo, la captación energética y el desarrollo social han explotado en los últimos dos siglos. Finalmente, el uso de Oriente ha subido muy rápidamente. Un análisis, del centro de desarrollo
de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos sostiene que la convergencia ha estado cambiando el balance global de suministro y demanda de recursos**. Esto se demuestra en las recientes alzas de los precios reales de metales y energía. La Agencia Internacional de Energía destaca que la demanda primaria global de energía podría aumentar otro 50% en 2035. Sin un gran cambio en la intensidad de producción energética, eso es lo que la convergencia económica que vemos tiene que significar: si toda la humanidad usara la misma energía por persona como lo hacen hoy los países ricos, el consumo de energía comercial sería tres veces lo que es hoy (vea las tablas).
Como señala la OCDE, el impacto económico de la convergencia es más amplio que sólo esto. La integración en la economía mundial de los suministros laborales de China, India y la ex Unión Soviética duplicaron el número de personas trabajando en economías abiertas. Eso tiene que haber tenido un impacto de retroceso en los salarios relativos de gente de baja calificación, aunque la evidencia contradice la creencia generalizada de que esto ha sido el principal conductor de la creciente inequidad en los países ricos. El crecimiento de China e India ha ayudado directamente a los exportadores de recursos y compradores de productos intensivos en mano de obra. Los países ricos en recursos han sido los grandes ganadores del primero de estos tres efectos, aunque enfrentan riesgos de des-industrialización. Los consumidores en los países ricos son los grandes ganadores de lo segundo. En suma, una de las más sorprendentes consecuencias ha sido que los ahorros deseados han crecido más rápido que la inversión, generando un exceso de ahorros y una presión a la baja en las tasas de interés reales. Pese a lo importantes que son estos efectos, reflejan al menos desarrollos de suma positiva: creciente prosperidad y un aumento de las oportunidades. Los mayores
desafíos surgen cuando son más probables resultados de suma cero. Los recursos son un gran ejemplo. El poder político es otro. Un oriente en ascenso debe alterar el equilibrio del poder global y la abundancia de recursos baratos.
Sobre lo último, es una ironía de la historia intelectual que Thomas Malthus, profeta de la sobrepoblación, se preocupara de la falta de recursos justo cuando estas suposiciones pesimistas se vuelven falsas. La mayor pregunta del siglo 21 puede ser si acaso los recursos prueban ser limitaciones vinculantes una vez más, como tantas veces probaron serlo, antes de 1.800. ¿Continuará la ingenuidad superando a la escasez, o no? Si la respuesta es sí, toda la humanidad podría disfrutar de estilos de vida sin precedentes de la gente más favorecida hoy en día. Si la respuesta es no, podríamos, en cambio, caer presa de lo que Morris llama “los cinco jinetes del Apocalipsis” cambio climático, hambruna, gobiernos fallidos, migración y enfermedades. Más todavía, incluso si estos problemas son solucionables, podría necesitar un nivel más alto de cooperación política que la disponible para hacerlo. Esto es particularmente verdad donde el crecimiento económico crea externalidades globales, siendo el cambio climático el mayor desafío de este
tipo. Esto no está siendo manejado. Los desarrollos políticos van retrasados con la realidad actual. Lo mismo es verdad con los poderes políticos. Ahora que tenemos la capacidad para destruir a la civilización, las relaciones entre los Estados poderosos se han vuelto peligrosas. Después del uso de la bomba atómica, Albert Einstein argumentó que “la única salvación para la civilización y la raza humana está en la creación de un gobierno mundial”. Einstein fue condenado como ingenuo, pero su comentario aún puede ser verdadero. La “gran convergencia” es una transformación que marca un hito. Es la propagación de la economía abundante en energía a gran parte de la humanidad. Pero si no manejamos la consecuente presión sobre los recursos, podría terminar en miseria; y si no controlamos los cambios en el poder, podría terminar en guerra. Una de las visiones más optimistas del profesor Morris es que cada época tiene el pensamiento que necesita. Dada la rapidez del cambio, ¿vendrá lo suficientemente pronto?
EL CRONISTA